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Ignacio Escolar: “La popularidad de Milei en España no es por influencia real, es la popularidad de un payaso”

El fundador y director de elDiario.es explicó cómo el periódico se estableció como un proyecto independiente y exitoso. Repasó la situación política de España y contó cómo el presidente argentino contribuyó al agravamiento de la interna en la derecha española.

Ignacio Escolar resume el consenso ciudadano en España sobre Javier Milei: es un loco, un presidente completamente imposible, que sólo se explica por los desastres anteriores de la Argentina. Y distingue popularidad de admiración. De hecho, se declara convencido de que si se hiciera una encuesta de opinión pública en España tendría muchos más detractores que simpatizantes, mal que le pese al mandatario anarcolibertario, que se jacta de su fama mundial y no para de recibir premios en el exterior (cuestionados más de uno de ellos). Por caso, el galardón que le otorgó hace unas semanas la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha provocado desagrado y broncas dentro del el Partido Popular (PP), el principal espacio político de la derecha española.

En una entrevista que le concedió a elDiarioAR en la redacción de elDiario.es, ubicada en el emblemático Palacio de la Prensa, en el primer piso de la calle Gran Vía 46, en Madrid, el fundador y director de este periódico destacado por su compromiso con la independencia editorial y la calidad informativa, analizó las conexiones entre Milei y España pero también el futuro del periodismo y la inteligencia artificial, la situación política de España, el lawfare, el aborto legal, las consecuencias de un eventual triunfo de Donald Trump y los países que están en riesgo de retroceso democrático.

—¿Cómo funciona elDiario.es, cómo se financia y qué tal le va?

—elDiario.es es un pequeño milagro para cómo es la prensa casi intermedia en todo el mundo. Empezamos siendo apenas 12 personas, que fundamos un grupo de periodistas con nuestros ahorros, después de que nos hubieran despedido del anterior periódico para el que trabajábamos (Público), y nos hemos convertido hoy en uno de los periódicos más grandes de España, tanto en audiencia, como en suscriptores, como incluso en plantilla. En la redacción de elDiario.es y las ediciones locales que tenemos en nuestra red trabajamos ya más de 200 personas, contando redacción y equipos auxiliares de comercial, administración y gestión técnica, entre otras áreas. Tenemos ya 88.000 suscriptores de pago, a quienes llamamos socios. Hemos conseguido tener una audiencia de alrededor de 1,5 millones de lectores al día. Nos hemos convertido en uno de los 5 o 10 periódicos más leídos en España, según distintas encuestas simétricas. Y lo hemos hecho todo manteniendo un proyecto periodístico muy cuidadoso con nuestra gestión económica. Cuando fundamos elDiario.es, en 2012, teníamos la teoría de que la única manera de ser libres editorialmente era ser libres económicamente. Para eso nos apoyamos en los lectores, en nuestros socios y socias, y gracias a ello hemos conseguido tener un periódico que no ha parado de crecer en todos estos años y que también ha podido ayudar a poner en marcha elDiarioAR.

—¿Qué impacto tiene nuestro trabajo como periodistas? ¿Seguimos cumpliendo un rol, una función importante, por ejemplo para cuestionar al poder o para formar opinión sobre asuntos de interés público, o estamos perdiendo esa batalla contra las redes sociales o el consumo de videos, que a veces da la sensación de que reemplazan o vienen opacando la lectura?

—Yo creo que el periodismo escrito sigue siendo muy importante para la calidad democrática de un país. Creo además que gracias al periodismo escrito se ha generado una relación directa entre la calidad de la prensa y la calidad institucional de los países. O casi todos los países: a lo mejor no en Argentina, donde tienen un gran nivel de prensa y no un gran nivel institucional, pero lo habitual es que vaya muy ligado. En ese sentido en los últimos años ha habido buenas y malas noticias. La buena noticia es que hemos conseguido un acceso brutal a los lectores que antes no teníamos. Ahora mismo, a pesar de que competimos con el video y con otros muchísimos medios, la realidad es que el número de lectores de la prensa escrita es más alto que nunca. Sólo nosotros tenemos un millón y medio de lectores al día, y en este país el periódico [de papel] que más vendía nunca llegó a medio millón de ejemplares. Es decir, que es muchísima más gente.

—¿Y la mala?

