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Estado de Palestina condiciona la causa Malvinas

Trasladar la embajada argentina de Tel Aviv hacia Jerusalén. Por Jorge Asís

Estado de Palestina condiciona la causa Malvinas

Al sobreactuar la venerable línea política que signa el apoyo total a los Estados Unidos, la Argentina de Milei -Panelista de Intratables- se muestra solidaria en exceso con la causa cultural de Israel.
Aunque se condiciona en clave de riesgo la resonancia moral de la causa nacional propia.
Malvinas.

Aparte, el Panelista se esmera en mostrarse como firme oponente a la idea casi original de “reconocer el Estado Palestino”.
En efecto, países como Francia y el Reino Unido -miembros plenos del Consejo de Seguridad-, como Australia y otros Estados nada adictos a los hervores del terrorismo, amagan con reconocer como Estado a Palestina en el plenario de Naciones Unidas.
Es donde Argentina tramita la legítima soberanía de las Islas Malvinas (Georgias y Sandwichs), en manos de los ingleses desde la invasión de 1833.

Ollas vacías de Gaza

En las capitales principales ya no alcanzan las policías para contener las multiplicadas manifestaciones de solidaridad con el pueblo palestino que es, en la actualidad, masacrado en la orgía cotidiana del genocidio.
Matanzas heroicas que se complementan, en efecto, con el costumbrismo de la hambruna.
Padecimiento que se registra como consecuencia de la rutinaria destrucción de Gaza, catástrofe ofrecida como espectáculo televisivo.
Los niños de Gaza, incluso, exhiben el armamento expresivo de las cacerolas vacías.
Pero con el trasfondo poético de los edificios desmoronados por las bombas lanzadas desde drones financiados por Alemania.
O por algún otro país aportante de la Unión Europea.

Con patriotismo fervorosamente sanguinario, el ejército israelí se entrega con estricta irracionalidad a los desmanes de la depuración étnica.
En la plena carnicería advierten con subjetividad estructural que el genocidio, en la práctica, no existe.
Es apenas una fantasía letal y cruel. Como tampoco existe «la hambruna».
El mero hecho de plantear ambas ideas descabelladas implica persistir en la complicidad funcional, propagadas por la estrategia de Hamas.

Movimiento de resistencia impresentable, Hamas ya fue devaluado como grupo guerrillero.
Pero es exactamente funcional a los intereses de la extrema derecha religiosa de Israel. Base ideológica del gobierno impopular de Netanyahu.
En especial Hamas es funcional por no reconocerle a Israel el derecho lícito a la existencia.
Menos aún a la hipótesis sensata de «los dos Estados».

El souk del horror

De todos modos, a la ostensible sofisticación del superior Mossad le cuesta asimilar que los combatientes de Hamas los vacunaron con la frialdad de la inteligencia. Los engañaron como si fueran primerizos en el fragor de la batalla.

Lo inapelable, desde Hamas, es que con astucia “durmieron” al Mossad durante los meses plácidos con el alegato ficticio de la paz.
Con la canción de cuna de la convivencia.
Como si los potenciales asesinos estuvieran auténticamente fascinados con los subproductos de la diplomacia saudita.
Los Acuerdos de Abraham. Romanticismos que aludían a la reconciliación civilizada.
Entonces se limitaban a arrojar esporádicos petardos sólo para constar en actas.
Para mantener encendida la tradición de la lucha. Con el verso significativamente pendiente de la esperanza.
Pero los entrenados sicarios sunnitas los durmieron con tanta credibilidad que los dormidos no vacilaron en organizar el festival de rap y de rock a escasos kilómetros de la frontera que lucía descuidada.
Con decenas de puestos de control casi desactivados.
Acaso con algún puesto ocupado apenas por una “soldada” relajada. Con ganas de prenderse, incluso, en el festejo.

Sin embargo, el 7 de octubre de 2023 los sicarios de Hamas se esmeraron sin contemplaciones sensibles en el frigorífico para descuartizar a canilla libre.
Para producir la muerte de 1.200 relajados y llevarse, como recuerdo extorsivo, alrededor de 200 rehenes.

Consta que en el souk del horror el rehén israelí se cotiza mucho más caro que los baratos rehenes palestinos que pueden perfectamente regatearse.
Basta con citar a Gilad Shalit, el penúltimo rehén israelí que fue oportunamente canjeado por el saldo de mil presos palestinos.
Le hicieron, en efecto, precio.
En el souk del horror también suele imponerse la racionalidad.

Sótano geopolítico

En el sótano geopolítico de Argentina importa la relativa intrascendencia de la complicidad de Milei con la factible frivolidad del genocidio.
En el reciente Paraguay, el Panelista confirmó con énfasis que “la izquierda ataca a Israel porque es la base de la cultura occidental”.
O lo justificó con algún otro disparate por el estilo que sostiene el objetivo menemista de seguir a Estados Unidos.
Aunque Estados Unidos, en efecto, no les pida tanto.

Los americanos del norte conviven con solidaridades teatrales con Palestina.
Hasta en los “campus universitarios”, con los entusiasmados de la cultura “woke”.

Pero el Panelista esclarecido reitera categóricamente la decisión de trasladar la embajada argentina de Tel Aviv hacia Jerusalén.
Sin tomar conciencia que en adelante costará angustias existenciales conseguir gestos indemnes de respaldo internacional para la causa nacional de Malvinas que apasiona con autenticidad a la paciente señora Victoria Villarruel, La Cayetana.

Al cierre del despacho, tampoco se trata de disuadir a los meritorios argentinos que deseen postularse para cargos honorables en el ámbito multilateral.
Sea la secretaría general de la ONU, el Consejo de la Nada de Unesco o la Organización Mundial de la Salud.

La clara línea pro-Trump y pro-Netanyahu no es redituable ya para solicitar el apoyo electoral a los países “no alineados”.
Ni siquiera a los multiplicados que suelen amontonarse en el eclecticismo del Grupo de los 77 (que ya son como 140).
O en el irrisorio Grulac, el familiar que contiene latinoamericanos adictos a la causa Malvinas, como a las ilusiones simultáneas del próximo Estado de Palestina.