“Cuando el fascismo regrese lo hará en nombre de la libertad”, no lo dijo Robert De Niro en su discurso anti Trump en la puerta del tribunal que lo condenó esta semana cuya foto acompaña esta columna, sino el escritor alemán Thomas Mann en 1940 en su gira por los Estados Unidos durante su conferencia “La victoriosa llegada de la democracia”.
El presidente Roosevelt lo recibió con honores y resaltando la diferencia entre los muchos alemanes buenos como Mann y los alemanes malos y malvados como Hitler. Allí Thomas Mann respondió diciendo que no se puede hacer esta diferencia, que el nazismo está en el carácter alemán, lo que lo llevó a escribir un ensayo titulado Hermano Hitler (Bruder Hitler) en el que dijo: “Reconozco en este hombre el tipo de carácter artístico que yo también tengo. Aquí está el problema”.
Ochenta años después, el filósofo y escritor, fundador del Nexus Institut, de Ámsterdam, Rob Riemen, eso mismo piensa de los habitantes de su país, Holanda, donde el último noviembre –en el mismo mes que Javier Milei triunfó en el balotaje en Argentina– ganó las elecciones Geert Wilders, representante de la ultraderecha con el Partido de la Libertad. Piensa que lo mismo está sucediendo ahora en Estados Unidos con Donald Trump, quien de alguna manera representa también el carácter de muchos norteamericanos.
Rob Riemen estuvo dos días en Argentina como parte de la gira de la presentación de su último libro, El arte de ser humanos, lo que permitió realizar presencialmente el reportaje largo de esta edición, que a pesar de que nunca menciona a Javier Milei ni el partido La Libertad Avanza todo lo que el filósofo holandés dice sobre la ultraderecha del hemisferio norte puede ser aplicable a la Argentina actual y su lectura ser un útil aporte a la profilaxis intelectual.
Cuando presentó su libro en Estados Unidos, el diario The New York Times le pidió que escribiera una columna que fue rechazada dos veces hasta que el editor de la sección de opinión del diario le explicó la causa: “Usted dice que Trump es un clásico fascista contemporáneo y eso no es verdad, porque el fascismo se relaciona con la violencia y Trump no es violento”. A lo que Rob Riemen respondió: “Se equivocan porque si está en el lenguaje (la violencia), saldrá a la luz. Eso lo vimos el 6 de enero del 2020” cuando se produjo la toma del Congreso por sus partidarios descreídos de la derrota electoral. Rob Riemen va más allá: cree que si Trump perdiese las elecciones siempre reñidas en el sistema bipartidista y con pocas diferencias, sus fanáticos podrían desatar una especie de guerra civil.
“¿Qué es el fascismo? Es algo muy sencillo. Es lo opuesto al espíritu de la democracia”. Y continuó Rob Riemen: “Es una equivocación trágica pensar que las instituciones democráticas, o incluso las elecciones libres, garantizan la continuidad de la democracia liberal. Porque estas son condiciones, pero no es el espíritu. El espíritu de la democracia es elevar a las personas y tener un gobierno que se base en la idea de que la dignidad de cada ser humano es lo primero (…) consciente de que todo lo que es frágil será protegido: los niños pequeños, las personas mayores, los enfermos y que la gente no pase hambre”.
Un capítulo del libro de Rob Riemen se titula “De la estupidez y la mentira”, donde se diagnostica el mal de nuestro tiempo como el intersticio entre “la desolación de no saber nada y el fanatismo del saber único”. Para Riemen, cultura y democracia son inseparables, y asocia el crecimiento de la ultraderecha a la pérdida de calidad del sistema educativo: “Holanda es un país pequeño y muy rico. Las cifras oficiales indican que el 25% de los jóvenes en mi país que tienen 15 años son oficialmente analfabetos. No saben leer, no pueden leer mi libro, ni Tolstoi, lo que sea. Solo Facebook, ese es el nivel máximo. Luego, cuando tuvimos las elecciones en noviembre, resultó que entre los jóvenes más del 60% habría votado por el Partido de la Libertad de Geert Wilders”.
Rob Riemen habla del “fracaso de la inteligencia” cuando ese vitalismo exagerado, de convicción político-religiosa contagia una fe mesiánica donde el individuo desactiva su propia facultad crítica debido a la embriaguez intoxicada de poder y resentimiento”.
Más adelante se pregunta: “¿Por qué las ciencias naturales saben encontrar soluciones efectivas a los problemas de la física, pero las humanidades, con la filosofía en primer lugar, no son capaces de curar la mente enferma de la sociedad europea? Y una pregunta más incómoda: ¿No será que las humanidades, además de ser incapaces de curar la profunda crisis de la civilización europea, son, en parte, culpables de esa misma crisis?”, para concluir: “Los académicos europeos deberían sentir vergüenza”. Pero guarda un espacio para el optimismo: “Esta crisis civilizatoria tiene solo dos desenlaces: o el ocaso de Europa, el descenso a la barbarie porque el continente no sabe reparar su razón, su brújula moral; o bien, una Europa que renace, fruto del espíritu de la filosofía y gracias al heroísmo de una razón que derrota al naturismo de una vez por todas”.
La democracia para Riemen “aspira a elevar la humanidad al enseñarle a pensar. Cita a Pascal: “El ser humano está hecho visiblemente para pensar, ello constituye toda su dignidad y todo su mérito”, la destrucción de la inteligencia “proclama la doctrina redentora de una ideología y se espera que todo el mundo desactive su autonomía de pensar y actuar para adaptarse por completo”.
Define al triunfo de la extrema derecha como la “estación experimental del ocaso del mundo”, herencia de “una estupidez superior”. Rob Riemen se queja de que en “Estados Unidos la gran mayoría de la clase política e intelectual todavía no comprende que Trump es el representante por excelencia del fascismo contemporáneo”. Hitler era el hombre que volvería a hacer grande a Alemania, Trump promete lo mismo a los Estados Unidos.
Coincide con Robert De Niro: “Cuando Trump se postuló en dos elecciones de 2016 fue como una broma . “¿Este bufón postulándose para presidente? No, eso nunca va a suceder. Olvidamos la lección de la historia cuando otros fueron bufones hasta que se convirtieron en dictadores viciosos. Con Trump ahora tenemos una segunda oportunidad y ya nadie se ríe. No queremos despertarnos después de las elecciones diciendo: “¿Otra vez? ¿Qué diablos hemos hecho? Si Trump regresa a la Casa Blanca, podrás despedirte de esta clase de libertades”.
Estados Unidos, Holanda, ¿Argentina? en la cacofonía del canto de sirenas.
Por Jorge Fontevecchia-Perfil