La codicia de sus directivos llevó al Deutsche Bank por una pendiente resbaladiza en la década de 2000. Durante años, el banco cultivó relaciones estrechas con Vladímir Putin. Y se involucró en negocios turbios con el autócrata ruso.
A principios de la década de 2000, el Deutsche Bank quería tener éxito en Moscú. Para conseguirlo, algunos empleados utilizaron cualquier medio: sobornos a funcionarios de Putin, visitas a burdeles para los buenos clientes, blanqueo de dinero para la mafia. Cuando todo salió a la luz, una ola de conmoción recorrió el banco: el resultado, fueron multas por valor de millas de millones, que todavía hoy pesan sobre el Deutsche Bank. Sin embargo, los miembros del consejo de administración afirman no haber sabido nada al respecto, que no fue más que uno de tantos escándalos. Otros negocios cuestionables son los préstamos a Donald Trump. La especial relación con el magnate inmobiliario estadounidense comenzó en 1998, siendo Trump uno de los mejores clientes de Deutsche Bank hasta poco antes de su presidencia en 2017. El banco le prestó enormes sumas de dinero, pese a su dudosa reputación como deudor moroso y en quiebra.