En contraste con el EEUU de Trump, el gigante asiático, segunda economía mundial, se convierte ahora en emblema de un nuevo consumo de energía que ofrece pero también demanda proporciones inéditas de fuentes sostenibles y pone límites al reinado de los fósiles que movieron al mundo durante tres siglos.
El crecimiento de la generación de energía limpia en China ha provocado una caída en las emisiones de dióxido de carbono (CO2) de la gran economía asiática y se ha combinado también con un rápido crecimiento de la demanda, según la reconocida organización Carbon Brief.
Las emisiones de CO2 de China disminuyeron un 1,6% interanual en el primer trimestre de 2025 y un 1% en los últimos 12 meses, si bien sigue desviada de las metas que comprometió en el Acuerdo de París de 2015 contra el cambio climático, según cifras oficiales y datos comerciales.
El suministro de electricidad de la nueva capacidad eólica, solar y nuclear fue suficiente para reducir la producción de energía a carbón en el mercado chino, incluso con el aumento de la demanda. Las caídas anteriores se explicaban por un crecimiento débil (crisis globales o pandemia), pero no esta vez.
La leve disminución en 2015 y 2016 se debió a una recesión que siguió a una ronda de medidas de estímulo, mientras que los controles de “COVID Cero” causaron una caída más pronunciada en 2022.
Paradójicamente, según el estudio, la guerra comercial iniciada por el presidente Donald Trump desde EEUU, ha impulsado renovados esfuerzos para cambiar la economía de China hacia el consumo interno, en lugar de las exportaciones.
Que el cambio se consolide en el tiempo dependerá, en el caso de China, de los objetivos de energía limpia y emisiones establecidos en el próximo plan quinquenal que se publicará el próximo año, así como de la respuesta de política económica a la política comercial hostil de la administración Trump.
Pero las señales indican a los especialistas que las emisiones de CO2 de China podrían estar cerca de alcanzar un pico y una meseta, o incluso un período de declive estructural.
En contraste, la Administración Trump da en EEUU un creciente impulso a la explotación de carbón, con implicaciones para las emisiones de CO2, la contaminación atmosférica tradicional y los mercados energéticos en general.
Verde que te quiero verde

Los aumentos en la generación de energía solar, eólica y nuclear, impulsados por inversiones en nueva capacidad de generación, cubrieron de sobra el crecimiento de la demanda china. El aumento de la energía hidroeléctrica, más relacionado con la variación estacional, ayudó a reducir la generación de energía fósil.
El crecimiento en la generación de energía limpia en el primer trimestre de 2025 no solo fue mayor que el aumento general de la demanda, sino que también superó el incremento promedio de la demanda en los últimos 15 años, marcado por la línea discontinua en la figura anterior, según Carbon Brief.
Como la energía hidroeléctrica se ha mantenido estable año tras año en los últimos seis meses, el crecimiento de la energía limpia ha sido impulsado probadamente por aumentos en la capacidad solar, eólica y nuclear.
Por otra parte, la nueva política de precios internos de la energía en China elimina los pisos mínimos en favor de la de fuentes fósiles, por lo que se espera un avalancha de proyectos de limpias instalados antes de la fecha límite de junio, para asegurar precios garantizados.
Solo en marzo se añadieron 23 gigavatios (GW) de energía solar y 13 GW de energía eólica, un aumento del 80% y 110% respecto a los récords anteriores para ese mes. La Asociación China de Energía Eólica espera un nuevo récord de 105-115 GW instalados este año en proyectos eólicos terrestres y marinos –frente a los 80 GW récord del año pasado–.
El Consejo de Electricidad de China predice una adición de capacidad eólica aún mayor de 120 GW en 2025. También espera que las instalaciones de 2026 estén muy por encima del año récord actual de 2024.
En resumen, los últimos 12 meses marcan un punto de inflexión potencialmente significativo para las emisiones de CO2 de China, con el crecimiento de la energía limpia superando por primera vez el crecimiento de la demanda y desplazando el uso de combustibles fósiles en el sector eléctrico.
El resto del planeta

Al vincular estos nuevos datos con la Semana del Clima celebrada en Nueva York en paralelo con la 80° Asamblea General de la ONU, el analista Ian Bremmer concluye que probablemente estamos presenciando el momento en que el apetito global por el petróleo finalmente comienza a disminuir, pero no por la escasez sino por cambios en la forma en que el mundo consume energía.
El cambio más drástico -coincide- proviene de China, cuya demanda mantuvo los mercados petroleros globales en auge durante 30 años y que entre 2010 y 2020, había duplicado las importaciones de petróleo a 10 millones de barriles por día.
Pero, según Bremmer, esta no es la vieja historia del fin del auge del petróleo que los agoreros predijeron por décadas, ese momento en que el mundo se quedaría sin petróleo accesible. De hecho, el fracking y otras tecnologías de extracción impulsaron la productividad de la industria, desbloquearon nuevos barriles y convirtieron a EEUU en el principal productor y exportador mundial.
Los cambios tienen que ver con factores del consumo, como la reducción de la población de China (casi 25 millones de personas, desde la pandemia, lo que equivale a Dinamarca, Suecia y Noruega juntas, después de crecer en más de 155 millones en los veinte años anteriores): menos gente, menos demanda de naftas.
Además, la cuota de eléctricos en vehículos nuevos en China saltó del 5% a más del 50% en cinco años, lo que redujo el mercado de crecimiento de gasolina más grande del mundo. El país, un “Electro-Estado” por oposición a los “Petro-Estados” árabes, electrifica rápidamente la calefacción y la industria pesada.
China instaló casi 270 gigavatios de nueva energía renovable solo en la primera mitad de 2025, más del doble de la nueva capacidad instalada por el resto del mundo en ese período, seis veces lo que logró EEUU en todo 2024 en el apogeo de la llamada Bidenomics, y más que toda la capacidad renovable instalada de la India.
En paralelo, y en la misma tendencia, la expansión de India -cuarta economía mundial por PIB- se basa más en los servicios que en sectores intensivos en petróleo como la construcción y los productos químicos. El país -el más poblado- también está entrando ahora en su propia fase de electrificación. Nueva Delhi quiere que los vehículos eléctricos alcancen un tercio de las ventas de automóviles nuevos para 2030, frente a aproximadamente el 5% actual.
“Sumando todo -dice Bremmer-, es cada vez más plausible que la demanda mundial de petróleo pueda reducirse en 2025. El consumo sigue en máximos históricos. Pero el crecimiento de la demanda global se ha estancado desde la pandemia. La intensidad del petróleo en la energía, el transporte y la calefacción está cayendo en picado en todas partes. En las economías de mayor consumo, el uso de petróleo per cápita ha disminuido en más del 15% en las últimas dos décadas”.
Geopolítica del crudo

