La economía argentina cayó 0,1% en el segundo trimestre de 2025 respecto del primero, un dato mínimo, pero suficiente para encender el riesgo de recesión técnica si la tendencia se repite en julio-septiembre. El retroceso, atribuido esta vez a la política económica y no a factores externos, marca un contraste con la herencia del gobierno anterior. Para Milei y Caputo, que venían de celebrar un crecimiento interanual de 6,3%, la contracción simboliza un golpe político: en su propio ciclo de gestión, el programa libertario podría quedar registrado con su primera recesión.
¿Puede estar viviendo la economía Argentina hoy una recesión? O, dicho de otra manera, puede el gobierno de Javier Milei entrar en su primera contracción técnica de su PBI, 100% concentrada en consecuencia de su política económica? Esto es, culpa exclusivamente de la aplicación de medidas que generen un proceso de este tipo. El que, claro está, es lo último que una gestión debe procurar. Más teniendo en cuenta que estamos a casi 20 meses de tarea de reconstrucción de la muy bombardeada economía argentina. Para tener en cuenta a qué se exponen Javier Milei y su ministro Luis “Toto” Caputo, el muy mal gobierno de Alberto Fernández (en terrenos económicos, claro), vivió dos períodos recesivos: el primero, justificable, fruto de la pandemia. El segundo, injustificable, entre el segundo y el cuarto trimestre del 2023. El primero le costó al país una caída de 9,5% del PBI durante marzo y diciembre de 2020, derrumbe recuperado totalmente (incluso con algún crecimiento) en 2021, con un alza del PBI del 10%. En el último año de gestión de Alberto Fernández, la economía cayó aproximadamente 7,2% del Producto Interno Bruto (PIB) en términos desestacionalizados, (con un desglose trimestral de -0,8; -5 y -1,4% respectivamente entre el segundo y el tercer trimestre del año). Finalmente, el año mostró una demolición de 1,6%, lo que junto con una inflación de dos dígitos mensuales, le dejó servida la presidencia a Javier Milei.
La pregunta es si el actual gobierno está en un proceso similar.
Primero, definamos recesión. Técnicamente hablando se trata de un proceso macroeconómico que se mide principalmente a través del comportamiento del Producto Interno Bruto (PIB). La regla más comúnmente aceptada es que un país entra en recesión cuando el PIB se contrae durante dos trimestres consecutivos. Lo importante de un proceso de este tipo, es que se mide toda la economía. En su dimensión más amplia. Incluye la industria, el comercio, la construcción, los servicios, el sector público, el financiero y todo lo que aporte (o no) a la generación de riqueza de un país. De manera directa o indirecta. En definitiva, un programa económico se diseña para que el país crezca. Y no que su PBI caiga. Mucho menos cuando no se conviven con desgracias locales o visitantes como una pandemia, una guerra que haga caer los precios internacionales o sequías envolventes. Ni hablar cuando este tipo de fenómenos recesivos se dan por la mala praxis de los habitantes de la Casa Rosada o el Palacio de Hacienda. Y mucho menos cuando se presentan por internas políticas del gobierno de turno.
¿Qué le está pasando a la economía real de Javier Milei? ¿Estamos ante las puertas de una recesión? Los datos para comenzar a analizar la situación son algo negativos, pero no tremendistas. La información dura indica que, según lo que publicó el Indec esta semana que terminó, la economía argentina cayó un 0,1% en el segundo trimestre del año contra el primero del 2025; un porcentaje mínimo que puede definirse incluso como un error estadístico. Pero, la suerte a veces no juega a favor, determinó que la taba caiga del lado negativo. Habrá que decir a favor del Gobierno que la comparación contra el 2024 fue exitosa, con una importante alza de 6,3%. El problema se agrava cuando se tiene en cuenta que ese segundo trimestre del 2025 habrá que compararlo contra el período que está transcurriendo en estos tiempos: el trimestre julio-agosto-septiembre; donde las perspectivas son más negativas que en el lapso abril-mayo-junio. Parecería que la economía real de este trimestre sería peor (bastante peor) que la del segundo. Sólo teniendo en la memoria la tierra devastada en la producción que dejan históricamente en el país los días de combates por detener las subas del dólar, entre las fuerzas públicas (hoy, Del Cielo) y las privadas (donde antes militaban muchos de los integrantes de las Fuerzas del Cielo), la conclusión es que no hay expectativas constructivas para enfrentar exitosamente la caída del PBI en el presente trimestre. El problema para Milei y Caputo, es que sólo con una tenue baja (otro 0,1%), la recesión quedará marcada en los libros de historia. Volverá a haber un alza interanual. Y casi nada ni nadie (salvo los propios) podrán evitar que este año la economía crezca. Pero el Gobierno se anotará una recesión propia. Y, a esta altura, casi inevitable. La única duda quizá sea la duración de este proceso. ¿Será un nuevo ciclo recesivo que culminará en una breve caída de dos trimestres, o será mayor incorporando una baja también en el período octubre-noviembre-diciembre? ¿Y el 2026? Se verá.
El problema es que esta caída del PBI, se da en la peor hora para la economía real del período mileista. Incluso por encima del muy negativo primer semestre 2024, cuando la caída en el producto era mayor (casi 5%), pero considerada como un proceso casi inevitable ante la necesidad de corregir los desajustes del período albertista. Esa primera demolición del actual gobierno era provocada por un ajuste que teóricamente había sido avalado por los votantes en octubre del 2023. Nada para quejarse. El de ahora se trata de un proceso diferente. Menor en su baja estructural (no será mayor al 1% entre el segundo y el tercer trimestre del año), pero sí simbólicamente más doloroso. Esta sería la época en la que el modelo libertario y su programa económico, más satisfacciones deberían estar brindando; proporcionando una música acorde que acompañe el desfile político que debería llevar al proceso de elección de renovación legislativa hacia el 26 de octubre.
Otra vez, hay alguien que vio este proceso de decaída inevitable de la economía real. Si bien no fue antes que nadie, su importancia hacia el exterior lo convierten en un adelantado. Nuevamente el J.P. Morgan pone en blanco sobre negro ante los inversores financieros del exterior (y algún que otro local), el tiempo que le toca jugar a Milei y Caputo; en este caso, dentro de la economía real. En su último informe publicado el viernes luego del cierre de los mercados (el día de ventas de dólares por unos US$ 379 millones por parte del Banco Central), el banco que cobijó a muchos de los actuales funcionarios del Palacio de Hacienda habló de lo siguiente: “El producto interno bruto disminuyó un 0,2% en comparación con el trimestre anterior, borrando parte de la robusta ganancia anualizada del 3,5% registrada en el primer trimestre. Esta es la primera cifra negativa para la actividad real desde el segundo trimestre de 2024, colocando a la economía en el camino hacia una recesión técnica –definida como dos trimestres consecutivos de contracción. Bajo la superficie, el desglose del lado de la demanda revela presiones crecientes. El consumo del sector privado, el motor de la demanda interna, se desplomó un 4,4% anualizado después de un aumento de dos dígitos en el trimestre anterior. La inversión fija también perdió impulso, disminuyendo un 2,0% anual después de un espectacular aumento del 41% en el primer trimestre”.
El mensaje del J.P. Morgan culmina con toda una definición: “Las cuentas nacionales para el segundo trimestre de 2025 dieron un veredicto de-salentador: la actividad económica se ha detenido”.
Por Carlos Burgueño-Perfil

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