Asma Al Assad, que fue la imagen glamorosa y moderna de Siria, habría solicitado separarse del exdictador para refugiarse en el Reino Unido, su país natal, informaron medios israelíes, turcos y árabes. Rusia dijo que estas historias no se corresponden con la realidad.
La esposa del ex presidente sirio Bashar Al Assad habría solicitado a un tribunal ruso permiso para salir de Rusia con destino a Gran Bretaña, según informaron varios medios de comunicación, incluido el israelí The Jerusalem Post.
La solicitud de Asma Al Assad está siendo evaluada actualmente por las autoridades rusas, según los relatos, que también indican que la ex primera dama está “insatisfecha” con su nueva vida en Rusia y quiere divorciarse y regresar al Reino Unido, su país natal.
Asma, que fue la imagen glamorosa y moderna de Siria, se casó en 2000 con Bashar al Assad, que acababa de suceder a su padre, Hafez, al frente del país. Pero ahora ya no es bienvenida en Gran Bretaña pese a su pasaporte británico.
Además, Asma podría estar siendo víctima de un control muy estricto de parte del gobierno de Rusia, según alertó el analista político opositor Stanislav Belkovsky: “Las agencias de inteligencia occidentales están expresando extrema preocupación por la seguridad física” de la ex primera dama.
“La vida en Moscú, Rusia, en una jaula de oro, ya no es satisfactoria para Asma Assad”, agregó Belkovsky. “Quiere mudarse a Londres, Reino Unido, y volver a trabajar en un banco de inversiones y, al mismo tiempo, si es posible, sacar parte del capital de su familia de las sanciones”.
El derrocado líder sirio y su familia se refugiaron en Moscú después de la caída de Damasco a manos de grupos rebeldes y yihadistas encabezados por Hayat Tahrir al Sham (HTS) en el marco de una ofensiva relámpago el 8 de diciembre.
Se cree que la familia Assad posee docenas de apartamentos en la capital rusa y, según informes, él se llevó a Moscú unos 270 kg de oro y unos 2.000 millones de dólares. Pero según los mismos medios, viven bajo “severas restricciones” impuestas por el Kremlin y tendrían incluso prohibido salir de la ciudad.
El portavoz del gobierno ruso, Dimitri Peskov, dijo que “no existen” tales restricciones. Cuando se le preguntó en una conferencia si los informes sobre la petición de divorcio correspondían a la realidad, el funcionario respondió: “No, no corresponden a la realidad“.
Desde marzo de 2012, Asma al Assad está sujeta a una congelación de sus activos como parte de las sanciones europeas, mantenidas por Londres tras el Brexit. Una medida motivada por el hecho de que “se aprovecha del régimen sirio, al que está asociada“. Pero posee pasaporte británico y no tiene prohibida su entrada.
Nacida en 1975 en Londres, hija de un cardiólogo, Fawaz al-Akhras, y de una diplomática retirada, Sahar Otri, ambos sirios, Asma al Assad vivió durante mucho tiempo en el barrio residencial de Acton, al oeste de la capital. Su familia todavía posee una casa allí, según los medios británicos.
Asma asistió a una escuela primaria local, donde se hacía llamar Emma, antes de ser educada en el prestigioso centro privado Queen’s College. Graduada en informática y literatura francesa en el King’s College, se dedicó a las finanzas, trabajando en Deutsche Bank y JP Morgan.
Conoció a Bashar al Assad a finales de los años 1990 y se casaron unos meses después de que éste asumiera la jefatura del país en julio de 2000. En Damasco, Asma, de familia sunita, mientras su marido pertenece al movimiento chiita alauita, encarnaba para muchos una promesa de modernidad, lejos de la discreción de Anissa, su suegra.
En 2012, Wikileaks reveló la correspondencia privada de Asma Al-Assad, que mostraba que gastó 350.000 dólares en el mobiliario del palacio y 7.000 dólares en zapatos con incrustaciones de cristales.
La pareja tiene tres hijos, dos chicos y una chica. El mayor, Hafez, de unos 20 años, se graduó recientemente en matemáticas en la Universidad de Moscú. El pasado mayo, la presidencia siria anunció que Asma al Assad padecía leucemia, después de haber sido tratada entre 2018 y 2019 de un cáncer de mama.
La revista estadounidense Vogue la llamó “La rosa del desierto” antes de retirar el artículo de su sitio web tras el inicio de la revuelta, criticada por su silencio ante la represión. Sus detractores la acusan de haberse enriquecido gracias al Syria Trust for Development, una organización benéfica que ella fundó.
En 2020, la ex primera dama fue objeto de sanciones estadounidenses (igual que sus padres y sus dos hermanos) y el entonces secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, la presentó como “una de las personas que más se beneficiaron de la guerra en Siria”.
Fuente Perfil