El economista italiano Mario Draghi, clave en la superación de la crisis financiera europea de hace una década, resumió en un detallado reporte solicitado por la propia UE los caminos que debe tomar con urgencia el bloque comunitario si no quiere quedar rezagado en la competencia frente a EEUU y China.In
El Informe Draghi, preparado por el economista Mario Draghi a pedido de Bruselas, instó a la Unión Europea (UE) a comprometer más inversión en transformación digital, reconversión energética y defensa si no quiere quedar detrás de Estados Unidos y China en la carrera del Siglo XXI, ni ser coaccionada como bloque.
“Si no actuamos, tendremos que comprometer nuestro bienestar, nuestro medio ambiente o nuestra libertad”, advirtió Draghi en la presentación en septiembre de su reporte “El futuro de la competitividad de Europa”, de 400 páginas.
El economista italiano, cuyo liderazgo entre 2011 y 2019 desde el Banco Central Europeo (“whatever it takes”, lo que haga falta) para salir de la crisis europea de la década pasada, se detiene enseguida en la clave del informe: cómo financiar y coordinar las políticas europeas que eviten una “lenta agonía” de la UE.
Invertir más, consolidar los mercados de capitales y eliminar los vetos nacionales a cada decisión, sin embargo, ha levantado históricamente resistencias en la UE, una situación que puede acentuarse cuando la derecha y la ultraderecha crecen incluso en países como Alemania y Francia, motores de la integración europea y sostén de la Comisión Europea recién asumida con el liderazgo de Ursula von der Leyen.
“El problema es que se produce en un momento político europeo particularmente sensible, con muy pocas ganas de cambiar tratados y de promover una mayor integración”, concluye el Instituto Elcano.
Otros ven el informe como un conjunto de buenas intenciones porque, histórica, estructural y culturalmente, Europa no ha podido ni podrá -como un bloque de naciones diversas- darse una economía capitalista tan competitiva, capaz de relegar la dea del welfare state o estado de bienestar, como la de EEUU, China o India.
“En la medida en que un plan es política y culturalmente improbable, no es un buen plan”, opina Janan Ganesh.
Diagnóstico y solución
El trabajo parte de la base de que el modelo por el cual la UE contaba con energía barata para su industria procedente de Rusia, de ilimitados mercados de exportación en China y del paraguas de seguridad de EEUU, ha terminado.
Sumada la pérdida de competitividad y la falta de dinamismo económico (sobre todo comparado con EEUU y perdiendo el tren de la cuarta revolución industrial), ello obliga a un replanteamiento profundo del modelo de crecimiento europeo en varios sectores: energía, materiales críticos, digitalización y tecnologías avanzadas, industrias intensivas en energía, tecnologías limpias, sector del automóvil, defensa, espacio, sector farmacéutico y transporte.
Draghi pone cifras al esfuerzo inversor que debe hacer la UE en esa carrera por mantener un mínimo liderazgo global frente a los avances -y disputas- de China y Estados Unidos: un compromiso de entre 750.000 y 800.000 millones de euros al año para seguir el ritmo de esos dos grandes competidores.
“Para lograr este aumento sería necesario que el porcentaje de inversión de la UE pasara del 22% del PIB actual a alrededor del 27%, invirtiendo así un declive de varias décadas en la mayoría de las grandes economías de la UE”, dice el informe.
Claro que para afrontar semejante inversión el bloque debería tomar préstamos, una opción que trae pésimos recuerdos a la mayoría de los Estados miembro -sobre todo a los de Sur como España, Italia y Grecia- por el mal trago que debieron pasar justamente desde 2010 para estabilizar sus endeudadas economías.
Sin embargo, esta vez Draghi les propone endeudarse para encarar la transformación digital y ecológica de sus economías, así como para sostener actualizadas sus capacidades en materia de defensa.
El problema no es que a Europa le falten ideas o ambición, según Draghi, sino de innovación para vender sus productos.
Y detalla: “La UE debería continuar emitiendo instrumentos de deuda comunes, que se utilizarían para financiar proyectos de inversión conjuntos que aumenten la competitividad y la seguridad de la UE”.
Si no se financian y planifican conjuntamente bienes públicos como redes e interconexiones, equipos de Defensa e I+D en Defensa, se corre el riesgo de que queden infradotados, advierte el Informe Draghi.
Actualmente, como se ve en China y en EEUU, las estrategias industriales combinan muchas políticas -fiscal, comercial y exterior,- pero la UE sufre un “lento y disgregado proceso de elaboración de políticas” y por ello “es menos capaz de dar una respuesta de este tipo”, y cita el caso de los vehículos eléctricos.
En 2019, explicó Draghi al presentar el informe, la UE aprobó unos 13.000 actos legislativos, mientras que Estados Unidos unos 3.000. “¿Podemos hacer un poco menos y podemos estar un poco más centrados?”, preguntó el economista.
Un problema llamado China
En el juego de pinzas que advierte tácitamente el Informe Draghi, el caso de China llama más la atención, porque Estados Unidos, histórico aliado en la reconstrucción de posguerra, fuente de inversiones durante décadas y referencia obligada en las políticas de comercio para Europa, varió su actitud desde la Administración Trump, con la imposición de aranceles y otros litigios.
China se volvió entonces un socio en la cooperación, aunque fuera un competidor industrial, comercial y económico en general, un rival más al fin. Pero Draghi lo ubica en perspectiva en un mismo rivalidad que con Estados Unidos, incluso como “amenaza” en la competencia de tecnologías limpias y automotriz.
Como explicó tiempo antes el exministro de Economía neerlandés Wopke Hoekstra, próximo comisario europeo de Comercio, “China nos está desafiando de una manera tan fundamental que sería ingenuo negar que Europa tiene un problema con China”.
“La política comercial tiene que ser pragmática, prudente, específica en cada caso y defensiva”, refrendó Draghi, quien exhortó a recortar la dependencia de materias primas críticas y tecnología digital. Por ejemplo, entre el 75% y el 90% de la capacidad mundial de fabricación de chips se encuentra en Asia.
Sin embargo, el 30% de los unicornios europeos (empresa de nueva creación valuada en más de U$S 1.000 millones) han abandonado el bloque desde 2008 por mejores perspectivas de crecimiento fuera, principalmente a Estados Unidos, por motivos regulatorios, financieros y de formación.
En medio de una revolución de inteligencia artificial (IA), “Europa no puede permitirse quedarse estancada en las ‘tecnologías e industrias medias’ del siglo pasado. Debemos dar rienda suelta a nuestro potencial innovador”, dijo el italiano.
Actualmente, solo 11% de las empresas de la UE adoptan la IA (frente al objetivo del 75% para 2030), y el 73% de los modelos fundacionales desarrollados desde 2017 proceden de Estados Unidos y el 15% de China.
En 2023, se calcula que se invertirán 8.000 millones de dólares en capital riesgo en IA en la UE, frente a 68.000 millones de dólares en Estados Unidos y 15.000 millones de dólares en China.
Tomando las principales startups mundiales de IA, el 61% de la financiación mundial va a parar a empresas estadounidenses, el 17% a empresas chinas y sólo el 6% a las de la UE. Además, la UE tiene un bajo número de nuevos científicos de datos en comparación con las dos grandes potencias.