La última vez que un demócrata pintó de azul el mapa texano en unas elecciones presidenciales fue hace 48 años. En 1976, el demócrata Jimmy Carter se quedó con los votos electorales del estado de la estrella solitaria, derrotando a Gerald Ford con apenas un 51% de los sufragios. Desde entonces, Texas ha sido un bastión republicano y un territorio con el que los conservadores cuentan dentro de sus cálculos para alcanzar los anhelados 270 votos del Colegio Electoral. Sin embargo, la tendencia de las últimas dos décadas crea cada vez más señales de alarma para el partido rojo. Lo analizamos.
No tiene los rascacielos de Nueva York, ni los parques de atracciones de Florida, tampoco el universo cinematográfico de Hollywood. Sin embargo, las representaciones o clichés de Texas se afincan con fuerza en el imaginario colectivo.
Esta es la planicie petrolera de los ranchos, el sol ardiente y los cowboys. Un centro activo para las comunidades ultra religiosas del llamado “cinturón bíblico” del sur del país. Y también, un estado con una fuerte identidad donde se vive con un orgullo casi desafiante bajo el famoso lema “No te metas con Texas”.
Juan Hernández, asesor político que trabajó en campañas conservadoras como las de la dinastía Bush, lo define como “un estado rebelde” y enfatiza que para entender a Texas, hay que recordar que esta tierra fue un país independiente (1836-1845) y aún se auto percibe como tal.
Más allá de los imaginarios construidos por décadas, Texas es uno de los estados más dinámicos y cambiantes del país. Es el segundo más grande (después de Alaska), el motor de la independencia energética de la que posiciona hoy a Estados Unidos como el primer productor de petróleo y gas y también uno que atrae cada vez más a grandes empresas como Tesla, Disney+ o Meta gracias a las ventajas fiscales.
“Los impuestos son más bajos en Texas. No hay impuesto estatal como en California. Tiene un ambiente muy pro-negocios que invita abiertamente a las empresas de otros estados a ubicarse aquí”, confirma Hernández.
Y las cifras son contundentes. Si Texas fuera hoy nuevamente un país independiente, sería la octava economía del mundo.
Su poderío es un imán para quienes buscan oportunidades. En 1960 contaba con 9,5 millones de habitantes. Pero desde principios del siglo XXI se ubica en segundo lugar, detrás de California.
Más de 25 millones lo habitaban en 2010 y la pandemia de Covid-19 terminó de inclinar las dinámicas: para 2022, mientras California registraba por primera vez una pérdida neta de medio millón de habitantes, Texas había sumado 900.000 residentes a sus filas en el mismo periodo. En 2022, Texas superó las 30 millones de personas, de las cuales 11 millones son latinas.
En su demografía destaca una edad promedio de 35 años, frente al promedio nacional de 39 años de edad. En 35% de los hogares se habla un idioma distinto al inglés, mientras que a nivel nacional esa cifra es del 22%.
La gente llega de otros países, pero también de otros estados en busca de un mejor clima, de oportunidades laborales diversas y de mejores condiciones de vivienda que en otros lugares se hacen simplemente impagables. Mientras que el costo promedio de una casa en California se acerca a los 800.000 dólares, en Texas es de unos 348.000.
“La tasa de desempleo en algunas ciudades en Texas es increíblemente baja. A donde quiera que vayas verás empresas buscando trabajadores”, le dijo a France 24 Jesse Treviño, un demócrata retirado que vive en Laredo y que trabajó escribiendo discursos para funcionarios de la Administración Clinton, así como en la campaña de Al Gore.
Líneas rojas a los derechos de las minorías
Durante años ha sido fácil asociar a Texas con las ideas más radicales de los alfiles del Partido Republicano. El actual gobernador del estado, Greg Abbott, apoyó la instalación de un “muro flotante” en las aguas del Río Grande y también de barreras de alambres de púa en la frontera, a pesar de chocar con la ley federal.
Además, bajo la administración de Abbott se han enviado a centenares de migrantes irregulares a bordo de buses hacia ciudades demócratas como Nueva York, un trasteo humano denunciado por las organizaciones que velan por los derechos de los migrantes.
