Un genocidio social con un 47% de popularidad
“Fue un tiempo de mentira, de infamia. A España toda,
la malherida España, de Carnaval vestida
nos la pusieron, pobre y escuálida y beoda,
para que no acertara la mano con la herida”.
Antonio Machado
Poeta andaluz de siempre
(que suena como argentino y de ahora)
“Siempre que llovió paró”
De un tiempo a esta parte, las noticias más auspiciosas que recibimos lxs argentinxs provienen de la geopolítica global. Sin ir más lejos, en los últimos días hemos asistido jubilosamente al menos a un par de ellas: Por un lado, aunque con marchas y contramarchas, Israel y Hamas están llegando a un acuerdo que detendría los combates en Gaza y conduciría a la liberación gradual de rehenes y prisioneros, lo que constituye una derrota innegable del belicismo sionista. Resta aún, desde luego, desescalar el conflicto, lo que existen indicios de que está en las expectativas de Donal Trump, cuyo desvelo principal consiste en aislar a China, nación sumamente preocupada por la reconstrucción de Gaza y un futuro reconocimiento de los dos Estados en conflicto. Por el otro, el gobierno de EE.UU. acaba de retirar a Cuba de la infame lista de países “patrocinadores del terrorismo”. De este modo, el presidente saliente del Gran País del Norte, Joe Biden, ha revocado el memorando de seguridad nacional aprobado porTrump de julio de 2017, medida que gran parte de los países hermanos de Nuestra América está celebrando.
Además, a contrapelo de la ola retrógrada que recorre gran parte del mundo, las corrientes mayoritarias del pensamiento económico globaldifieren diametralmente de la postura del gobierno argentino, que caracteriza al Estado como un enemigo de la sociedad. Es más, varios premios Nobel – galardón que otorga el Banco de Suecia en ciencias económicas y en memoria de Alfred Nobel – han reconocido el trabajo de obras que exponen las limitaciones que tiene el libre mercado.
Sin embargo, el Fondo Monetario Internacional evalúa seriamente firmar un nuevo acuerdo con la Argentina y hacer la vista gorda a los incumplimientos de “Toto” Caputo en la meta de reservas, que llevaron a dejar sin aprobación las últimas dos revisiones. Todo indica que el staff del FMI fingirá demencia respecto a ambos controles sin aprobar y avanzará resueltamente hacia un nuevo acuerdo, que el Gobierno estima podría implicar la liberación de más de 10 mil millones de dólares para el país (a fin de comprender esta vieja lógica, recomendamos consultar La Teoría de la Dependencia. Balance y perspectivas, Theotonio dos Santos, Editora Plaza & Janés, 2000)
Pero el inconveniente estriba en que el organismo que lidera Kristalina Georgieva no está de acuerdo en lo más mínimo con que esos fondos se gasten en intervenciones sobre el mercado destinadas a sostener el actual tipo de cambio fijo. Por eso, reclama una unificación cambiara, con devaluación implícita, seguida de una liberación del cepo y libre flotación del peso. Pese a ello, el Presidente y su Ministro de Economía resisten esa receta ya que consideran que puede generar un nuevo pico inflacionario y diluir así el único “éxito” visible del actual programa económico. Esa es la discusión de fondo con el organismo, que ya blanqueó sus reclamos en un extenso documento dado a conocer como balance del anterior acuerdo firmado por Martín Guzmán, que concluyó al final del pasado año. El texto desliza críticas a la gestión de Alberto Fernández y de Sergio Massa, pero para un nuevo acuerdo también expone las condiciones anteriormente citadas.
A partir de un extenso repaso (135 páginas) del Stand By firmado por Mauricio Macri en 2018 y de las Facilidades Extendidas de Guzmán, el organismo presentó los requisitos para acceder a fondos frescos que le están pidiendo Javier Milei y su “ministro estrella” desde que asumieron.