Los productores de petróleo reaccionaron no recortando la oferta y creando un déficit que eleve los precios, sino abasteciendo más. De hecho, después de recortar durante años, Arabia Saudita y sus aliados de la OPEP+ están en camino de aumentar la producción en más de 1 millón de barriles por día interanual a pesar del estancamiento del crecimiento de la demanda.
Desde Sudamérica, Brasil y Guyana (y Argentina, desde Vaca Muerta) seguirán añadiendo barriles offshore de bajo costo. Y Noruega puede seguir bombeando a Europa casi independientemente de los precios globales.
“La combinación de una demanda más débil y una oferta aumentada resultará en un mundo inundado de petróleo relativamente –y cada vez más– barato. Esto no significa que los precios se desplomarán a cero. El mundo -según el mismo análisis- utilizará mucho petróleo durante mucho tiempo, y los precios deben mantenerse lo suficientemente altos como para inducir la oferta necesaria”.
Claro, mientras el petróleo más barato será una ventaja para los hogares y las economías importadoras de petróleo en el noreste de Asia, Europa occidental, India y partes del sudeste asiático y América del Sur, los países cuyos presupuestos enteros se basan en un petróleo de $80-$100 están a punto de enfrentar un ajuste.
En contraste con la nueva “China verde”, mayor consumidor de energía limpia y dominante en productos terminados y cadenas de suministro clave (baterías, vehículos eléctricos, paneles solares, minerales críticos), la Administración Trump apuesta por un “Petro-Estado” que revierta las políticas de su predecesor Biden.
Por lo pronto, el Departamento del Interior prometió habilitar más de 5 millones de hectáreas federales para arrendamiento y explotación de carbón con tasas de regalías más bajas, y 625 millones para mantener las plantas existentes. El carbón cayó a 16% de su participación en electricidad, contra más del doble en 2000, en favor del gas y sobre todo de las renovables.
Líderes empresariales y organizaciones comerciales ya expresaron su preocupación por los intentos de Trump de detener la construcción de parques eólicos marinos que ya habían obtenido la aprobación federal en la Costa Este.
"Una política en constante cambio, particularmente a medida que cambian las administraciones, no es buena para los negocios", dijo Darren Woods, director ejecutivo de Exxon Mobil, la empresa de petróleo y gas más grande del país.
Un juez federal permitió recientemente que se reanudara el trabajo en un proyecto eólico marino que la administración Trump intentó detener, casi terminado frente a la costa de Rhode Island. Otro, pudo continuar después de que funcionarios federales levantaran una orden de suspensión de trabajo tras negociaciones con la gobernadora de Nueva York, Kathy Hochul, demócrata.
Viento o cáncer

La Administración Trump argumenta que quería evaluar cómo los parques eólicos marinos podrían afectar la seguridad nacional.
Una portavoz de la Casa Blanca comentó: "Fueron Obama y Biden quienes declararon la guerra a la industria energética al cerrar gasoductos, prohibir la perforación en alta mar en grandes partes de nuestras aguas, detener las terminales de exportación de GNL y congelar los proyectos de minería de carbón".
El presidente Joe Biden revocó un permiso federal para el oleoducto Keystone XL en 2021, porque no era de interés nacional. El oleoducto, que habría transportado petróleo de Alberta a Nebraska, estaba en construcción.
Biden también pausó las aprobaciones federales para nueva infraestructura de exportación de gas natural para estudiar cómo afectarían el clima, la economía y la seguridad nacional. Un juez federal lo revocó.
Trump ha sido especialmente contundente al atacar las turbinas eólicas y ha hecho afirmaciones infundadas sobre ellas, incluyendo que causan cáncer y son responsables de la muerte de ballenas. Su administración ha buscado bloquear todos los nuevos arrendamientos para parques eólicos en tierras y aguas federales.
La eliminación más rápida de los créditos fiscales para la energía eólica, aprobada por el Congreso este año, solo está aumentando los problemas de la industria. Los analistas de energía ahora esperan que no se construyan nuevos parques eólicos marinos en los Estados Unidos después de 2028.
