El 25 de junio de 1994, Argentina venció 2 a 1 a Nigeria por la segunda fecha del Mundial de Estados Unidos 1994. El 10 argentino nunca más volvió a vestir la camiseta nacional. La historia de ese triste final quedó retratada por la frase “me cortaron las piernas” y por la foto de la enfermera que entró a la cancha para acompañarlo al test de dopaje
Diego Maradona jugó su último partido de la Selección Argentina en un Mundial: no lo sabía. Se fue contento de la mano de una doctora rubia (Getty)
Roberto Peidró nunca imaginó que iba a ser el artífice de una de las postales más tristes de la historia futbolera nacional. Sue Ellen Carpenter nunca creyó personalizar la tragedia en el país donde había nacido la figura destacada de ese Mundial y un chico con el que había estado en pareja. Lo fueron. Pasaron treinta años de aquel nefasto día en que a Diego Armando Maradona lo fotografiaron yéndose de la cancha del Foxboro Stadium de Boston de la mano de una mujer vestida de enfermera para hacerse el control antidoping, luego de vencer por 2 a 1 a Nigeria, con dos goles de Claudio Caniggia, por la segunda fecha del grupo D de la Copa del Mundo de Estados Unidos.
Peidró sigue siendo un cardiólogo respetado, con diez años de experiencia al lado de René Favaloro. Es el médico consultor de Sergio Agüero, quien debió retirarse del fútbol profesional en diciembre de 2021 como consecuencia de una arritmia cardíaca. Carpenter sigue ligada a la medicina: es doctora especializada en endocrinología reproductiva e infertilidad y trabaja en una clínica reproductiva de Atlanta. Tiene 63 años y está casada con ese argentino, que fue la excusa para que Peidró la invitara a buscar a Maradona para que saliera en todos los diarios del día siguiente. El médico argentino se quedó corto: la fotografía persiguió las desgracias argentinas en Mundiales por décadas, la mujer recibió el mote de “verduga” y la FIFA procuró protegerla e intentó “cambiarle el nombre” para salvarla del estigma y que nadie la hostigara.
La historia fina de esa secuencia la explicó el propio Roberto Peidró, que había desarrollado una extensa trayectoria como arquero en el fútbol de ascenso entre 1976 y 1985 (El Porvenir, Deportivo Morón y Deportivo Español), mientras estudiaba para recibirse como médico cardiólogo. “Al retirarme del fútbol fui a trabajar al Hospital de Clínicas, desde fines de 1985 hasta 1991. Allí fue cuando René Favaloro convocó a Domingo Suárez, mi profesor de cardiología, para formar parte de su fundación y él me llevó allí. Por eso, fui parte del electrocardiograma número uno de la historia de la fundación, el 1° de junio de 1992, junto a un compañero de apellido Daso y el propio René. Un verdadero honor. Hice una gran relación con él, porque era muy futbolero e hincha fanático de Gimnasia y Esgrima La Plata. Una vez me dijo: ‘Roberto: necesito pedirte un favor. ¿Vos podrías evaluar a los jugadores de Gimnasia y que no les cobren mucho?’. Lo miré y le respondí: ‘Me está cargando… Usted es el dueño y me pide a mí que le cobren poco a los jugadores (risas). Por favor, René, les hacemos todo’. Y allí me dijo, con su estilo siempre respetuoso: ‘Muchas gracias. Yo no me quiero meter, para que nadie diga que uso algo de la fundación para el fútbol’. Un ejemplo”.
“No quiero dramatizar, pero creeme que me cortaron las piernas. A mí, a mi familia, a los que están al lado mío. Ahora nos sacaron la ilusión. Y creo que me sacaron del fútbol definitivamente”, firmó Diego días después
“Por aquella vinculación es que llegó la Selección en 1993, con Basile y el ‘Panadero’ Díaz de ayudante, a quien conocía de chico del barrio y fue el que le dijo al Coco que necesitaban un médico más y que me llevaran a mí, con una razón simple: ‘Éste es del palo, es del fútbol’. A comienzos del 94, me sumé al grupo donde ya estaba Ernesto Ugalde como médico principal. Allí conocí a Maradona, que enseguida tuvo un gesto espectacular. Mi hijo Santiago, que tenía 11 años, era muy tímido y un día vino al predio de Ezeiza. Llegamos antes que los jugadores y nos ubicamos en el vestuario. Cuando entró Diego me preguntó si ese era mi pibe y cómo se llamaba. Se acercó y se arrodilló: ‘Santiago, te pido por favor que me dejes firmarte y regalarte una camiseta’. Se le empezó a ir la timidez con una sonrisa porque no lo podía creer. La firmó, se la dio y hasta el día de hoy es un tesoro para él”.
