De la final de la Libertadores ante Fluminense a hoy, no hubo gran movimiento de jugadores; pero Boca es otro
Un número puede decir mucho o ser una simple estadística. Siete de los 11 titulares de Boca que no pudieron treparse a la cumbre de América y cayeron en la final de la Copa Libertadores ante Fluminense se repiten en la formación actual. Sin embargo, los cambios del xeneize son más profundos y van mucho más allá de los nombres.
Aquel 4 de noviembre, en el Maracaná, el equipo que entonces conducía Jorge Almirón alineó a Sergio Romero; Luis Advíncula, Nicolás Figal, Nicolás Valentini y Frank Fabra; Pol Fernández, Cristian Medina, Equi Fernández y Valentín Barco; Miguel Merentiel y Edinson Cavani.
De ellos, solo Figal y Fabra (decisión técnica), Valentini (decisión dirigencial) y Barco (emigró al Brighton de la Premier League) no dijeron presente desde el inicio este domingo en Córdoba, ante River. Y el primero de ellos sí entró como recambio.
Se repite: el número de jugadores utilizados de un partido a otro es muy alto, teniendo en cuenta que en el medio hubo un mercado de pases y que el contexto económico de la Argentina invita a los futbolistas a buscar destinos más atractivos desde lo económico. Pero es ese. Entonces, ¿cómo explicar que en cinco meses Boca es otro equipo si los intérpretes son los mismos?
Como primera medida es evidente que el cambio de DT influyó, y mucho. La decisión de Juan Román Riquelme de apostar por Diego Martínez, un entrenador joven, entusiasta, con ideas frescas y que tenga la serenidad de poder arrancar su trabajo con una pretemporada y un mercado de pases, resultó ser acertada, después de varias decisiones apresuradas, que derivaron en interinatos o asunciones de urgencia, más parecidos a bomberos que a técnicos.
Aun con la locura del calendario argentino, que metió ocho fechas en el primer mes de competencia, Martínez logró surfear esa ola, en la que encontró varios escollos, como fueron las lesiones (Rojo y Cavani, las más importantes), las citaciones al seleccionado (Medina, Valentini, Equi Fernández, Brey y Barco al Sub 23; Advíncula a Perú y Briasco a Armenia) y conflictos contractuales (Barco primero y Valentini ahora).
En medio de ese ritmo frenético, Boca pudo ir mutando al equipo actual. El siempre necesitado tiempo de trabajo y de maduración tuvo su premio. En la actualidad, el equipo xeneize tiene un rol protagónico en cada encuentro y dejó ser salir a disputar los partidos de un modo más expectante. Este quizás sea la principal diferencia entre un ciclo y el otro.
A eso se le suma algo fundamental. Después de varios años en donde le costaba demasiado reaccionar ante una adversidad, Boca dejó de tener la “mandíbula de cristal” y no cambia su forma de jugar cuando el rival anota el primer gol. Le pasó en el Monumental, hace dos meses, y también contra Belgrano, Racing, San Lorenzo y este domingo ante River. Puede empezar perdiendo, pero eso no es sinónimo de derrota.
Antes de eso hay que viajar a 2023, cuando reaccionó en el momento justo para vencer a Deportivo Pereira (golazo al ángulo de Advíncula y cabezazo agónico de Varela, luego de un centro perfecto de Barco). Y antes, a agosto de 2022, la noche de presentación de Luca Langoni, cuando en pocos minutos dio vuelta una derrota que parecía sentenciada frente a Atlético Tucumán en la Bombonera, para iniciar la reacción que terminó con la coronación en la Liga de ese año.
Y un dato más: el 9 de abril pasado, ante Sportivo Trinidense, el Xeneize pudo ganar en los 90 minutos su primer partido internacional después de casi cuatro años. El anterior había sido el 23 de diciembre de 2020 (un 2 a 0 a Racing por los cuartos de final de la Copa Libertadores). Luego, 11 partidos empatados y dos derrotas, todos por la Libertadores: 0-0 y 0-3 ante Santos (semis 2020); doble 0-0 y derrota por penales ante Atlético Mineiro (octavos 2021), doble 0-0 y derrota por penales frente a Corinthians (octavos 2022), 0-0, 2-2 y triunfo por penales ante Nacional (octavos 2023), doble 0-0 y triunfo por penales contra Racing (cuartos 2023), 0-0, 1-1 y victoria por penales ante Palmeiras (semis 2023) y derrota 2 a 1 frente a Fluminense en la final del Maracaná.
