La última sesión ordinaria de la Cámara de Representantes de Misiones no solo marcó el cierre de un período legislativo. Fue, también, el inicio del tramo final hacia las elecciones del 26 de octubre, cuando los misioneros elegirán tres diputados nacionales.
El clima político dejó en evidencia un contraste nítido: mientras el oficialismo mantiene una línea constante y un rumbo definido, la oposición parece empantanada en el barro del desconcierto.
En este escenario, el Frente Renovador de la Concordia llega a la elección con solidez. Con Oscar Herrera Ahuad como candidato, la fuerza provincial se apoya en una figura que conserva legitimidad social y política. No es solo un reconocimiento a su paso por la gobernación: es una valoración hacia una forma de hacer política que privilegia la gestión por sobre el ruido, la coherencia por encima de la improvisación.
Herrera Ahuad construyó su marca personal con cercanía. Durante su gobierno, enfrentó crisis sin perder el rumbo, y esa memoria colectiva se traduce hoy en confianza. Su candidatura expresa continuidad, pero también madurez: la de un proyecto que no necesita reinventarse para seguir vigente porque tiene algo que no se compra: la legitimidad de ser representativo.
Mientras tanto, la oposición provincial, cada vez más dependiente de las tensiones nacionales, se aferra a los gestos y al discurso vacío. No hay una propuesta sólida anclada al territorio que pretenden representar, tampoco una visión compartida sobre el futuro de Misiones. Se oponen por reflejo, sin distinguir entre lo que puede mejorarse y lo que simplemente funciona. En esa dinámica de negación permanente, terminan envolviéndose en la irrelevancia.
El oficialismo, en cambio, continúa haciendo eso para lo que fue votado: gobernando.
No se trata de grandilocuencia, sino de constancia. Mientras el país vive atrapado en discusiones abstractas, Misiones sigue resolviendo problemas concretos. A veces pueden parecer soluciones chicas, casi irrelevantes, pero nada que cambie la vida de una sola persona lo es. Esa es la diferencia entre la política que gobierna y la que calcula votos, entre la que gestiona futuro y la que solo administra quejas.
En campaña, la Renovación mantiene esa línea: propone un federalismo activo, con proyectos que apuntan a mejorar la vida cotidiana, defiende el modelo productivo local y habla de inclusión en lugar de consignas. El estilo de su cabeza de lista es austero, pero claro: hay una idea de país que empieza en la provincia.
De cara al 26 de octubre, el voto en Misiones será más que una elección legislativa. Será una decisión entre la coherencia y el ruido, entre la política que construye y la que especula. Entre la inversión y la timba.
En medio del desconcierto nacional, Misiones sigue siendo un punto de estabilidad y sentido común.
Y en tiempos de confusión, eso vale más que cualquier discurso.
Por Diego René Martín