“Diego estaba espectacular en Boston -contó Peidró-. Una vez salimos a conocer el centro de la ciudad y él no podía creer que nadie, pero nadie, lo parara. Caminaba solo por primera vez en muchos años. Para la gente del lugar era uno más. Incluso entramos a un negocio para comprar un reloj y el que atendía le preguntó si era del soccer y de qué país. No sabía quién era Maradona… En la concentración, Diego iba por las mesas, tirando buena onda a todos. Incluso lo que se habló de la enfermera el día del doping con Nigeria es mentira. Él la tomó de la mano a ella y no al revés. Estaba tan feliz que fueron hasta donde estaba Claudia y él le decía: ‘Mirá con quién me voy’. Hacía chistes, estaba perfecto, al punto que cuando fuimos al antidoping, se encontró con el rival que lo había marcado y el tipo quería un autógrafo a toda costa y Diego le repetía: ‘Sos un perro, sos un perro. Guau, guau’. No tenía ni idea que podía dar positivo, porque no había tomado nada a conciencia. Se lo habían dado… Se le acabaron los aminoácidos que había llevado desde acá y compraron allá. Con la diferencia que en Estados Unidos tienen efedrina. Fue exactamente eso. Vi detalladamente el análisis. Por eso cuando dicen que había consumido un cóctel de efedrina, es una guachada. Nada que ver”.
Carpenter y Maradona compartían la misma edad: 33 años. La mujer estaba asignada por la FIFA como una de las cuatro auxiliares médicas que debían acompañar a los jugadores para presentar la muestra de orina. A Sergio Vázquez, el otro jugador argentino elegido para realizarse el antidoping, no fueron a buscarlo al campo de juego para llevárselo de la mano. A nadie nunca, en verdad. Eso levantó la sospecha de que a Maradona quisieron excluirlo del certamen. Pero fue una situación orquestada genuinamente por Peidró.
La histórica tarde del dóping positivo de Maradona en USA ’94, Peidro detrás de Diego y la asistente estadounidense
Habían entablado un diálogo amistoso antes de que terminara el partido. “Ella me contó que había estado en pareja con un argentino que era de Congreso y siempre me hablaba de allí. ‘Me quedé con las ganas de conocer’, me decía. Riéndome le respondí que Congreso era un barrio y que justamente yo vivía ahí. Eran los minutos finales del partido y cuando terminó le dije: ‘Vení conmigo que vas a salir en todos los diarios del mundo al lado de Maradona’. La foto de nosotros tres quedó para siempre”, relató el médico.
Fueron horas febriles aquellas que transcurrieron entre el paraíso ante Nigeria y el infierno frente a Bulgaria y Roberto Peidró fue un hombre clave para la Selección: “Me llamó Grondona y me dijo: ‘Dio positivo el control de Maradona. Fijate si podés hacer algo para salvarlo. Llamalo a Blatter y avísame’. No me pude comunicar (eran tiempos sin celulares) y entonces Julio me dijo que lo iba a contactar él. Al rato bajó de su habitación con otra cara: ‘La FIFA lo quiere matar. Blatter ya me dejó en claro que no hay nada que hacer. Hay que despegarse de esto. Ahora te vas a ir a Los Ángeles para la contraprueba con el abogado de Maradona (Bolotnikoff), David Pintado (presidente de River) y Agricol de Bianchetti (abogado de AFA)’. Llegamos a la reunión con la gente de FIFA y aparece el frasco, que ya tenía un cartel que decía efedrina. Al ver eso, pedí anularlo, porque ningún control antidoping puede tener identificada ni la sustancia ni el nombre de a quién pertenece. Se estaba armando un lío grande y los de FIFA no sabían qué hacer”.
Maradona había dado positivo de pseudoefedrina y efedrina. Quedaba suspendido. El 29 de junio, la FIFA en conferencia de prensa habló de “cóctel de drogas”. “El abogado de Diego pidió un cuarto intermedio de tres meses para decidir y mientras habilitar al jugador -desarrolló el cardiólogo-. Se decidió un descanso y allí Pintado se comunicó con Grondona para comentarle nuestro planteo, que aparentaba ser exitoso. Pero de a poco su cara se transformaba a medida que Julio le respondía. Cuando cortó me dijo: ‘No hay nada que hacer. Tenemos que entrar, pedir que se abran los frascos y que la AFA desiste del cuarto intermedio’. Las tensiones se aliviaron, pero habíamos perdido. Todos me vinieron a felicitar por cómo había planteado nuestra postura. Al regresar al hotel fui con Bolotnikoff al cuarto de Maradona. Estaba destrozado, con los ojos rojos, inflamados de tanto llorar. Y él le dijo: ‘Diego, el doctor se la jugó, les hizo un quilombo tremendo’. Entonces levantó la vista y me miró: ‘¿En serio, tordo? No me diga. Muchas gracias’”.
Fue la vez en que a Maradona le cortaron las piernas. Pasaron ya treinta años. Roberto Peidró sigue siendo médico. Sue Ellen Carpenter sigue siendo médica. El único que ya no está de esa foto es él.