Sin euforia pero con satisfacción, el Gobierno celebró la aprobación de la ley Bases y del paquete fiscal. Acaso ese matiz obedezca al nuevo desafío que tiene por delante Javier Milei: entrar a una fase de gestión política y sobre todo económica, sin excusarse en las limitaciones, que en teoría le impone “la casta”.
Deja atrás entonces una etapa inicial, que podríamos denominar de emergencia, donde se ensayaron aceleradamente múltiples decisiones de prueba y error hasta conseguir la validación legislativa para encarar el plan respaldado por los resultados electorales.
Ese camino estuvo alejado de cualquier docilidad. En el Congreso se toparon con su propia fragilidad en cantidad (y calidad) de bancas. Y con una oposición dura casi blindada, que rechazó todo, junto a otra dialoguista que impuso condiciones, salvo el PRO, quien resultó más consistente que el propio oficialismo.
El manejo libertario de esa larga tramitación que consumió seis meses abundó en errores y torpezas. Sin embargo, aplicó pragmatismo, negoció y cedió como hace “la casta” y consiguió su objetivo, con un margen mayor al que se había imaginado el más optimista de sus interlocutores, el jefe de Gabinete Guillermo Francos.
Mientras se sucedían esas idas y vueltas que terminaron en las primeras horas del viernes, el Poder Ejecutivo atravesó en estos doscientos días desde que asumió un sinfín de contratiempos. Gran parte de ellos, heredados de la situación explosiva que dejó la gestión tripartita de Alberto Fernández, Cristina Fernández de Kirchner y Sergio Massa. Pero a ello, La Libertad Avanza le sumó con ahínco su propia impericia en el manejo del Estado.
La reglamentación total de la ley Bases y el paquete fiscal llevará de uno a dos meses
De allí surgen ciertas dudas o prevenciones respecto a que Milei y su equipo encaren a partir de ahora con mayor aptitud el manejo de la cosa pública, a partir de las enormes herramientas que le acaba de otorgar el Poder Legislativo.
En principio, trascendió que la reglamentación total de la ley Bases y el paquete fiscal demorará entre uno y dos meses. Eso sin contar las recurrencias judiciales a las que apelará el kirchnerismo, que aspira a frenar el retorno de la cuarta categoría del Impuesto a las Ganancias y la reducción de Bienes Personales.
Por las dudas y rápido para el relato, el Presidente se adelantó y ya desde el mismo viernes por la mañana lanzó nuevas definiciones pomposas sobre lo que vendrá, como “el cambio de régimen monetario”. O el anuncio del vocero Manuel Adorni respecto al proyecto para bajar la edad de imputabilidad en los menores.
Esa medida intenta apuntalar uno de los ejes de esta fase dos que busca iniciar el Gobierno: la seguridad. La misma se apalanca no solo en la demanda mayoritaria para la resolución del problema en los grandes centros urbanos, sino también en la popularidad de la ministra Patricia Bullrich. Las encuestas que se manejan en la Casa Rosada la ubican como la integrante del Gabinete con mejor imagen.
Con ese mismo fin se avanza en la reformulación de los servicios de inteligencia, que volverían a guarecerse bajo la clásica sigla SIDE. Como ya se ha contado aquí, se subdividirá en tres áreas: interior, exterior y ciberseguridad. Dependerá de Presidencia, en los hechos de la secretaria general Karina Milei y del asesor súper premium Santiago Caputo, quien puja para que al ¿renovado? organismo se adosen las esferas de inteligencia criminal de las fuerzas de seguridad que controla Bullrich. Chispazos ahí.
Hay otra cuestión en la que el oficialismo pretende poner más acento. Ante el agravamiento de todos los indicadores sociales por el ajuste económico, el Ejecutivo quiere mayor eficiencia y rapidez en la contención de los sectores vulnerables. Fuentes oficiales aclaran sin dudar, que ello da por hiperratificada a la cuestionada Sandra Pettovello.
Nunca se sabe, menos con Milei. Y un interrogante: ¿Mutará de ministerio la Secretaría de Trabajo?
Amén de todas estas derivaciones, la madre de todas las batallas gubernamentales seguirá siendo la economía. Ahora con la imperiosa necesidad de brindar señales sobre el rumbo de la gestión económica. Que los famosos mercados retacearan el viernes cualquier reacción festiva tras la luz verde a las dos leyes, pese al aplauso del FMI, exhibe las problemáticas que rodean a Luis ‘Toto’ Caputo. Para peor, al final del último día hábil de la semana, el ministro y el presidente del Banco Central, su amigo y socio Santiago Bausili, convocaron a una conferencia de prensa que alteró los nervios de todos, apenas para anunciar una medida técnica (que la deuda con los bancos la manejará el Tesoro en vez del BCRA) y repetir que el plan sigue como está. Expertos financieros auguran un lunes complicado en las cotizaciones.
Si así arrancó esta fase, habrá que seguir con más atención los acontecimientos
Más allá de ese clima gélido en los mercados, en la economía real el derrumbe de la actividad aún dificulta ver alguna luz al final del túnel. “Nunca vi, ni en 2001 o en la pandemia, que cayéramos dos dígitos durante tantos meses”, confiesa un alto ejecutivo de una multinacional con productos de consumo masivo. Se lo planteó en la cara al ministro esta semana el presidente de la Cámara de la Construcción, Gustavo Weiss. Caputo, a lo Milei, replicó con una promesa de baja impositiva del 90% “al final de nuestro mandato”. Se admiten segundas lecturas del encomillado.
Al colapso de la dinámica económica, al jefe del Palacio de Hacienda se le empezó a cuestionar desde hace algunas semanas la brecha cambiaria, por la devaluación mensual del peso muy por debajo de la inflación, lo que en pocos meses encareció en dólares a la Argentina, volviéndola menos competitiva. Los dardos vinieron por derecha, empezando por el FMI.
El ministro y Milei negaron en varias oportunidades que vaya a haber una devaluación, ya que eso volvería a empujar los precios y alteraría la escalera descendente de la inflación. También ahí se encendió alguna alerta: el índice de junio sería similar o superior al de mayo (4,2%). Y para calmar julio, el Gobierno volvió a posponer aumentos previstos en gas, electricidad e impuesto a los combustibles. ¡Ah!, desde febrero que está congelado el boleto de colectivo en el AMBA. Pragmatismo libertario también tarifario.
Por si fuera poco, a Caputo le aparece la sombra de Federico Sturzenegger, ratificado una y otra vez por Milei como futuro ministro desregulador. Ya no se trata de pases de factura del pasado, sino de las atribuciones del presente, como venimos contando. Las prevenciones del jefe de Hacienda se extienden a su sobrino Santiago (quien el viernes se hizo ver en la conferencia de prensa) y al propio Francos, por el aparente dogmatismo inapropiado para este tiempo del futuro ingresante al Gabinete.
Si así arranca la proclamada fase dos, habrá que seguir con más atención que antes los acontecimientos.
Por Javier Calvo – Perfil