Fuera de la lógica de las redes sociales, sus métricas y las etiquetas, la política sigue siendo la única herramienta de trasformación social- La lección de Rovira para los que apuestan a los eslóganes y a los gerentes en detrimento de los políticos- La expulsión de Kueider daña a todo el Poder Legislativo nacional y ofrece un nuevo round entre Milei y su vice, Victoria Villarruel- Las contradicciones de Cristina y la calma de Kicillof en la construcción de un nuevo peronismo
Las sociedades de la actualidad están totalmente atravesadas por la lógica de las redes sociales, que impusieron en la práctica de la política, una falsa creencia de que todo lo que se dice o sale en los sitios virtuales, se puede trasladar a la práctica cotidiana y que la misma gente que consume este tipo de contenidos, es la que luego, invadida por las etiquetas que inventan los equipos de comunicación, terminan por elegir, en el cuarto oscuro, la figura que mejor representa sus intereses.
El caso de Javier Milei es paradigmático, entre otras razones, porque supo construir un personaje a la luz de las redes sociales y mediante la reiteración de algunas palabras, que de a poco se convirtieron en consigna, por ejemplo “casta”. Con este truco consiguió canalizar, para sí mismo, un enojo social que ya se percibía por los magros resultados de los dos gobiernos que le precedieron.
En la práctica, Milei ofrece muestras de que el personaje se tuvo que ajustar a la realidad y que el día a día de la gestión pública del Estado, ese mismo que él dice desdeñar, es totalmente lo opuesto a las consignas que consiguió materializar. Prueba de ello son dos de sus ideas más osadas, como la dolarización o esa fantasía, absurda, de que haría explotar por el aire al Banco Central de la República Argentina (BCRA). Ambas perdieron vigencia y ni siquiera forman parte de la discusión.
A la larga, la política termina por imponerse en una realidad, que si bien fue generada por decisiones políticas, no tendrá otro camino para solventar un cambio que no sea a través de la política misma.
Una prueba se dio el martes 10 de diciembre, día en que la Cámara de Representantes de Misiones sesionó para, entre otros puntos, elegir a las autoridades que la encabezarán en el periodo del año que viene, que será particular por las elecciones, donde la propia legislatura provincial renovará la mitad de sus 40 bancas y a nivel nacional, el oficialismo intentará recuperar terreno tras el magro resultado de las legislativas de 2021, cuando perdió contra la
lista de Juntos por el Cambio (asumieron Martín Arjol y Florencia Klipauka) y solo consiguió meter al Congreso de la Nación al, hasta ese año, intendente de Oberá, Carlos Fernández.
En lo institucional, del Frente Renovador de la Concordia fue el único en proponer candidatos, tanto para la presidencia como para las dos vicepresidencias e impuso los nombres de Oscar Herrera Ahuad, quien continuará al frente del legislativo y a Martín Cesino, hasta este año presidente del bloque, quien reemplazará nada menos que al conductor de la Renovación, Carlos Rovira. La vicepresidencia segunda quedó en manos de la radical Gladys Cornelius, quien paradójicamente fue propuesta por el oficialismo y votó en contra de su propia designación por mandato de su partido.
Políticamente, el movimiento, que sorprendió a todos en el recinto, no hizo más que reivindicar a la política y a la capacidad de leer los signos de los tiempos que conserva Carlos Rovira, aun después de tantos años al frente de un espacio político que atravesó gobiernos nacionales como los de los Kirchner (Néstor, los dos mandatos de Cristina Fernández y el de Alberto Fernández) y el de Mauricio Macri, sin renunciar a su esencia de ser un proyecto
netamente local y con escasa influencia foránea.
Rovira debe ser el único dirigente político que todavía apuesta por la política como herramienta de transformación, que le escapa a los eslóganes y etiquetas y deja en manos de sus hombres de confianza la tarea de llevar adelante uno de los poderes del Estado que, en los últimos años, se convirtió en una verdadera caja de resonancia para los misioneros, que encontraron respuestas en leyes que tuvieron un impacto sustancial en sus vidas.
En el lado opuesto, quedó, nuevamente, el arco opositor, a quien Herrera Ahuad cuestionó por no asistir a las reuniones de comisión y a quienes les recordó que son los responsables de haber llevado en sus listas y luego a una banca, al exdiputado de Activar, Germán Kiczka, expulsado y preso por consumo y distribución de material de abuso sexual infantil. “Hay que ser consecuentes”, les reclamó el exgobernador.