Texas es también reconocido por ser uno de los estados con las mayores restricciones al aborto tras la derogación de Roe vs. Wade en 2022, una histórica ley que protegía el derecho de una mujer embarazada para elegir abortar. En el conservador estado, la ley SB-8 amenaza a los profesionales de la salud que lo practiquen con enormes multas, la pérdida de sus licencias o incluso la cárcel.
Rina Browning llegó hace 24 años a EE. UU. huyendo de Venezuela. Hoy es una activista republicana y dirige una organización sin ánimo de lucro en Houston. Se opone al derecho al aborto: “Las mujeres quieren tener ese derecho, pero como cristiano no puedes quitarle la vida a ningún ser”. En su visión de las cosas, la educación es la solución para que las mujeres “no tengan que llegar a eso”.
Pero para Kate Cox, el problema no fue la falta de educación sexual. Esta texana, de 31 años y madre de dos, recibió una dura noticia en medio de su tercer embarazo: la hija que deseaba padecía de una grave forma de Trisomía 18 y, según los médicos, en el mejor de los casos, la bebé viviría durante una semana después del parto.
Impuso una demanda contra el estado para tratar de obtener el procedimiento médico que necesitaba, pero tuvo que huir de Texas y abortar en Nuevo México. La Corte Suprema de Texas falló en su contra. Consultada por France 24, incluso Browning reconoce que en casos como ese “la ley debería ser un poquito más flexible”.
Texas tampoco es refugio seguro para los integrantes de la comunidad LGBTIQ+. La Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU) reporta que, en 2021, la legislatura texana (ampliamente republicana) propuso 75 proyectos de ley “en contra” de la comunidad LGBTI. Muchos de ellos enfocados en las personas transgénero y no binarias.
¿Qué dicen las tendencias?
La transformación demográfica de Texas ha tenido un impacto directo en la esfera política. Considerado por muchos como el “California republicano”, el estado ofrece 40 votos del colegio electoral a la hora de elegir un presidente (California da 54). Para los rojos (republicanos) las tendencias son inquietantes.
Hace 20 años, George W. Bush aplastó a John Kerry en Texas superándolo por un margen de casi 23%. En 2008, el fenómeno de Barack Obama redujo las brechas, pero John McCain ganó por casi 12%. En 2016, Donald Trump venció a Hillary Clinton por 9% y en 2020, la ventaja entre Trump y Biden fue de apenas 5,6%. El republicano obtuvo 5,8 millones de votos contra los 5,2 del demócrata.
La más reciente encuesta de la Universidad de Houston y la de la Texas Southern University, revelada a la prensa el 22 de agosto, mostraba que la inmigración ocupa el primer puesto en la mente de los votantes, seguido por el estado de la economía y la inflación.
Tres temas en los que Donald Trump ha mantenido la ventaja en los sondeos a nivel nacional. La misma encuesta mostró que, de cara a los comicios, Trump aventajaba a Biden por 9 puntos (49% contra 40%). Las elecciones en Texas se dirigían hacia otra cómoda victoria republicana.
Pero la decisión del presidente Biden de retirarse de la carrera y “pasar la antorcha” a una generación más joven, ahora representada en la figura de Kamala Harris, ha sacudido las placas tectónicas del mundo político.
La nueva candidata azul ya recorta a la mitad la ventaja de Trump sobre Biden. 49,5% de los votantes encuestados seguían apoyando al republicano, mientras que la demócrata atraía a un 44,6%. Una diferencia de menos de 5 puntos porcentuales.
Para Rina Browning, una eventual victoria demócrata en Texas sería “peligrosísima”. Para ella, la llegada de Barack Obama al poder prendió las “alarmas” pues asegura que los azules están utilizando el discurso de la igualdad “para dividir entre pobres y ricos. Tal y como hizo (Hugo) Chávez. Esa película yo ya la vi y sé cómo termina”, opina.
Mientras, Treviño se enfoca puramente en las implicaciones electorales: “Sería un verdadero desastre para los republicanos. Sencillamente un candidato conservador no puede ganar la Casa blanca sin Texas. Hoy por hoy es simplemente imposible”.
La carrera por el Senado también parece complicarse para Ted Cruz, que busca un tercer mandato. El republicano se enfrenta al espectro de perder su escaño en la Cámara Alta ante el demócrata Colin Allred. Según el sondeo, Cruz obtendría un 46,6% contra el 44,5% de Allred. La carrera está dentro del margen de error.
