Asegura que fue un “jugador mediocre” y que por eso no pudo vestir la camiseta de Independiente, el club al que todavía va a ver desde la popular. Tras el retiro tomó nuevos rumbos y advierte sobre las conductas que llevan a los juveniles a “perder el eje”.
Carlos Alberto Yaqué dejó muy atrás aquellos recuerdos gritando los goles en Almagro que lo llevaron a jugar en el fútbol de Primera. A sus 52 años y tras haber recorrido un largo camino a fuerza de conquistas de todos los colores, lleva doce años relacionado a la representación de jugadores, donde le tocó, como él dice “recibir varios cachetazos”.
Beto Yaqué recibió a TN cómodamente instalado en su amplia casa de Ramos Mejía. Allí nos contó cómo fue el primer contacto con quien sería una figura internacional. “Como jugué en Villa Mitre logré conocer a mucha gente con la que iba a pescar. Uno de esos muchachos me comentó que había un chico que jugaba bien y era el hijo de Mario “Pelusa” Martínez, que había sido lateral de Villa Mitre y Rosario Puerto Belgrano. Era una época donde a Lautaro Martínez los clubes lo agendaban pero nadie lo llamaba para ficharlo. Un día agarré mi coche y fui a verlo a Bahía Blanca. Estuve en las prácticas de Liniers y lo pude ver en un torneo que se jugó en Tres Arroyos. Solo tenía 15 años y mostraba cosas interesantes”.
Yaqué no dudó un instante y rápidamente lo quiso traer a Buenos Aires, pero se encontró con la negativa de su papá. “Me dijo que su hijo todavía no estaba preparado para vivir en Buenos Aires, pero al tiempo me llamó y le comenté que había chances de llevarlo a Vélez o Racing. Recuerdo que en las divisiones inferiores de Racing estaba Jorge Cordón. Cuando fichó para Racing empezó a formar parte de mi familia y era como un hijo para mí. Tengo la satisfacción de haber sido partícipe de su carrera donde lo vi debutar en primera y lo pude llevar a Inter. Viví ocho años hermosos al lado de Lautaro, pero él decidió tomar otro camino y ahora quedan los recuerdos. Mientras duró fue muy lindo y gracias a él logré ser representante internacional. Atlético Madrid estuvo cerca pero Lautaro nos pidió retomar el diálogo con Inter donde Pupi Zanetti fue esencial en la negociación. Luego apareció Piero Ausilio y concretamos todo”.
Beto Yaqué mientras representa a chicos de River y Vélez, mantiene inalterable su amor por Independiente, club del que no pudo vestir la camiseta. “Como fui un mediocre jugador llegué hasta donde pude. A pesar de eso formé parte de una lista previa cuando Oscar Ruggeri era el técnico. Me acuerdo que toda mi familia fue a comprar el diario. Terminó siendo un sueño porque en esos días contrataron a José Luis Calderón y era lógico porque esos equipos demandan jugadores de nivel y honestamente Independiente me quedaba grande. De chico me escapaba de mi casa y con amigos nos íbamos a Córdoba y Rosario para alentar al Rojo. O nos encontrábamos en Liniers y tomamos varios colectivos para llegar a Avellaneda. Hoy lo sigo haciendo con mis hijos donde cada tanto vamos a la popular y revivo lo que hacía con mi papá”.
¿Cuánto cambió la vida de aquel goleador?
Por más que sigo vinculado al fútbol, la representación de jugadores es otro palo. Cuando jugaba solo pensaba en cuidarme y poder estar a la altura, y ahora tengo que estar en el cuidado y en los detalles de los chicos que lógicamente demandan bastante.
¿Estos jugadores son diferentes a lo que eran ustedes?
Hoy estamos en la época de las redes sociales y en nuestro tiempo lo pasional le ganaba a lo económico. Nosotros soñábamos con jugar en primera división. El jugador actual está muy pendiente del qué dirán y eso a muchos les hace perder el eje. Para mí es inadmisible que una vez que terminó un partido, los chicos están mirando las redes sociales para ver lo que se comenta de ellos o en cuántas fotos salieron.
¿Ustedes le tenían más respeto a la camiseta que vestían?
