A muchos les llama la atención el modo en que ministros, diputados, y dirigentes son apartados del oficialismo.
En general, son acusados de incompetencia, de tomar medidas que no coinciden con la orientación del Gobierno, o de expresar ideas que difieren en algún punto con las del Presidente. Paoltroni, Mondino, Arrieta son parte de una larga lista de expulsados. Si se tienen ideas propias, aunque se diga que se representa a las ideas libertarias, la discriminación es inmediata.
Las acusaciones que pesan sobre la vicepresidenta van en la misma línea. Ya lo dijo Milei: “el que no acata será expulsado”.
El temor a ser expulsado hace que quien tenga alguna duda no la exprese y solo acate. Al mismo tiempo que se expulsa, se cooptan dirigentes de otras fuerzas políticas.
Es difícil que provenientes de la casta que aspiran a entrar al Olimpo libertario se animen a contradecir a su nueva conducción. Se podrá decir que el Gobierno opta por este método, porque solo obtuvo el 30% de los votos en primera vuelta y el resto eran prestados. No parece ser el caso.
El comportamiento que deben tener los miembros dentro de la organización no son originales a la LLA.
En Los Ingenieros del Caos cuenta Guliano De Empoli que el M5 Estrellas en Italia se formó a través de una estructura organizativa férrea y centralizada en la conducción. En apariencia se trata de estructuras horizonales, en las cuales manda la espontaneidad, ya que nacen y se multiplican a través de las redes sociales.
Sin embargo, esa es la fachada, en la realidad se trata de organizaciones en donde tras la apariencia de democratización se esconde un férreo control de sus miembros.
En el caso de los 163 parlamentarios que el M5 Estrellas obtuvo en las elecciones parlamentarias la idea básica fue que no debían hacer política, sino solo aceptar las reglas a las que habían adherido.Estas formas luego fueron copiadas por muchos partidos de centroderecha.
Cuando en Gran Bretaña se fundó el Brexit Party nos sigue contando De Empoli, dicho partido era la copia exacta del M5 Estrellas. Lo que supone tener una estructura central muy controlada, casi una dictadura en el núcleo.
No es casualidad que el Presidente últimamente cite a Lenin, quien está en las antipodas ideológicas de su pensamiento, pero terminan siendo una referencia en relación al modo de pensar el poder.
El Presidente cita: “sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria.” Aunque sin decirlo, es probable que admire el modo en que en el Partido Comunista Leninista defendía la noción de centralismo en la conducción partidaria, a través de la cual era posible conducir a las masas populares.
La discusión con Trotsky y con Rosa Luxemburgo era justamente sobre la democracia en la conducción política. El tema central en Lenin era la idea de que las masas necesitaban que la vanguardia les introduzca desde afuera las ideas. Una cosa era el descontento social y otra las ideas de la vanguardia, respecto a cómo hacer la revolución.
Aquí estamos en una situación similar. Una cosa es el descontento de la población con los gobiernos anteriores y otra cosa es que la sociedad argentina recite el credo liberal libertario. Justamente de eso se trata la batalla cultural, de enseñar ese credo. En el fondo el intento es que la sociedad argentina piense que el Estado no es necesario. Cosa bastante difícil. Por ahora, la sociedad se debate en relación a qué tipo de Estado quiere, podrá querer un Estado más o menos grande, pero no un no Estado. Las funciones de Salud, Educación y Seguridad no son mayoritariamente pensadas para ser asumidas por el mundo privado. Eso hace ya mucho es un pensamiento de un sector de elite que nadie logró masificarlo. ¿Podrá Milei?
Por Hugo Haime Perfil