El presidente de la Legislatura Provincial y candidato a Diputado Nacional, Oscar Herrera Ahuad compartió un documento en el que, con mirada crítica, analiza las consecuencias de la política sanitaria nacional, la respuesta de Misiones y los dilemas sobre el rol del Estado frente a la salud de la población.

Mientras Nación ajusta sobre hospitales como el Garrahan, programas de prevención y medicamentos, algunas pocas provincias como Misiones intentan sostener derechos básicos como es el acceso a la salud, con fondos propios. No se trata de ideología, sino de prioridades de políticas públicas. La salud pública está en el centro de una disputa que no es sólo presupuestaria, sino ética.
Las decisiones políticas en los Gobiernos dicen más que los discursos. Más aún en tiempos de campaña electoral. Desde diciembre de 2023, el gobierno nacional viene aplicando una política de ajuste que no ahorra frentes: el gasto social, la educación y la salud están entre las principales “víctimas”; y detrás de esos rubros, millones de personas que viven la recesión, la menor capacidad de gasto por lo que demandan al Estado esos servicios básicos.

No se trata solo de números fríos para decir una palabra que a muchos les genera placer como es “ajuste”: los recortes impactan en quirófanos cerrados, pacientes sin medicamentos, profesionales agotados o renunciando, y miles de personas para quienes el hospital público es la única opción.
Para otros, cuyo poder adquisitivo es mayor, aun con las mejores prepagas, suelen elegir al sistema sanitario estatal por equipamiento, elección de profesionales y confianza. Muchas veces, sin reparar en que es un servicio que necesita del aporte del Estado y de los contribuyentes para ser lo que es.

El caso del Hospital Garrahan lo ilustra con crudeza: el centro pediátrico de referencia nacional funciona con un 40% menos de presupuesto real que hace un año. Hay renuncias masivas de profesionales, falta de insumos oncológicos y demoras quirúrgicas por escasez de anestesia.
Es a ese mismo Garrahan al que van casi 5.000 mil misioneros al año y son atendidos otros tantos por teleconsulta. Pero que, sin embargo, ningún diputado nacional de Misiones lo defendió recientemente para tener certidumbre presupuestaria.

Por la política nacional sanitaria, en paralelo, se cerraron programas, se recortaron residencias médicas, se dejaron sin prestaciones a personas con discapacidad. Incluso se disolvió el Instituto Nacional de Medicina Tropical (INMeT) en Puerto Iguazú, clave para la vigilancia epidemiológica del norte argentino. La lógica es clara: achicar el Estado, aunque eso signifique debilitar su función más sensible.
- Misiones: cuando la periferia sostiene lo que Nación abandona
En este escenario, provincias como Misiones parecen actuar a contracorriente. No por épica ni excepcionalidad, sino porque entienden que la salud pública no puede ser negociada. Con recursos limitados y sin endeudarse, el gobierno provincial amplió servicios, incorporó tecnología de punta y fortaleció la red de atención primaria.

El Parque de la Salud de Posadas sumó recientemente un tomógrafo PET para detectar cáncer, un equipo que ni siquiera muchas obras sociales cubren. Renovó su robot quirúrgico Da Vinci, lo que permite cirugías de alta complejidad en el sistema público. También desarrolla leyes para garantizar atención odontológica de urgencia, como la que presta el Hospital Favaloro de Villa Cabello; y hasta sostiene redes territoriales de atención cardiovascular. Todo, mientras el Instituto Nacional del Cáncer y otros programas federales pierden fondos o desaparecen y de los pacientes de Misiones -que tenían cobertura nacional- se debe hacer cargo Misiones para que no queden abandonados.
¿Significa esto que Misiones es un paraíso sanitario? No. Hay falencias, demoras y desigualdades, como en cualquier sistema. Pero lo distintivo es la decisión política de no retroceder ni ajustar en lo más sensible de una persona: la salud. Y eso, en un país donde la norma es el ajuste lineal, ya marca una diferencia.
- La pandemia como espejo del modelo sanitario
Durante la pandemia de Covid-19, esa diferencia también se hizo visible. Misiones fue una de las primeras provincias en dejar atrás las restricciones impuestas por Nación, pero lo hizo sin desproteger la salud pública. Optó por una estrategia de control focalizado, con vigilancia epidemiológica, inversión en laboratorios y redes de asistencia, evitando que colapse el sistema público y salvando al privado de quebrar por la altísima demanda.
El resultado: bajo nivel de contagios graves, continuidad en la atención de otras patologías y una economía que no colapsó. A la distancia, no fue rebeldía frente a una Nación que iba en dirección contraria, sino previsión y prevención.
En cambio, en el modelo centralista, el encierro se extendió más allá de lo necesario en muchos casos, sin reforzar los sistemas que necesitaban fortalecerse. El contraste mostró dos maneras de gestionar lo público: una que mide riesgos y respuestas, otra que mide sólo costos.
- No es elogio, es advertencia
Nadie debería romantizar a ninguna gestión. Ni el relato del Estado salvador ni el del mercado omnipotente alcanza. Pero cuando el Estado nacional decide recortar donde más duele, y algunas provincias, aún sin apoyo, siguen apostando por la salud, la comparación se impone. Y plantea una pregunta incómoda: ¿cómo puede ser que los fondos que no aparecen para el Garrahan, sí se gasten en otros rubros o permanezcan subejecutados?
El contraste no es solo contable. Es político, ético y humano. Porque detrás de cada recorte hay personas concretas: niños sin atención, ancianos sin medicamentos, familias sin respuestas. Y lo que resulta peor: vidas que se pierden porque el Estado prefirió la «motosierra» a un modelo presente y suficiente.
- ¿Qué Estado queremos cuando nos enfermamos?
La discusión no es técnica, es vital como la salud humana. En una Argentina “agrietada” ahora entre ajustes y resistencias, la salud pública se vuelve un “termómetro del tipo de Estado” que se construye en la Argentina donde muchos festejan la “motosierra”. Y ese termómetro no miente: cuando se baja la inversión estatal en prevención y atención, sube la fiebre social.
En Misiones, con aciertos y errores, se decidió no abandonar el rol estatal en la salud. El sistema no es perfecto, pero funciona y es referencia en la región. Y lo hace sin esperar la salvación desde Buenos Aires. Es un dato que debería importar, no por provincialismo, sino porque expone un modelo alternativo al abandono.
De cara a elecciones y definiciones políticas, la reflexión es necesaria. Porque la boleta que elegimos también define quién nos va a atender cuando nos duela algo. Antes de llegar a las urnas, hay que preguntarse una y mil veces: ¿qué Estado queremos cuando nos enfermamos?
Estas apreciaciones del Dr. Oscar Herrera Ahuad invitan a un debate que trasciende coyunturas partidarias: la salud pública como derecho y como responsabilidad indelegable del Estado.
Fuente:Noticias del 6