Lo más evidente de toda esta metamorfosis que vivió Boca de noviembre pasado a hoy se vea en la actitud de sus jugadores. Si algo enervaba a los hinchas era ver a los futbolistas caminar la cancha y exhibir una postura pasiva, casi de derrotado, por la cancha. En la actualidad es todo lo opuesto. Lo actitudinal es necesario, no solo para lo futbolístico sino para lo emocional. En Boca hoy todos dejan la piel en cada acción, del primer momento hasta el último. Y en eso hay un efecto contagio, que se inicia en su jugador top, Edinson Cavani, y que irremediablemente se irradia al resto. Porque si el uruguayo, a los 37 años puede realizar semejante despliegue, ¿cómo no copiarlo?
De todas maneras, algo importante: que Boca hoy exhiba garra y actitud no significa que sean sus únicas armas. Fundamentalmente, el mayor cambio está en lo futbolístico. En las sociedades que se crean durante cada partido y que resultan positivas, con un juego vertical y con pases para adelante. Boca edifica para lastimar al rival y rara vez se entretiene con el pase lateralizado, ese que con demasiadas repeticiones puede transformarse en intrascendente.
Otro acierto reciente desde lo dirigencial fueron los refuerzos. Porque Cristian Lema llegó en enero y no le tembló el pulso para hacerse cargo de reemplazar a un caudillo como Marcos Rojo y ser la voz cantante de la última línea, aun hablando poco. Y Kevin Zenón aterrizó en el club azul y oro después de contribuir con su juego a que Unión mantenga la categoría, y juega como si se hubiera formado en el semillero xeneize, absorbiendo con facilidad las presiones del famoso Mundo Boca, que condicionó a tantas promesas y figuras experimentadas.
Por último, los extremos y la sana competencia. A Sergio Romero le quedó claro que Leandro Brey está en condiciones de ser el arquero de Boca. Sin embargo, después de un comienzo de año con dudas, la capacidad de reacción y elasticidad para volar hacia atrás y sacar esa pelota antes de que ingrese en su totalidad en la acción que hubiera puesto a River 2 a 1 arriba en el marcador demuestra su plena vigencia.
Adelante, la dupla uruguaya se destapó. Porque así como en 2023 fue el año de Miguel Merentiel y en el último mes y medio se dio la explosión de Cavani, los dos aparecieron en conjunto en el momento indicado, para acaparar todas las fotos con sus goles a River, esos que los hinchas recuerdan para siempre.
Y algo más: en este breve lapso de casi cuatro meses, Diego Martínez parece haber logrado una de las cosas más complejas para un entrenador: que el equipo esté por delante de las individualidades.
Lo mejor de Boca ante River
Antes del partido con River, mucho se habló de la ausencia de Cristian Medina, expulsado ante Godoy Cruz en la última fecha de la etapa regular de la Copa de la Liga. Sin embargo, y más allá de la dinámica que ofrece el volante de 22 años, el hecho de que no pudiera jugar por estar sancionado no afectó al correcto funcionamiento del medio campo. Su reemplazante Jabes Saralegui demostró personalidad y participó en el inicio de la jugada que terminó con el desborde de Advíncula y el empate de Miguel Merentiel justo antes del final del primer tiempo.
Es lógico interpretar que Romero tiene más experiencia que Brey en el arco, o que Marcos Rojo y Edinson Cavani aportan toda su jerarquía. Pero, justamente, la clave está en saber disimular esas ausencias y que el equipo se adapte a esos imponderables que siempre existen en el fútbol. Diego Martínez transita por ese camino.
Por Pablo Lisotto-LN