Ted Cruz intentó sin éxito ir por la nominación republicana en 2016 y en febrero de 2021 se vio involucrado en un escándalo cuando fue captado viajando hacia unas vacaciones en Cancún, mientras que al mismo tiempo Texas era golpeado por un frente frío sin precedentes que puso en jaque a la red eléctrica del estado y provocó más de 240 muertes.
La batalla por Texas
Para el exasesor político Jesse Treviño, los demócratas cometieron un error casi “criminal” en Texas. Durante décadas, asegura, “han ignorado por completo a los votantes” de un estado con grandes centros urbanos pero que “mantiene la identidad política de uno rural”. Y aunque Harris ha despertado los ánimos, los demócratas carecen del mas valioso de los recursos: tiempo.
“Cuando ignoras a parte de tu electorado durante años, se necesita una enorme cantidad de inversión. Y habría que lograrlo en un tiempo tan corto como el que ofrece una campaña presidencial. Y eso no ocurre”, opina Treviño.
Pero los fallos han sido también republicanos, como lo reconoce Juan Hernández: “No hemos sabido hablarles a los migrantes, a los latinos y a los nuevos americanos. Los latinos se han ido hacia el lado demócrata, pero continúan teniendo las bases de la familia, la vida y el matrimonio tradicional. Y los insultos de Trump hacia los migrantes y los mexicanos no han ayudado”.
Otros, como Browning, ven en el expresidente la solución para impedir una victoria demócrata en el estado: “El Partido Demócrata abrió las puertas de las fronteras. Es una catástrofe para nuestra gente. Para quienes vienen, las posibilidades cada vez van a ser menores (…) La única persona en la que confío se llama Trump. Es el que puede traer algo de orden”.
Texas, un estado “demócrata demográficamente, pero conservador electoralmente”. Así es como lo define Treviño pensando en la posibilidad de una sorpresa en noviembre: “Bien podría ser que la mayor historia de la noche de las elecciones es que, en efecto, Texas eligió un demócrata. Todos los componentes están ahí. No me sorprendería si ocurre este mismo año, aunque no apostaría mi dinero”. A lo que sí apuesta es que el voto de las mujeres dará sorpresas en 2024 pues, asegura, ha sido “terriblemente subestimado” por las encuestas.
Así como los republicanos han enfocado su campaña en temas como la economía, la inflación y la inmigración, los demócratas han hecho de la protección de la democracia y el derecho al aborto su caballo de batalla.
Kate Cox, la mujer que huyó de Texas para poder abortar, tomó la palabra mientras se anunciaban los votos de los delegados de Texas para Kamala Harris en la Convención Demócrata de Chicago: “No hay nada ‘pro-vida’ en dejar a las mujeres sufrir hasta morir”, dijo ante el auditorio y también aprovechó para anunciar con alegría que está embarazada nuevamente.
Harris ha visto su apoyo crecer como espuma entre las mujeres del país. Una reciente encuesta de Reuters/Ipsos le da una ventaja de 13 puntos porcentuales ante Trump con mujeres e hispanos.
Ese cambio demográfico se convertirá en una competencia racial y étnica
Mientras disfruta del retiro, Jesse Treviño dedica parte de su tiempo a escribir un libro sobre el impacto del crecimiento de la población latina en Texas. Una comunidad en el centro de una transformación sin reversa y que bien podría revertir estados sureños a favor de los demócratas y hacerlos olvidarse de otros como Wisconsin, Michigan y Pensilvania.
“Lo que pasará es que ese cambio demográfico se convertirá en una competencia racial y étnica. Y a medida que Texas se vuelve demócrata, los estados del llamado ‘muro azul’ se volverán republicanos”, asegura Treviño.
¿2024? ¿2028? ¿2032? Para los analistas consultados no se trata de si Texas votará azul algún día, si no de “cuándo”. Para este ciclo electoral, dice Treviño, “incluso si perdiéramos por 1 o 2 puntos, la próxima vez la historia será otra”.
Y a medida que Texas supera a California en población (escenario que podría ocurrir en las próximas dos décadas) sigue en la fila para convertirse en el estado más importante de la Unión y la base alrededor de la cual se organizan todas las competencias electorales del futuro en la primera potencia del mundo.
Por:Andrés Espinal-France24