Misiones Para Todos

Dignidad misionera

Mientras el gobierno nacional ajusta sin sensibilidad y empuja a las provincias a la intemperie, Misiones ofrece una respuesta distinta: equilibrio con empatía, orden con propósito y un Estado que no se desentiende- Mientras algunos silencian la memoria o especulan con el dólar electoral, el proyecto misionerista reafirma un rumbo que dignifica: cuidar a la gente sin renunciar a la responsabilidad.

Los bancos, dice el viejo refrán, te prestan un paraguas cuando hay sol y te lo quitan cuando empieza a llover. La lógica de las entidades financieras rara vez contempla la urgencia humana. Pero en Misiones, una decisión política vino a torcer esa regla.

El gobierno provincial anunció un esquema de refinanciamiento para los empleados públicos con deudas contraídas a través del Banco Macro, especialmente con tarjetas de crédito. La propuesta permite reorganizar el pasivo en hasta 60 cuotas con una tasa accesible, para que los salarios vuelvan a tener sentido en la vida cotidiana de las familias.

En un país que vive bajo el látigo del ajuste dictado por el gobierno nacional, Misiones responde con un modelo que cuida. Mientras la motosierra de Milei deja a su paso recortes, parálisis y salarios devaluados, la provincia toma decisiones que apuntan a sostener el tejido social. Lo hace con orden fiscal, pero sin perder de vista la empatía ni la justicia.

La banca privada, por su parte, nunca dejó de hacer negocios con la necesidad. En especial el Banco Macro, que durante años convirtió al empleo público en una clientela fija, casi cautiva. Tarjetas, créditos, débitos automáticos: el mecanismo parecía funcionar mientras la inflación era predecible. Pero ahora que el salario no alcanza ni para cubrir lo básico, el esquema se volvió impiadoso. Por eso el Estado misionero intervino. No para romper con el banco, pero sí para marcarle un límite. No todo vale cuando del otro lado hay personas desesperadas.

Además del alivio financiero, sería importante sumar programas de educación económica para que los trabajadores puedan tomar decisiones con mayor autonomía. Porque gobernar también es formar. Y en tiempos donde el mercado todo lo devora, ofrecer herramientas es una forma concreta de ampliar la libertad.

Esta no es una medida más. Es una definición de rumbo. Mientras en otras provincias los gobernadores se esconden o hacen equilibrio para no incomodar a la Casa Rosada, en Misiones se da la cara. Y se actúa. No con discursos ni promesas vacías, sino con políticas que dignifican. En ese gesto simple —de volver a poner al trabajador en el centro— se juega mucho más que una refinanciación: se defiende el alma misma del proyecto misionerista.

El orden que cuida

En la Argentina del ajuste brutal, Misiones camina otra vez en sentido inverso. No lo hace a fuerza de gastos desmedidos sino con planificación, responsabilidad y una conducción política que entiende que el equilibrio fiscal no se pelea con la gente, sino para la gente.

La decisión del intendente Leonardo “Lalo” Stelatto de aplicar una revisión en la nómina de empleados municipales que cumplen funciones en otras dependencias provinciales responde a ese espíritu. Se trata de un ordenamiento necesario para reforzar el control del gasto, y mantener un esquema administrativo ágil y sostenible. No hay épica en este gesto, pero sí una enorme carga de honestidad política. Cuando las urgencias lo nublan todo, asumir que
también hay que ajustarse puertas adentro es un acto de madurez.

Stelatto no actúa solo. Lo hace con el respaldo de una conducción que piensa la política como una herramienta de transformación. En este caso, es una medida entre el jefe político de Posadas y el gobernador de Misiones, Hugo Passalacqua, con la conducción ideológica de Carlos Rovira. Un Estado que se ordena es un Estado que se respeta a sí mismo.

Mientras Milei proclama una austeridad que arrasa derechos y expulsa a millones al borde del abismo, en Misiones se propone otra idea: la del Estado suficiente. Oscar Herrera Ahuad, en su rol institucional y como figura clave del Frente Renovador, lo explica con hechos. Recorre la provincia, escucha, acompaña y reafirma que la clave está en optimizar los recursos. No se trata de poner más o menos Estado, sino de tener un Estado que llegue donde debe, sin derrochar ni desentenderse.

La diferencia es sutil, pero determinante. No es el Estado ausente de Milei, que se corre incluso donde hay hambre, ni el Estado omnipresente del kirchnerismo, que confundía gasto con sensibilidad. Es otra cosa. Es un Estado eficiente, humano y territorial. Que puede mirar a los ojos a sus trabajadores y decirles la verdad: que a veces hay que ajustar, pero no para hundir, sino para sostener.

Por eso, en lugar de hablar de motosierra, en Misiones se habla de coherencia. Cada municipio debería acompañar este rumbo. Porque gobernar no es solo administrar; es marcar un rumbo. Y el rumbo misionerista es claro: cuidar los recursos para cuidar a la gente.