—Que al mismo tiempo, ahora, con la llegada de las redes sociales y con la desintermediación de internet, estamos perdiendo pie en cierto acompañamiento de la sociedad a la hora de poder ejercer el papel de contrapoder que tenemos. Por un lado porque los poderes, sobre todo políticos, comunican directamente con sus comunidades, con sus votantes, con sus seguidores, y de esa manera arbitran sacándonos a los medios de comunicación de la ecuación. Casi todos los procesos populistas de todo el mundo, y ustedes en la Argentina tienen uno muy reciente y muy importante, lo que hacen es negar la legitimidad de la prensa para hablar de lo suyo. Dicen: esta gente les miente siempre. Negarnos la credibilidad. Y no siempre funciona, pero en muchos casos sí. Esto que inventó [Donald] Trump, de negarle cualquier credibilidad a todo medio, de tal manera que era convertir a él en alguien inmune a cualquier crítica, lamentablemente está funcionando en todos los medios.

—¿Tenemos futuro los periodistas o nos van a reemplazar las máquinas?

—Las máquinas van a reemplazar parte del trabajo que hasta ahora hacían los periodistas. Pero creo que el tipo de periodismo que van a reemplazar no va a ser el periodismo de vigilancia del poder. En los últimos años, por la influencia que tienen las plataformas, fundamentalmente Google en la audiencia de los medios, se ha generado mucho periodismo chatarra, periodismo de muy baja calidad. ¿Es periodismo darte la receta de cuánto tiempo hay que cocer las papas? Si tú buscas en Google, verás que esa “noticia” la responden muchísimos medios de comunicación porque les genera audiencia, porque les genera tráfico. Ese tipo de periodismo chatarra va a ser sustituido por la IA, en parte porque la respuesta ya no te la dará Google mandándote a otro medio, te la da directamente el buscador por medio de una IA que te responderá sin necesidad de pasar por ningún paso más. Pero el tipo de labor de investigación, de contrapoder; ese tipo de periodismo de calidad que el lector reconoce dudo mucho que pueda ser sustituido por una IA. Las IAs sí nos van a ayudar a hacer mejor nuestro trabajo. Nosotros las utilizamos ya para algunas cosas.

El tipo de labor de investigación, de contrapoder, ese tipo de periodismo que el lector reconoce como de calidad dudo mucho que pueda ser sustituido por una IA. Las IAs sí nos van a ayudar a hacer mejor nuestro trabajo

—¿Para qué, por ejemplo?

—Fundamentalmente para transcripción de entrevistas de audio a texto. Luego hay que editarlas, claro, pero te quita mucho trabajo, dado que antes a un redactor le llevaba dos o tres horas de trabajo. Estamos utilizando la IA también para análisis de textos ya publicados por el diario. Ahí tenemos una herramienta que te evalúa las noticias que publicamos y te alerta si encuentra algún tipo de error basado en una serie de prompts determinados, de cuestiones que le preguntamos a la IA y que están programadas para que nos dé una respuesta. Esto no te vale para medir los textos de mucha calidad, pero sí que te vale para evaluar los de baja calidad, y mejorarlos. Y como este tipo de herramientas, creo que van a surgir muchas más. La esencia de nuestro trabajo se va a transformar, nos ha pasado con todas las herramientas tecnológicas en los últimos años, pero no va a desaparecer.

—¿Qué consejo les daría a los jóvenes periodistas que insisten en estudiar periodismo y se imaginan trabajando en un diario?

—Yo creo que ahora hay una mala noticia y una buena noticia. La mala noticia es que, al menos en España, cada año salen de las facultades de periodismo casi tanta gente como ya hay trabajando. Por lo cual es un oficio con un nivel de sobreformación de gente cualificada para él, que luego no consigue un empleo. La buena noticia es que ahora mismo ningún joven periodista necesita que le den una oportunidad en un medio de comunicación. Puede experimentar con video, puede experimentar con podcast, puede experimentar con las redes sociales, con TikTok, y puede generar allí su propia oportunidad laboral. Es decir, puede probarse a sí mismo, probar que puede hacer cosas, encontrar un lenguaje propio y un público distinto. Muchas de las cosas más interesantes del periodismo, sobre todo destinado a públicos jóvenes, se está haciendo de esta manera: gente que no pasa por una redacción, que se monta su micromedio de comunicación y que puede incluso en muchas ocasiones convertirlo en algo rentable. Creo que el mejor consejo a cualquier alumno de periodismo es ese: aprovecha todas las herramientas que tienes a tu alcance para probar que puedes ser un buen periodista. Demostrar que puedes ser un buen periodista. A muchos de ellos les está yendo bien.