A su vez, un reciente informe de la consultora Abeceb, proporciona los primeros indicios de prospectiva regional para el año que despunta. El documento considera a la situación económica de Brasil, que no tiene salida a la vista, como el riesgo más importante para la economía argentina en 2025. Se trata de una crisis fiscal y de confianza cuyo alcance es difícil de predecir pero que, según advierte un estudio de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), “tiene gran impacto para nuestro país y para el mercado de granos en general”.
A todo esto, ya es un clásico de la política convencional, que entre las fiestas de fin de año y el reinicio del ciclo lectivo, durante la feria judicial, a lo largo del período más caluroso del año, ese tramo del almanaque en que los sectores adinerados veranean en Punta del Este, Buzios o Cancún, mientras el laburante que puede comprarle una Pelopincho al hijo lo hace en su rancho (armándola frecuentemente en la vereda porque adentro no hay espacio, y soportando prolongados cortes de luz en medio de temperaturas agobiantes), precisamente en ese momento del calendario, cuando merma el interés por la cosa pública y quien está en condiciones de hacerlo elige desenchufarse un poco de la rutina diaria, los gobiernos canallas aprovechan para ajustar al mango y con carpa el torniquete de sus proyectos de hambre. El nuestro no es ninguna excepción. Y, merced a un blindaje mediático sin precedentes, está convirtiendo en una fiesta haber logrado un discutible control inflacionario basado en planchar el consumo de millones y millones de compatriotas condenadxs a una hambruna que desconocíamos, lo cual produce un estado de alienación tal, que condiciona al pobrerío a centrar su preocupación en llegar a fin de mes, más que estar al pendiente de la entrega de nuestra Vía Navegable Troncal del Paraná, o del Canal de Magdalena, o del Lago Escondido, o de Parques Nacionales, o del Reactor CAREM, y la lista sigue…
Valdrá la pena subrayar un “detalle” no menor: Hoy en Argentina se escucha una sola voz. La del oficialismo.
En la vereda de enfrente, no parece haber acuerdo a la vista entre Cristina Fernández de Kirchner y Axel Kicillof. Los conflictos en la Ciudad de Buenos Aires y en Santa Fe se suman a la falta de definición de una estrategia electoral en Buenos Aires, desde donde se admite que el vínculo entre la ex presidenta y el gobernador está “deteriorado”, pero confían en que, en algún momento, vuelva a encauzarse.
CFK, al mando del PJ Nacional, tiene el desafío de dar señales de unidad y don de mando. Del otro lado, muchos de los dirigentes que se aglutinan detrás de Kicillof advierten que el cambio de ciclo es inevitable y que es momento de discutir poder.
Esa inestabilidad dentro de Unión por la Patria (UP) se traslada a la mayoría de los sectores del peronismo, donde la línea no cristinista considera que la mesa de discusión se amplió y dejó de ser vertical, que ahora todos valen menos de lo que valían un año y algunos meses atrás. Sensaciones y creencias que deben materializarse en el momento previo al armado de listas.
Como CFK no puede ordenar a Kicillof, y a muchos otros intendentes y gobernadores, algunos dirigentes olfatean el final de una etapa política y el comienzo de otra, de la mano del gobernador bonaerense, lo que no quiere decir que después termine siendo el líder, pero sí la principal vía para iniciar el proceso de renovación que tantos piden.
El poder de ordenamiento e influencia que pueda tener CFK en los primeros meses del año – donde pondrá a prueba su rol como presidenta del PJ – marcará el pulso de la discusión política y electoral hacia adentro del peronismo. Y, sobre todo, dejará en claro qué se discute y quiénes lo discuten.
Mientras tanto, el gobernador de la provincia más importante del país – hoy privado de presupuesto gracias a las huestes de su mentora – buscará tener un papel central en el armado de las listas legislativas, con el objetivo de ganar mayor autonomía política y consolidar un “oficialismo axelista” que le permita reforzar su gestión en los dos años restantes de mandato. Al menos así lo dejan trascender sus armadores políticos.
Atenta a tales movimientos, puede que CFK busque dar una señal de unidad desde el Congreso para evitar fugas de cara a los próximos comicios.