Un baúl que no se cierra jamás

Patricia Buckmayer fue electa concejal de Montecarlo el 8 de junio, en un sublema de La Libertad Avanza. Es docente, lo que implica —o debería implicar— un compromiso con la memoria, la democracia y los valores que garantizan la convivencia. Pero pocos días después de las elecciones, eligió mostrarse en redes sociales posteando sobre la foto, con IA, de un Ford Falcon verde con un mensaje que eriza la piel: “un baúl mejorado para llevar zurditos”.

No hace falta demasiado contexto para entender lo que esa imagen representa. El Falcon verde no es solo un auto: es un símbolo del terrorismo de Estado. Fue el vehículo más temido durante la última dictadura argentina. Circulaba sin patente, de madrugada, por calles desiertas, y detrás de sus puertas se sellaban secuestros, torturas, desapariciones. Miles de familias fueron destrozadas en nombre de una “lucha” que no admitía disenso ni humanidad.

Usar esa imagen para burlarse de adversarios políticos es cruzar un límite que en democracia no se negocia. No se trata de un chiste de mal gusto. Se trata de una apología velada de la violencia estatal. Y lo que es peor: hecha por alguien que va a ocupar una banca, que tendrá voz y voto en nombre de la ciudadanía.

Todo el arco político misionero repudió el posteo. Desde oficialistas hasta opositores. No es para menos. Hay heridas que siguen abiertas, y ningún cargo electivo —por legítimo que sea su origen— habilita a patear la memoria de un país que todavía busca justicia por sus 30 mil desaparecidos.

Buckmayer es docente. Y en su doble condición de educadora y futura funcionaria pública, se esperaba otra conducta. Porque enseñar no es adoctrinar, pero tampoco es relativizar los crímenes de Estado. Representar a una comunidad no es amplificar el odio, sino ayudar a que esa comunidad dialogue, conviva, construya.

La violencia no es un chiste. Y mucho menos una herramienta política. Es una advertencia oscura que siempre encuentra imitadores. Por eso es imprescindible marcar este tipo de gestos con el repudio más contundente. No hay contexto, ni ironía, ni enojo que lo justifique.

El Falcon verde debería estar en los museos. No en los posteos de quienes van a legislar. Porque si hay algo que no se puede permitir en democracia, es que el terror vuelva a disfrazarse de humor.

El dólar electoral

Luis Caputo ya lo hizo una vez. Fue durante el gobierno de Mauricio Macri, cuando ocupaba un rol central en el equipo económico. En aquel entonces, como ahora, todos los ajustes apuntaban a lo mismo: mantener el dólar planchado para llegar con chances a las elecciones. Nada de estabilización real. Solo la ilusión de una calma cambiaria, sostenida a fuerza de podas brutales sobre jubilaciones, subsidios y programas sociales.

Hoy repite la jugada. Toto Caputo recorta con precisión quirúrgica, no para ordenar la economía, sino para preservar el “dólar electoral” que le permita al oficialismo mostrar una postal de estabilidad artificial. El problema es que la Argentina no soporta más ficciones. Y las provincias lo saben.

Por eso, en un gesto que reconfigura el mapa político nacional, los gobernadores Ignacio Torres (Chubut), Maximiliano Pullaro (Santa Fe), Martín Llaryora (Córdoba), Carlos Sadir (Jujuy) y Claudio Vidal (Santa Cruz) anunciaron la conformación de un frente común. La alianza, que competirá en las legislativas de octubre, apunta a ponerle un freno a La Libertad Avanza y al centralismo que el presidente Milei profundizó desde su llegada a la Rosada. En un mensajeconjunto, reclamaron mayor federalismo y reivindicaron el valor de la Argentina del trabajo.

La decisión es política, pero también territorial. Mientras Milei ajusta sin anestesia desde Buenos Aires, los mandatarios provinciales buscan proteger lo que el Estado nacional abandonó: la salud, la educación, las obras públicas, el tejido productivo.

Como en otras épocas, se reactiva una herramienta conocida: la liga de gobernadores. Pero esta vez no es solo para negociar partidas. Ahora es para disputar poder real. Para resistir el modelo de motosierra permanente. Para levantar la voz frente al recorte sin rumbo.

Porque si algo quedó claro en este tiempo es que la estabilidad no se mide por el precio del dólar. Se mide por la capacidad del Estado de garantizar derechos sin rifar su soberanía. Y ese Estado hoy está siendo desmantelado por una lógica que prioriza la especulación antes que el desarrollo.

La Argentina no necesita un dólar electoral. Necesita un país en equilibrio. Con un gobierno que gobierne y con provincias que no se resignen a ser espectadoras del ajuste.

Por Sergio Fernández