—¿Por qué España es el país que más crece en Europa, el motor del crecimiento europeo, nada menos, y los derechos sociales parecen inclusive haber evolucionado en los últimos años, en un mundo en que el Estado de Bienestar es ya casi historia, y sin embargo el gobierno de Pedro Sánchez tiene una oposición tan fuerte que parece que estuviera está en riesgo permanente de caer?

—La situación económica en España es excepcional. Muy por encima de las previsiones, hemos estado los últimos cuatro años muy por encima de la media europea de crecimiento. En años donde Alemania y Francia estaban hundidos o estaban en crisis, en España se estaba creciendo, se sigue creciendo muy por encima de la media europea, y a pesar de esa situación económica tan boyante, el gobierno está permanentemente con un golpeteo durísimo por parte de la oposición. Creo que hay que entender qué ha pasado aquí desde el punto de vista parlamentario. Este es un país parlamentario, es una democracia parlamentaria, y la debilidad de Sánchez está siempre en la necesidad de encontrar la mayoría en un parlamento muy fragmentado, donde ningún partido tiene la mayoría desde hace muchos años. Desde 2015 no hay ninguna mayoría absoluta en España y desde entonces los gobiernos están en una inestabilidad permanente.

—Pero las alianzas políticas les permitieron seguir en el poder.

—Esa situación de ausencia de mayorías ha llevado a Sánchez a tener que apoyarse en partidos catalanes y vascos, fundamentalmente, que generan una gran reacción de la derecha española, porque son partidos, en el caso de los partidos vascos, que en su momento fueron partidarios incluso de ETA, del independentismo terrorista; y en el caso de Cataluña, que han protagonizado el último intento secesionista. Son partidos que, sobre todo el caso vasco, ya no tienen tanto que ver con aquel pasado, pero que vienen de ahí, como Sinn Féin en Irlanda viene también de sus nexos con el IRA, y que generan una reacción muy virulenta por parte de la derecha española, que también se ha acentuado porque en 2023, en las últimas elecciones generales, contra pronóstico, la derecha perdió. Pensaban que iban a conseguir una mayoría, pero se quedaron a las puertas, no consiguieron sumar su mayoría, y eso ha generado en esa derecha una sensación mayor de hambre de balón: estamos a punto, no conseguimos pero estamos a punto. Y eso explica por qué frente a la situación económica de España, que es bastante buena a pesar de algunos claroscuros, la derecha está en una situación de que puede en cualquier momento tumbar al gobierno, porque las mayorías parlamentarias del gobierno son débiles. La última se apoya en un partido que no es progresista, que es Junts, el partido del expresidente [Carles] Puigdemont de Cataluña, un partido independentista, ¡que es un partido conservador! Y eso hace que haya unas matemáticas en el parlamento un poco complejas, que es lo que explica esa aparente debilidad permanente de Sánchez, de que esté siempre a punto de caer.

—Hablando de Sánchez, en la Argentina hay algo que nosotros conocemos muy bien, porque fue denunciado por la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner: el lawfare. ¿Funciona aquí esa suerte de partido judicial que juega en la política española?

—No tengo ninguna duda: hay un partido judicial. El último episodio lo hemos visto esta misma semana: justo cuando se empezó a tramitar y negociar la ley de amnistía, en el momento en que se empezó a negociar la posibilidad de un perdón parlamentario para todos los implicados en el proceso independentista catalán, un juez de la Audiencia Nacional puso en marcha una investigación por terrorismo contra Puigdemont, el líder catalán, y contra varios dirigentes independentistas más. Es una investigación cuyo principal objetivo, y lo logró, fue complicar la negociación de la ley de amnistía a la que iba ligada la negociación de la investidura de Pedro Sánchez. Si no había amnistía, no había investidura, y torpedeando la ley de amnistía se impedía la investidura de Sánchez. Esta investigación ha estado abierta durante meses, meses, meses, meses, y justo esta semana se ha tenido que archivar porque el juez no había hecho los trámites para pedir las prórrogas necesarias para la investigación de manera adecuada, y ya han anulado la causa. Entonces, te quedas diciendo, vamos a ver: o este juez estaba ejerciendo un lawfare de manual o es un incompetente que ha dejado un grupo terrorista en libertad.