Creo que sí. Porque además nosotros teníamos un disfrute diferente del fútbol profesional. Terminábamos el entrenamiento y nos quedábamos un rato largo hablando entre nosotros. Pero a medida que mi etapa como jugador se estaba terminando, observaba que los chicos se entrenaban y se iban rápido de la práctica. Ahí me empecé a dar cuenta de que todo empezaba a cambiar.
¿En tu vida era el fútbol o nada?
Siempre fui un soñador del fútbol. Cuando era pibe tiraba la pelota para arriba y la cabeceaba pensando que era el goleador de mi equipo. Cuando empecé a jugar en las inferiores de Almagro sabía que podía vivir del fútbol, porque además tenía el sostén de mis familiares y amigos. Tuve el honor de poder jugar en primera división, distinción que me llegó de grande pero que logré con mucho sacrificio. Creo que como jugador tuve un límite y llegué hasta donde tenía que llegar porque siempre dije que fui un jugador del montón.
¿Cómo te bancaste jugar en Nueva Chicago y Los Andes?
Hay equipos que te meten una gran presión y llevan veinte mil personas que quieren ascender a primera. Esos equipos no son para cualquiera porque la tensión te puede limitar y te terminas yendo del club. Nueva Chicago y Los Andes son equipos de barrio pero tenían una hinchada tremenda y te lo hacían sentir. Además en esos equipos siempre estaban los referentes de turno. Me acuerdo que en Nueva Chicago estaban Mario Marcelo, Fabio Almirón, Héctor “Pocholo” Sánchez y Gustavo González.
¿En Estudiantes te sentiste jugador de primera?
Como hincha de Independiente sabía lo que significaba Estudiantes de La Plata. Pero al margen de los colores me encontré con un club hermoso en todo sentido. Yo jugué en 15 clubes y nunca vi que se respetaran las tradiciones como en Estudiantes. Los mismos jugadores se encargaban de explicarte las costumbres que tenía el club que eran básicamente respeto y trabajo.
¿Tu gran satisfacción fue jugar en Italia?
Jugar en Italia no estaba en mis planes, pero cuando llegué a la Serie B empecé a valorar todo mi recorrido que comenzó en los potreros de Ciudadela. Llegué a Reggina con 27 años y para mí fue un logro invalorable. Encontré un mundo diferente, donde los protagonistas aspiraban a meter el ascenso para formar parte del fútbol en ese tiempo más importante del mundo. Porque el calcio era el mejor campeonato de todos. Por temas personales me tuve que volver y ese plantel logró el ascenso a la Serie A.
¿Por qué te quieren tanto los hinchas de Universitario de Perú?
Universitario ocupa mi corazón por muchas cosas. En Perú pude evolucionar como jugador, pude salir campeón y conocí a muy buena gente. Compartí un año espectacular con Oscar Ibáñez, Gustavo “Coco” Grondona y “Beto” Carranza que está más cerca de ser representante de jockeys de caballos de carreras que de futbolistas. Para mí dentro de Sudamérica el jugador peruano es de lo más técnico de lo que pude ver. Hace 25 años les faltaba disciplina, pero a medida que fueron llegando técnicos de renombre, como el caso de Ricardo Gareca, se dieron cuenta de que podían trascender.
¿Pensaste que Beto Carranza se había muerto?
Ese partido en Cerro de Pasco fue muy especial porque estábamos a un paso de salir campeones, pero a la vez era el lugar más alto del mundo donde se jugaba al fútbol, porque son 4030 metros sobre el nivel del mar. En el entretiempo le pedí al técnico que me saque porque me explotaba la cabeza y después entró a jugar el Beto. Cuando estaba por terminar el partido, Beto hace el gol del campeonato y empieza a correr sin tener en cuenta lo que te genera la altura. Lo tuvieron que asistir porque parecía que se moría.
¿Cómo se convive con una mujer futbolera?
Es mi gran compañera pero muchas veces me enoja porque yo quiero ver alguna serie y ella solo quiere mirar fútbol por más que jueguen San Miguel con Defensores de Belgrano. Ella ve muy bien el fútbol y fuimos creciendo de esa manera. Eso sí, ella alentando a Boca y yo a Independiente.
Por Sergio Chiarito-TN