La sesión contó con la presencia del gobernador, Hugo Passalacqua y su vice, Lucas Romero Spinelli, quienes cierran un año en el que demostraron que, a pesar de las dificultades y la falta de recursos federales, tuvieron la capacidad de gestionar con las herramientas que tenían, para cerrar su primer año de gestión con una relativa calma y con la mirada puesta en lo que vendrá.
Este movimiento de Rovira no solo reivindica a la política, sino que también lanza un claro llamado de atención, incluso puertas adentro, para quienes, mimetizados con las herramientas de la tecnología, pretenden reemplazar el trabajo político por una simple gerencia. Las movidas disruptivas y los grandes cambios sociales no tienen otro hilo conductor que no sea la política. En un contexto donde muchas voces buscan deslegitimarla y reducirla a una caricatura de slogans vacíos, Rovira demuestra que la política, en su verdadera esencia, sigue siendo la
única herramienta capaz de interpretar y transformar la realidad.
Más sucio que una papa
En una controvertida sesión, el Senado de la Nación expulsó al entrerriano Edgardo Kueider, quien actualmente cumple prisión domiciliaria en Paraguay tras ser detenido con más de 200 mil dólares en efectivo, una suma que no pudo justificar.
Aunque Kueider había ingresado a la Cámara Alta como parte de una lista peronista de Entre Ríos, su comportamiento político cambió drásticamente con el nuevo gobierno. Se alineó con La Libertad Avanza (LLA) y se convirtió en un aliado incondicional de la Casa Rosada. Sin embargo, el escándalo que lo involucra terminó dañando tanto su reputación como el ya frágil esquema legislativo de LLA en el Congreso. Su banca será ocupada ahora por Stefanía Cora, una militante de La Cámpora de 33 años, que se suma a las filas de la oposición y que fue clave
para impulsar el pedido de expulsión de Kueider.
El caso Kueider dejó un manto de sospecha sobre el Congreso, particularmente respecto a aquellos legisladores que, tras acceder a una banca por un espacio político, terminan votando en dirección opuesta a los mandatos partidarios. Si bien todas las fuerzas políticas coincidieron en la necesidad de sancionar a Kueider, el desenlace del caso afectó principalmente al oficialismo. Desde el PRO se propuso suspenderlo, pero finalmente prevaleció la postura de Unión por la Patria, que abogó por su expulsión.
Mientras tanto, la interna entre el presidente Javier Milei y su vice, Victoria Villarruel, sumó un nuevo capítulo al ya tenso vínculo entre ambos. La relación parece estar en camino de confirmar una curiosa tradición histórica de los vicepresidentes argentinos: tarde o temprano, terminan convirtiéndose en un obstáculo para los presidentes.
Encuestas y doble moral
Kueider, dejó al descubierto el costado más oscuro de la política y la hipocresía de muchos de sus protagonistas. Su caída en desgracia sirvió para que sectores del kirchnerismo aprovecharan el escándalo como una forma de lavar su imagen moral, promoviendo su expulsión.
La postura de Cristina Kirchner en este tipo de situaciones evidencia una vez más su capacidad para manipular los escenarios políticos según su conveniencia. En el Consejo Nacional Justicialista, la ex presidenta intenta mantener el control del espacio peronista mientras selecciona cuidadosamente sus apariciones públicas y alianzas. La foto rodeada de figuras del PJ, el día de su asunción al frente del partido, es un claro ejemplo de cómo sigue apostando a su propia construcción política.
En contraste, Axel Kicillof emerge como una figura que supo tomar distancia sin romper abiertamente con él kirchnerismo. Gobernador de la provincia más grande del país, demostró una gestión pragmática y un enfoque centrado en los intereses de su distrito. En un contexto donde muchos dirigentes priorizan sus lealtades internas por encima del bienestar colectivo, Kicillof se posiciona como una de las voces más coherentes del movimiento.
Este pragmatismo no es casual. A diferencia de otros referentes, el gobernador bonaerense entiende que la construcción política de largo plazo requiere resultados concretos, no solorelatos. Mientras Cristina busca perpetuar su hegemonía, Kicillof representa una alternativa que prioriza la gestión por sobre las etiquetas.
El peronismo enfrenta una encrucijada. Los escándalos como el de Kueider, sumados a las contradicciones del liderazgo de Cristina, erosionan la credibilidad del espacio y alimentan las divisiones internas. Sin embargo, figuras como Kicillof ofrecen una hoja de ruta diferente, basada en la coherencia y la gobernabilidad. En un momento de redefiniciones, él podría ser la clave para que el peronismo recupere su relevancia en el escenario nacional.
Por Sergio Fernández