La Argentina de Milei, en los ojos de España

—¿Cómo es percibida la política argentina? ¿Se entiende algo?

—El resumen corto y donde está el consenso ciudadano en España es que Milei es un loco, que Milei es un presidente completamente imposible, que sólo se explica por los desastres anteriores de Argentina. Es un poco el resumen corto que se hace en España cuando se hace el análisis de qué ha pasado en Argentina, que de repente llega alguien que hace que Donald Trump parezca un moderado. Y luego ha pasado otra cosa en España, que es que Milei conecta muy bien con una ala ultraliberal dentro de la derecha española, representada por la extrema derecha de Vox. Vox es una extrema derecha ultraliberal, a diferencia de la francesa, que es intervencionista. La extrema derecha española, que viene del PP de Madrid, de esta ciudad, es muy muy liberal. Y conecta muy bien también con Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid, que está en el PP pero que representa el ala más derechista del PP, y que de repente se abrazó a Milei un mes después de que Milei viniera aquí a protagonizar el acto inicial de campaña de la extrema derecha en Europa.

—Aquel mitin de mayo.

—Sí. Milei vino aquí a dar el mitin de salida de la extrema derecha en España. Después volvió a recoger una condecoración que entregaba una asociación ultraliberal, el Instituto Juan de Mariana, muy relacionada con el mundo del PP madrileño. No del PP nacional, del PP madrileño. Después tuvo una recepción por parte de Ayuso incumpliendo la propia legislación española. Durante el momento independentista catalán, el PP legisló para impedir que Cataluña tuviese acción exterior, tuviese política exterior. E hizo una ley que obligaba a los presidentes autonómicos, como es Ayuso, a tener que informar y pedir permiso al Ministerio de Exteriores para hacer gestiones diplomáticas.

—El PP hizo la ley y el PP incumplió la ley.

—La hizo Mariano Rajoy y la incumplió Isabel Díaz Ayuso. Pero ha pasado una cosa peculiar: esa visita de Milei y ese abrazo de Isabel Díaz Ayuso a Milei no ha sido bien recibido por una parte de la derecha española.

—Milei coincide casi al 100% con las banderas de Vox: conservadores en lo social, liberales en lo económico. Pero al parecer divide opiniones en el resto de la derecha española.

—Sí, es que hay que entender que Vox es una escisión del PP de Madrid, no de todo el PP. Santiago Abascal, el fundador de Vox, militó en el PP del País Vasco pero luego se vino a Madrid y estuvo los últimos años en el PP de Madrid, el que lideraba la presidenta autonómica de entonces, Esperanza Aguirre. Conservadores en lo social, ultraliberales en lo económico. O por lo menos de boquilla. No eran muy intervencionistas para Ayuso. Y ese discurso de Vox, que se extiende al PP de Madrid, conecta con esos dos puntos: con Milei y también con la presidenta de la Comunidad de Madrid. Isabel Díaz Ayuso es, de todos los candidatos del PP, la que más rivaliza por el voto de la extrema derecha. La más competitiva. El PP en Madrid saca mejores resultados en las autonómicas con Isabel Díaz Ayuso que en las generales, con Alberto Núñez Feijóo. Porque el mensaje que da Isabel Díaz Ayuso es, en muchos ámbitos, indistinguible del de Abascal. Y por eso se abraza a Milei, porque representa también ese tipo de derecha. Pero al mismo tiempo, en el PP hay otras derechas, y sobre todo fuera de Madrid, que han visto como un enorme error político el abrazarse a Milei. Porque muchos votantes del PP detestan a Milei. No comparten nada, por ejemplo, esta idea que dijo en Madrid, que fue muy criticada, en contra de los impuestos. Dijo que nacen de la violencia, que el propio impuesto es directamente un robo y que no existía la justicia social. El PP, o una parte del PP, defiende la justicia social, defiende los modelos fiscales. Recaudan impuestos y les parece bien. Y creen que son necesarios para cualquier administración y para cualquier Estado moderno. Entonces, ese gesto de Ayuso, abrazándose a Milei, provocó una cosa curiosa, que es que se quedó fuera de juego. No solamente con el PP nacional, con todo el resto del PP, sino incluso con muchos periódicos de Madrid, que normalmente son muy favorables a Ayuso, periódicos conservadores, y que en este caso la criticaron.

