El Presidente y Guevara nacieron aquí, fueron tildados de locos y son íconos globales de posturas ideológicas.
A veces los hechos políticos hay que analizarlos no solo por lo que producen, sino también por lo que se hubiese dicho si no ocurrían. El “pacto de mayo julio” fue un acto simbólico que por ahora no traerá consecuencias prácticas. Sin embargo, ¿qué habría sucedido si finalmente no se realizaba, o iban pocos gobernadores? Pues fue un punto positivo para el Presidente –19 sobre 24; no está nada mal–, aunque quedó flaco en cuanto a convocatoria amplia (¿o fue deliberado?). A mí no me gustaría tener al calabrés enojado conmigo, pero “jamoncito” sabrá qué hace.
Si Tucumán fue el inicio de una segunda etapa en la presidencia Milei, solo se verá con el tiempo. Una cosa es que el Gobierno quiera iniciar una nueva fase y otra cosa es que pueda lograrlo. Está claro que la demoradísima llegada del “coloso” al gabinete traerá una agenda recargada en materia de reformas. Esta semana se cerraron 130 registros del automotor, se avanzó fuerte con la desregulación aérea, y hubo un ida y vuelta con Télam, básicamente desmantelada. Todo esto está sucediendo en un marco de bastante paz social y sin que los gremios involucrados incendien nada (por ahora). ¿Pasividad es resignación o aprobación tácita? Con lo visto hasta acá, la agenda libertaria parece avanzar con mayor facilidad que la imaginada.
De todos modos, la agenda del “coloso” quizá colisione con: 1) lo que proponga el Consejo de Mayo, y 2) la trabajosa estrategia política que viene desarrollando Guillermo Francos. Las cosas no suceden porque se quiere, sino porque se puede. Y el poder hay que construirlo día a día. Algunas lecciones se han aprendido, pero esto recién empieza y es muy dinámico (y si no, consultar con Le Pen, Macron y Mélenchon).
Así, el Gobierno se lanzó al optimismo y el ministro Caputo sobrevendió un camino de rosas en su relación con el FMI. Pero el Fondo es algo así como el Vaticano de las finanzas mundiales: hace pocas horas respaldó al vilipendiado Rodrigo Valdés y le bajó el volumen a la revolución de la alegría que Toto anunció un día antes. Pero claro, el organismo multilateral (¿o unilateral?) también tiene sus cuitas. No avalan este programa cambiario y monetario, y no va firmar un solo papel si el Gobierno no dice cómo y cuándo saldrá del cepo. Si le dan plata fresca a la Argentina, aumentarían su exposición, lo cual no suena recomendable. También hay que reconocer que no todo lo que este país hizo en el pasado y salió bien tenía el ok del Fondo (por ejemplo, la convertibilidad de Cavallo). La clave es acumular reservas, lo que así parece complicado.
Llegadas las circunstancias, ¿Milei aceptaría cambiar el esquema económico actual? Difícil. En primer lugar, porque –como aseguran los baqueanos de varias gestiones económicas– cuando estás dentro de la tormenta, es raro que les prestes atención a las opiniones críticas de todo tipo. Segundo, porque el Presidente cree que, si cambia y sale mal, la pregunta será por qué no se mantuvo en su senda. Entonces, prefiere correr el riesgo de morir con las botas puestas. Y tercero, salir del cepo ahora y comerse un reflujo inflacionario podría arruinar el capital que tiene en la opinión pública, siendo más difícil vender la idea que “esta vez el esfuerzo vale la pena”. Por supuesto que la pregunta del millón seguirá siendo cuánto tiempo resiste este esquema económico de inflación no tan baja + recesión prolongada + tensión cambiaria. Danger 1: el índice de confianza del consumidor de la Universidad Di Tella cayó después de cuatro meses de subida. Danger 2: el campo desmejoró sus inversiones en maquinaria agrícola en junio respecto de mayo.
En donde sí estuvo astuta la administración Milei fue en hacer el desfile militar del 9 de Julio, después de varios años. Más allá de la trepada al tanque –que habría sido idea de Petri y que la veloz Villarruel lo desplazó y se ganó la foto con el león–, lo cierto es que 1) las FF.AA. a fin del año pasado eran la institución con mejor imagen de la Argentina, y 2) el evento fue al corazón simbólico-afectivo de su núcleo duro. Esta mezcla de liberalismo económico con enfoque conservador-nacionalista ya la vimos en el pasado vernáculo, en la segunda mitad de los 60.
Como venimos marcando en esta columna, la gestión sigue en un punto de equilibrio entre la aprobación y la desaprobación desde abril. Pese a los contratiempos que ha tenido, y que la demanda social primordial fue mutando de la inflación al desempleo, lo cierto es que el apoyo se está mostrando bastante inelástico. Esto no lo hace a Milei de teflón –entre otras cosas porque todavía no ha tenido su primera gran crisis–, pero es un indicador temprano de la dinámica social frente a un experimento inédito, al cual no se le pueden aplicar automáticamente las reglas de análisis a las que estábamos habituados. Mucho más con todos los sectores opositores recalculando, al mismo tiempo que La Libertad Avanza en su armado partidario a toda marcha.
Una buena muestra de que la dinámica es otra y que los actores van aggiornando sus estrategias frente a lo novedoso la dan dos decisiones de la CGT. Por un lado, postergaron un paro inminente para ver si pueden construir un puente de negociación con el oficialismo. Por el otro, ha establecido que el cuestionamiento legal a la reforma laboral aprobada lo haga cada gremio en particular y ya no la central sindical. Los gordos están donde están porque, en otras cosas, saben leer a sus bases y al clima de la opinión pública.
Para terminar: ambos han nacido en la Argentina, han sido tildados de locos, impulsaron revoluciones, son hombres de armas llevar (simbólicamente uno, no el otro). Ambos se han convertido en íconos globales de sus respectivas trincheras ideológicas y son protagonistas de experimentos poco usuales. A Milei solo le faltaba subirse a un tanque de guerra y lo ha logrado. Curiosamente la letra de Silvio Rodríguez reza: “Tu amor revolucionario / Te conduce a nueva empresa / Donde esperan la firmeza / De tu brazo libertario”. ¿Ernesto Guevara la vio?
Por Carlos Fara