Como si nada, la Vicepresidenta mantuvo su agenda paralela y diferenciada a la del Gobierno, después de que recibió la mayor desautorización pública desde la Presidencia en lo que va del mandato.
Victoria Villarruel estuvo estos días de visita por Catamarca, para asistir a la Fiesta Nacional del Poncho, y aprovechar para mostrarse con el gobernador Raúl Jalil, uno de los peronistas que apoyó la ley Bases y el paquete fiscal.
La vice viaja habitualmente a estas celebraciones provinciales, como parte de su perfil nacionalista. Pero esta vez era especial: se trataba de su primera aparición pública desde que hizo un posteo muy crítico contra Francia, que generó la réplica negativa de Javier Milei (“no fue un tuit feliz”) y un pedido de disculpas personalizado de su hermana Karina al embajador galo en Buenos Aires.
“No voy a hablar del tema”, les aclaró al equipo que la acompañó en la recorrida catamarqueña y que seguramente será el mismo que lo haga cuando visite la Exposición Rural en Palermo esta semana, antes que el Presidente lo haga el domingo. Ah, esa participación la hará como presidenta en ejercicio, con Milei en París por los Juegos Olímpicos e intento de cumbre con Emmanuel Macron.
El silencio de Villarruel contrastó con un gesto. En su cuenta oficial de X, red clave en la comunicación política de este tiempo y particularmente entre los libertarios, fijó su posteo controvertido y descalificado por la hermandad presidencial. Como para evitar que se pierda. Y mostrarse desafiante, claro.
Sin embargo, alrededor de la Vicepresidenta circulan peores sensaciones respecto a la relación con el Poder Ejecutivo, que ya era difícil antes este nuevo incidente. Hasta ahora, Villarruel prefería salvar a Milei de estos cortocircuitos y culpar a su entorno. Esto es: Karina y Santiago Caputo, el asesor premium. Pero empieza a creer que ciertas novedades serían difíciles de entender sin la anuencia de “jamoncito”. Más allá del posteo.
Por caso, la vice se percató de que sectores del Gobierno y de la Cámara de Diputados empezaron a responsabilizarla de la polemiquísima visita de seis legisladores a represores alojados en el penal de Ezeiza, con condenas a perpetua por delitos de lesa humanidad. Se sabe de su reivindicación histórica de estos personajes y de lo que llaman “memoria completa” (¿o la teoría de los dos demonios?).
Villarruel jura que desconocía este periplo aunque lo aprueba. Curioso que haya evitado pronunciarse. Uno de los diputados visitantes fue Guillermo Montenegro, su ex mano derecha política, quien llegó con el resto del tour legislativo en una combi oficial de la Cámara. La vice intuye que Martín Menem, presidente de los diputados y escudero de Karina Milei, pretende salpicarla para salvar su ropa.
En ese mismo tren, la presidenta del Senado tomó nota que deberá incumplir el acuerdo que hizo con el PRO para que el misionero Martín Goerling encabece la bicameral de control de las actividades de inteligencia. El asesor Caputo dispuso que ese lugar sea para el peronista entrerriano Edgardo Kueider, con el que llegaron a veloces intercambios para que apoyara la ley Bases y el pack fiscal. Kueider deberá controlar a quien lo promueve en el cargo, ya que el joven Caputo está detrás de la reorganización de los servicios de inteligencia. Eso sí, como facturista.
A propósito del regreso de la SIDE, Villarruel recibió la información de que la espían. Ya no se trataría sólo de las patrullas digitales paraoficiales que buscaron desacreditarla hace unos meses (y ella expuso), sino lisa y llanamente de algún tipo de seguimiento. El dato se lo habría transmitido un militar retirado que pulula en esos ambientes viscosos.
Todo este combo intrigante lleva a la Vicepresidenta a suponer que hay intenciones del Gobierno de correrla de su cargo, con el mismo principio disciplinador que ha caracterizado a todos los despidos de altos funcionarios. ¿Cómo harían? Porque a Villarruel no se le ocurre dar un paso al costado (“a mí me votó la gente”, repite) e intenta proyectarse políticamente.
Mientras, fiel a su estilo, espera. Habrá que ver si a la defensiva o agazapada.
Por Javier Calvo-Perfil