En el Partido Popular hay otras derechas, y sobre todo fuera de Madrid, que han visto como un enorme error político que Isabel Díaz Ayuso se abrazara a Milei. Porque muchos votantes del PP detestan a Milei

—Y si tuviese que hacer una interpretación de la opinión pública española respecto de Milei, ¿qué diría? ¿Les gusta porque está en contra del socialista Pedro Sánchez? ¿O porque es un anarcocapitalista, que propone no pagar los impuestos y que a la vez está en contra del aborto legal?

—No, en España, por ejemplo, la posición sobre el aborto legal es tan mayoritaria que el PP se vio obligado a aparcar en un cajón su intento de reforma de la ley de aborto. No se atrevieron, porque no existían mayorías sociales para ello. Toda la izquierda, o la mayor parte de la izquierda, está a favor, y la mitad de la derecha también. Con el tema de los impuestos sucede algo similar. Hay un porcentaje de la derecha española que está a favor de este discurso anarcoliberal, pero es pequeño. Sí defienden bajar impuestos, pero no abolir los impuestos. Nadie defiende abolir los impuestos, volver al patrón oro o ese tipo de medidas locas que propone Milei. Es un auténtico experimento. Aquí no solo no se aplicaron sino que se observó impopular aplicar medidas así. Y con Milei sucede una cosa parecida. De hecho, si se miran los discursos que hizo públicamente cuando surge el conflicto entre Milei y el gobierno de España y Pedro Sánchez, hay una parte de la derecha que lo que hace es criticar a los dos por igual. Pero no se abraza a Milei. O sea, Núñez Feijóo dice: muy mal los dos. Muy mal Milei y muy mal Sánchez. Y se va a una posición donde sabe que tiene a mucha de su gente a favor. Pero yo creo que Milei tendría más detractores que partidarios en la opinión pública española, si hiciésemos una encuesta. Porque desde luego toda la izquierda lo rechaza. pero hay una parte de la derecha también.

En España, la posición sobre el aborto legal es tan mayoritaria que el PP se vio obligado a guardar en un cajón su intento de reforma de la ley de aborto. No se atrevieron, porque no existían mayorías sociales para ello

—Milei ejerce alguna influencia por las ideas que propone, por su forma de pensar, o tan solo llama la atención por las cosas que dice y por su estilo tan extravagante.

—Yo creo que Milei es probablemente el presidente argentino más conocido de la historia en España desde [Juan Domingo] Perón.

—¿Más que Cristina?

—Más que Cristina, sí. Porque es un personaje histriónico, pero eso no es popularidad ni influencia, eso es sólo conocimiento. O sea, eso no es una popularidad ligada a una influencia real o un reconocimiento real. No. Es la popularidad de un payaso, no es la popularidad del Nobel de Economía. Y lo que sí hay es un consenso de que es un líder inimaginable en España.

Milei es probablemente el presidente argentino más conocido de la historia en España desde Perón

—¿Qué significa la victoria de la izquierda en Francia?

—Es una muestra de que la participación es clave en cualquier proceso electoral. En España, en Europa, el voto no suele ser en ningún sitio obligatorio y son participaciones en muchos casos muy bajas. Y no es la primera vez que ocurre en Francia: cada vez que existe un riesgo real de que la extrema derecha puede llegar a gobernar, a tener una influencia real, el sistema de segundas vueltas que existe en Francia se moviliza a la contra de la ultraderecha, y lo para. No es la primera vez que le ha pasado. Le pasó a [Jean-Marie] Le Pen padre, le pasó a [Marine] Le Pen hija y le ha pasado ahora en su última encarnación. Y aquí ha vuelto a pasar con el añadido de que ha habido una alianza, no solamente del Frente Popular a la izquierda, sino una alianza entre el Frente Popular y el macronismo, el centro, para pactar la retirada de candidatos que hiciesen que el partido de la extrema derecha, que el partido de Le Pen, quedase tercero. Primero en votos, tercero en escaños. El dato de los votos es engañoso porque los comparan con los partidos que se han retirado de muchas circunscripciones para que el resultado, el número de escaños, fuese más óptimo. Y es una excelente noticia porque, además, digamos que lo que pasó en España en el verano de 2023, que también es el resultado inesperado para la derecha de ser derrotada en España, tuvo que ver con la alianza de la derecha tradicional española con la extrema derecha, que representa Vox. Eso provocó una alianza en su contra de un montón de ciudadanos que le dieron la derrota al PP. No consiguieron gobernar, aunque fuesen la lista más votada.