Ante este panorama, bien vale recordar que el peronismo escribió sus días más luminosos desde el movimiento y en las barricadas, no desde el PJ y arrancándose los ojos en un cierre de listas. Sin el primer condicionante, lo segundo suele terminar para la mierda.
“La procesión va por dentro”
Si a lo largo del primer año de gestión libertariana escuchamos una y mil veces formularse un interrogante, ese fue “cómo puede ser que la gente no reaccione contra semejante crueldad”.
Se han ensayado, a su vez, numerosas hipótesis para responderlo. Coincidimos en que la miseria y el garrote disciplinan. Pero, por encima de ambas cosas, tanto más desinfla la zozobra de las grandes utopías (“El Hospital de Niños en el Sheraton Hotel”) como la defraudación de los compromisos asumidos (“primero los últimos”)
En efecto, lo que el campo popular padece es la internalización de un gran escarmiento gestado durante la ejecución del plan sistemático de exterminio de disidentes perpetrado por la última dictadura, a lo que últimamente se ha sumado la toma de conciencia de que 40 años de democracia, entre otros aspectos de su deficitario balance, dejaron como saldo alrededor de un 50% de pobreza, cifra que – como se repite hasta el hartazgo – escala aún más tratándose de los jóvenes.
El consecuente desarme ideológico y la desmovilización que ocasiona exigen un análisis que no debe contentarse con el juicio corto de transformar en putching ball de nuestras frustraciones al irrelevante gobierno de los Fernández, sin revisión retroactiva del efecto residual producido por la derrota global del proyecto revolucionario. Ya que tanto lo uno como lo otro, desde distintas dimensiones y en distinta magnitud, han contribuido a defraudar una esperanza colectiva.
Unxs cuántxs hijxs de quienes tomamos partido en la intensa lucha de los años 60 y 70 por hacer un mundo mejor reconoce el mérito de nuestro intento, pero no necesariamente nos exime del país que le dejamos. Por citar solo un ejemplo, sépase que muchxs descendientes de aquella generación apelaron al cine para saldar cuentas con el pasado, y si revisamos films como Los Rubios (2003, Albertina Carri) o Papá Iván (2004, María Inés Roqué), advertiremos que el denominador común que los recorre es la preferencia por haber conocido a unos padres en vez de haberse tenido que consolar homenajeando a unos héroes. Nada más distante de nuestra intención que apelar a la flagelación o el arrepentimiento por haber ensayado aquella osadía. Solo nos anima la convicción de que los duelos – individuales o colectivos – son procesos traumáticos, contradictorios, y prolongados. Y que el resultado final de un titánico esfuerzo que dejó tan doloroso saldo sin coronar en una victoria tarda mucho tiempo en transformarse en combustible para motorizar lo nuevo.
A esta altura de nuestra argumentación, daremos por sobreentendido que el derechohumanismo, aún con todos los méritos que le asisten, no constituye en modo alguno ni la continuidad ni mucho menos la superación de la lucha revolucionaria, sino – fundamentalmente – una causa concentrada en la reparación de las heridas perpetradas en el cuerpo social y la permanente exigencia de que no vuelvan a repetirse. Lo cual no es poco… ni sustituye la lucha por todos los medios en pos de una sociedad capaz de satisfacer la totalidad de las necesidades humanas.
Llegados a este punto, resulta vital ratificar que la generación militante de los 70s no se sacrificó por la reconquista de la democracia – como se ha generalizado decir de un tiempo a esta parte, acaso para granjear mayor empatía con lxs ausentes -, sino por una Revolución a la que adhirió con fervor. Y la vigencia de ese sueño no debería depender exclusivamente de la consecuencia de quienes alguna vez lo comandaron y lograron sobrevivir, sino de que la militancia contribuya a que este forme parte del cuerpo social.
En todo caso, a sus brasas corresponde atizarlas revisando la programática más insumisa que fue capaz de elaborar el movimiento obrero organizado, tanto como las incontables epopeyas que produjo. Aunque en el actual contexto de aparente anomia – que más bien es de fragmentariedad de numerosas luchas – parezca un legado remoto y carente de encarnación en un sujeto social del presente.
