Expertos hablan de un cambio de era en México, con nuevas posibilidades para las mujeres. Pero advierten sobre la enorme concentración de poder en manos de un partido de Estado, sin contrapesos.
En México, Claudia Sheinbaum no solo ganó el domingo la Presidencia de forma contundente; lo hizo además con más poder que cualquier otro jefe de Estado mexicano en la era democrática. Según el conteo oficial, el partido oficialista Morena controlará probablemente 25 de 32 estados de la República y está muy cerca de la mayoría calificada en las dos cámaras del Congreso, mientras la oposición quedó pulverizada.
Sheinbaum tendrá así vía libre para una transformación de fondo de la institucionalidad de México, algo que conlleva oportunidades, pero también grandes riesgos, debido al carácter abiertamiente autoritario que ha profesado el predecesor y mentor de Sheinbaum, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), advierten analistas consultados por Deutsche Welle.
Javier Oliva Posada, doctor en Ciencias Políticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), saludó el discurso conciliador de la ganadora: “Fue incluyente, mesurado, sin este tono triunfalista que tuvo el presidente de su partido, Mario Delgado, quien fue bastante intempestivo cuando excluyó cualquier contacto con la oposición.”
Posada, también doctor en Sociología del Derecho de la Universidad de Lecce, considera que el contundente triunfo de una mujer, añadido al hecho de que la Corte Suprema y el Congreso tengan actualmente mujeres presidentas, significará un gran avance para la inclusión de mujeres en la política. “Es un símbolo importante de apertura y pluralidad”. señaló.
Un sexenio sin contrapesos
Ana Francisca Vega, politóloga del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE), destaca que Sheinbaum logró ganar con un caudal de votos mayor incluso que López Obrador en 2018. “La victoria es tan grande, que Sheinbaum solo perdió en Aguascalientes, un estado muy pequeño”, dice la experta. “Eso le da un poder enorme, uno que ningún presidente ha tenido en los últimos cinco sexenios”.
Advierte, sin embargo, que “la agenda legislativa planteada por el presidente Obrador desde febrero, y asumida por Sheinbaum, es una agenda que concentra todavía más el poder y desaparece o debilita organismos autónomos que han sido un contrapeso importante a algunas decisiones del Poder Ejecutivo”.
Vega, que también tiene una maestría en Relaciones Internacionales en la Universidad de Oxford, menciona como ejemplo la planteada reforma del Poder Judicial, donde la nominación de los jueces será por voto popular, así como la subordinación de la poderosa Guardia Nacional a la Secretaría de Defensa Nacional (Sedena), lo que aumentaría el poder de los militares.
Oliva Posada coincide en que uno de los retos de Sheinbaum será “replantear las relaciónes civico-militares, que durante la administración de AMLO dieron un brinco cuando se les asignó a los militares una gran cantidad de actividades que no tienen nada que ver con sus obligaciones constitucionales.”
La derrota de una generación que luchó por la democracia
Joel Ortega, un dirigente estudiantil comunista de las protestas de 1968 contra la represión del Partido del Estado del siglo XX, advierte sobre un “cambio epocal”. “Es la restauración de la vieja ideología dominante del partido de Estado de la Revolución mexicana”, apunta, regimen presidencialista autoritario que tuvo su máxima expresión en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó el país por 71 años.
Ortega, coautor del libro “Las dos izquierdas” (Random House, 2024) recuerda que, en su época del poder absoluto, el PRI controlaba todo. Ttenía correas de transmisión con un sector sindical obrero y campesino, un brazo de organizaciones populares y un pacto con los militares. De hecho, varios presidentes de México hasta mediados del siglo 20 fueron generales.
Para Ortega, México está “ante la derrota de una generación que luchó por la democracia”. Y señala que “todos los sindicatos apoyaron a Sheinbaum, y el PRI se pasó casi por completo a Morena”.
Algo que la propia Sheinbaum debería rechazar, ya que muchas veces se autodefinió como heredera del espíritu democrático y rebelde del movimiento del 68, aunque en esa época todavía estaba en el jardín de infancia.
En su discurso de victoria, Claudia Sheinbaum prometió guardar la pluralidad, respetar las minorías y profundizar la democracia. Algo que el experimentado luchador Ortega, de 78 años, ve con escepticismo. “Yo he escuchado a Fidel Castro y Hugo Chávez prometiendo lo mismo”, apunta el excomunista. “Todos sabemos en qué terminó.”
Por Sandra Weiss-DW