—De todas maneras parece que las extremas derechas están de moda. ¿A qué lo atribuye?

—Fíjate que una de las claves es, precisamente, que nunca lleguen a gobernar. Porque eso hace que nunca puedan frustrar a los ciudadanos. De hecho, en los países en los que la extrema derecha ha gobernado recientemente, o tiene algún papel, las siguientes elecciones caen. Es decir que el problema que tiene la extrema derecha, o la ventaja que tiene la extrema derecha, es que al no poder gobernar, no puede frustrar, no puede desencantar, no puede dejar promesas sin cumplir, no puede decepcionar. Probablemente algún día veremos a la extrema derecha gobernar Francia. No ha sido hace unos días, pero pasará en algún momento. Y probablemente ese día empiece su declive también.

—Claro, porque tienen que demostrar en la gestión lo que proponen en campaña.

—Hay discurso fácil contra la inmigración, discurso fácil contra las instituciones, aunque eso después tiene algún tipo de realidad. Aquí, por ejemplo, sí está pasando que la extrema derecha, que gobierna en muchas administraciones locales y autonómicas como socio pequeño de la derecha tradicional, del PP, ha empezado en esos sitios a tomar algunas decisiones y ha empezado a tener problemas. Porque, por un lado, genera una reacción de muchos ciudadanos que, por ejemplo, no comparten los discursos extremistas sobre la inmigración que protagonizan estos partidos. España es uno de los países más seguros del mundo en índice de criminalidad. No existe aquí ningún problema de asesinatos, ni de robos, ni de homicidios, ni nada por el estilo. Es un país segurísimo. Y aún así la extrema derecha lo presenta como si aquí estuviésemos, no sé, con gente con machetes por la calle. Claro, cuando de repente llegan a las instituciones aplican medidas tan exageradas como sus diagnósticos, de repente empiezan a generar una reacción a la contra y también una pérdida de popularidad de gente que los votó y dice: pero esta gente es incapaz de hacer lo que me propuso.

—¿Qué países cree que están en Latinoamérica en riesgo de un retroceso democrático?

—Desde luego Argentina. El hecho de que haya varias personas presas durante semanas ya por protestas civiles era algo que no podíamos imaginar que pasara. Lo que está pasando con [Nayib] Bukele es también terriblemente preocupante. Lo que está ocurriendo también en Nicaragua. En fin. Hay muchos países del continente que están teniendo un retroceso claro en libertades democráticas, en libertades individuales. Con discursos supuestamente liberales, en algunos casos. Cuando hablas con la gente, por ejemplo, del diario El Faro (N.d.l.R.: periódico digital de El Salvador) y te cuentan que han tenido que huir del país porque el gobierno los quiere encarcelar a todos, pues te preguntas si algo así podría llegar a más países. Y desde luego lo que está ocurriendo en Argentina, con estas primeras respuestas de Milei ante protestas ciudadanas, es un muy mal presagio.

—Lo que da cuenta que los retrocesos democráticos pueden darse con gobiernos de derecha y de izquierda.

—Sí, desde luego. Pero fíjate, antes hablaba de que una de las razones por las que la extrema derecha no cae es porque no gobierna, cuando gobierna cae. Pero hay un riesgo siempre: la extrema derecha, en su esencia, en su ADN, tiene la negación del sistema democrático. 

—A Milei, precisamente, se lo han preguntado: durante la última campaña electoral presidencial, la periodista Luciana Geuna le preguntó textualmente si creía o no creía en el sistema democrático. Milei no le contestó.

—No cree en la democracia. Es que es bastante evidente: no llegas a las recetas de la extrema derecha si crees en la democracia.

Por Juan José Domínguez-ElDiarioAR