Y desde luego que el más generoso balance de nuestras experiencias nos conducirá a rescatar también ineludibles hitos de la lucha en defensa de los derechos humanos. Como, por ejemplo – a propósito de la tan mentada Batalla Cultural (otra de cuyas dimensiones es el empeño oficialista por abolir lo público imponiendo lo privado: una auténtica guerra contra lo comunitario), la conmemoración de los 20 años de dictadura oligárquico militar genocida, acontecimiento que supuso un punto de inflexión en cuanto a la reformulación de la visión victimizadora de parte de muchos organismos, a partir de una memorable intervención de esa gran agitadora que fue la compañera Hebe Pastor de Bonafini, algo así como La Pasionaria nuestra. Dicho esto sin borrar con el codo ninguno de sus desatinos, pero con la plena convicción de que el balance de su paso por la Historia nos deja un saldo a favor.
En efecto, la citada movilización de 1996 a 20 años del golpe, fue una bisagra en el devenir de ese importantísimo hito anual. La más notoria y contundente que se hubiera realizado hasta aquel momento.
El contexto en que se produjo dicho salto cualitativo contó con numerosos antecedentes, como las declaraciones del marino Adolfo Scilingo relatando los vuelos de la muerte y la repercusión mediática que su confesión tuvo; la autocrítica pública que el Jefe del Ejército Martín Balza realizó sobre el accionar de las Fuerzas Armadas durante el período dictatorial; el surgimiento de la agrupación H.I.J.O.S con nuevas formas y relatos en la construcción de la memoria; y la aparición de producciones culturales que enriquecieron y permitieron profundizar el debate acerca de los años 70 y la lucha armada, como el documental Cazadores de utopías de David Blaustein, estrenado en marzo de ese año, en el que diversos protagonistas reflexionan acerca de su militancia.
Las nuevas preguntas que ese contexto propició, junto al correr del tiempo, otorgaron nuevos sentidos a la memoria del pasado, así como a las lecturas sobre el presente, cuyo reflejo quedó patentizado en los discursos pronunciados en la ocasión.
La Plaza de Mayo se llenó masivamente y los del 24 de marzo ya no volvieron a ser actos reducidos. Algunos de los conceptos vertidos en el imperecedero discurso de la mejor Hebe que corresponde recordar – no por ceder al ejercicio de una memoria sesgada sino por el derecho de aquilatar los legados más valiosos de un colectivo social – fueron los siguientes: “Los pueblos se liberan en las plazas, no en los escritorios” (…) “Por eso las Madres no votamos. Porque esta raza de políticos es responsable de gran parte de las cosas que nos pasan” (…) “Sean rebeldes, defiendan la vida del otro con la de ustedes, que es la mejor manera de vivir” (…) “Hay pobres porque hay demasiados ricos, y eso es lo que tenemos que investigar” (…) “Todo revolucionario vive alegre porque lucha”.
Ni la adhesión de numerosos organismos a un estatalismo que – como venimos señalando – no fue al hueso con semejantes señalamientos, ni la contaminación provocada por arribistas como Schoklender alcanzan para opacar el enorme valor y la vigencia del citado discurso.
Mojones como ese debería rescatar una memoria comprometida con el futuro, en un presente en el que Santi Maratea le explica a Fantino cómo hacerse millonario a través de las redes, sin laburar como los giles.
Recapitulando, si a estas horas podemos convenir que 2001 dio a luz al kirchnerismo y al PRO – en consonancia con el inicio de la Década Larga Progresista de Nuestra América -, el advenimiento de Javier Milei amenaza terminar con ambas expresiones políticas: He ahí una de las tantas circunstancias que habilitan a considerar este momento como el inicio de un nuevo ciclo, que corresponderá afrontar atendiendo a las innovaciones que proponga el parabrisas del acontecer nacional. Pero sin prescindir de lo tanto que enseña su espejo retrovisor. –
Por Jorge Falcone-La Gomera de David