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El día después de Pedro Puerta: entre la lealtad y la supervivencia

Esta semana la Cámara de Representantes dejará sin fueros al diputado Germán Kiczka y la justicia podrá avanzar con la investigación por tenencia de material de pornografía infantil que tramita en su contra. En su peor hora, Pedro Puerta interpretó mal una de las máximas de Juan Bautista Alberdi.

El escándalo que envuelve al todavía diputado provincial Germán Kiczka, acusado de tenencia de material pornográfico infantil, colocó en una posición crítica al partido Activar y, especialmente, a su líder, Pedro Puerta. La semana que viene, la Cámara de Representantes se prepara para discutir el pedido de desafuero del legislador, impulsado por el Frente Renovador de la Concordia, en lo que parece ser el preludio de una tormenta política que sacudirá no solo a Kiczka, sino también a todo el espacio político que representa y la oposición en su conjunto
con la llegada de quién se transformará en su reemplazante en caso de ser expulsado por sus pares.

Desde el primer momento, el escándalo expuso la falta de reflejos políticos por parte de Pedro Puerta. En lugar de actuar con rapidez y marcar una distancia clara de su “ladero” involucrado en un delito tan aberrante, Puerta optó por una postura ambigua, permitiendo que la bola de nieve crezca sin control. Esto no solo salpicó a su espacio político, sino que también puso en riesgo su propia carrera, que hasta hace poco mostraba signos de crecimiento dentro de la interna de Juntos por el Cambio, que comparte con la Unión Cívica Radical (UCR) y el PRO.

La demora de Puerta en tomar decisiones firmes plantea serias dudas sobre su capacidad para liderar un espacio que se presenta como una alternativa seria en la política misionera. En este contexto, la pregunta que surge es inevitable: ¿cómo pudo Puerta subestimar el impacto de tener a un socio tan cercano envuelto en un escándalo de esta magnitud? La respuesta puede radicar en una combinación de ingenuidad, falta de experiencia y una confianza mal ubicada en su círculo cercano.

En política, la lealtad tiene un límite, y Pedro Puerta parece haber ignorado esta máxima fundamental, que incluso el gran Juan Bautista Alberdi reconocía con su famosa frase: “A los amigos se los acompaña hasta la entrada del cementerio, nada más”. La política no perdona la desidia, y en un mundo donde las percepciones son tan importantes como las acciones, la imagen de Pedro Puerta ha quedado gravemente comprometida. Además de los chats entre Puerta y Kizka que gracias a la tecnología aportada por los Estados Unidos la justicia federal recuperaría a pesar de haber sido borrados y que profundizaría el escándalo, según una fuente de la investigación.

Ahora, con el casi seguro desafuero de Kiczka, el foco de atención se desplazará hacia Puerta. La pregunta es cómo logrará sostener su espacio político sin su mano derecha, especialmente cuando la opinión pública y sus propios aliados lo vean como cómplice, al menos por omisión, de un escándalo que podría haber evitado o mitigado con una reacción oportuna.

Para complicar aún más la situación, la posible salida de Kiczka de la Cámara de Representantes abriría la puerta a Paulino Javier Mela, un dirigente radical ambicioso que dentro del partido es calificado como una figura “controversial y conflictiva”, según los conocedores de los pasillos de la sede de la avenida Francisco de Haro. La entrada de Mela podría desatar una nueva ola de tensiones dentro de Juntos por el Cambio, agravando aún más
el ya complicado panorama político de la oposición que actuó en sociedad y permitió que un denunciado por poseer material de pedofilia, ingrese a la Cámara de Diputados.

Pedro Puerta enfrenta un desafío que pondrá a prueba no solo su capacidad de liderazgo, sino también su supervivencia política. Si no maneja esta crisis con la destreza que hasta ahora ha demostrado carecer, su incipiente carrera podría quedar sepultada junto con la de su socio y amigo Germán Kiczka. En política, como en la vida, a veces es necesario saber cuándo dejar ir, incluso a los más cercanos.

Por Sergio Fernández