Todas las encuestas, que dan como levemente favorito a Trump, coinciden en que las causas judiciales que afronta el expresidente han reforzado, y no debilitado, sus posibilidades.
Los estadounidenses lo conocen como Great Recession (la Gran Recesión). Entre 2008 y 2009, la mayor potencia mundial se sumió en una crisis financiera que hizo tambalear a bancos emblema del capitalismo norteamericano -y caer a otros- con consecuencias políticas y sociales que todavía pueden medirse hoy.
Después del sacudón, que fue global, y del rescate público de muchas instituciones, nacieron los “bank stress test”, pruebas de la capacidad de los bancos para afrontar nuevas crisis.
En términos políticos, las elecciones presidenciales del 5 de noviembre, en la que los estadounidenses decidirán si le renuevan la confianza al demócrata Joe Biden o se la devuelven al republicano Donald J. Trump, se convertirán en una real prueba de estrés para la antigua democracia del país tras la crisis del 6 de enero de 2021.
Conmocionante como la caída de Lehman Brothers en 2008, el asalto al Capitolio durante aquella dramática jornada invernal en Washington -a la que asistí perplejo como Embajador de Argentina- marcó un hito inesperado en un sistema político que había sobrellevado el asesinato de John F. Kennedy, el Watergate y otras crisis.
El 6-J fue la manifestación máxima de una sociedad fracturada, de dos almas que por ahora la dividen y que seguirán en pugna más allá de las elecciones.
Biden asumió finalmente la presidencia. Un sistema judicial íntegro enjuició y condenó a cientos de asaltantes del Congreso alentados por Trump a desconocer los resultados electorales. El propio Trump -liberado de responsabilidades en juicio político- enfrenta aún cargos penales en plena campaña por su reelección.
Pero cuatro años después, el expresidente arrasó en las primarias republicanas apoyado por un electorado todavía más radicalizado al que le prometió, si vuelve a la Casa Blanca, liberar a los “patriotas” y “rehenes” protagonistas del 6-J.
Todas las encuestas, que dan como levemente favorito a Trump, coinciden en que las causas judiciales que afronta el expresidente han reforzado, y no debilitado, sus posibilidades. Esta revancha o rematch será la “batalla final”, prometió.
Como en un deja vú, el sistema político estadounidense parece asomarse otra vez al abismo y con los mismos actores.
En noviembre, como sus grandes bancos, Estados Unidos pondrá a prueba la solvencia de su democracia, su capacidad de absorber las pérdidas de confianza en el sistema. Y exhibirá su liquidez, si mantiene el capital cívico que le asegure a sus ciudadanos un futuro de libertad y tolerancia.
Será la última y más exigente prueba de estrés de la democracia estadounidense.
Por Jorge Argüello- Ex Embajador argentino en Estados Unidos