Si no pasa nada raro, lo que nunca sabremos en la Argentina, el país se encamina a una cierta pax de ocho meses, hasta que terminen las vacaciones de invierno del año próximo. Algo así como “nos vemos en agosto” para empezar a pensar en 2027. La buena cosecha de trigo que comenzará a traer dólares el mes que viene y la toma de créditos de las empresas y las provincias, empalmarán con el trimestre de oro de 2026, y luego viene el mundial hasta mediados de julio.
¿Así de simple? Obviamente no. Hay tres factores que pueden romper la ilusión: 1) errores políticos del Gobierno (a los que ha sido bastante propenso cuando se sintió agrandado); 2) insustentabilidad del esquema económico (lo cual dependerá fundamentalmente de la percepción de los mercados en la tónica “elijo creer”); y 3) inestabilidad de Trump y/o algo en sistema planetario (Donald tiene su propia elección de medio término dentro de un año y hoy las cartas le vienen mal barajadas, lo cual le puede complicar su segunda parte de mandato, y eso coincidirá con el año electoral presidencial argentino).
Mientras nada de eso suceda, o al menos no sean sucesos de profundidad, podremos augurar “larga vida al rey” (larga vida en la Argentina son unos pocos meses, ¡eh!). La gran mayoría de los actores políticos, económicos, sindicales, periodísticos, etc. están llegando a la misma conclusión. Ergo, creen que el Gobierno se saldrá con la suya en materia de reformas estructurales, teniendo bastante asegurado el paso por Diputados –estratégica cámara de origen– y un poco más complicado en Senado. Lógicamente moderando lo que llegue como proyectos desde el Ejecutivo, pero aprobados al fin.
El clima de prudencia es tal que seis gobernadores peronistas –filo-K hasta ahora– han llegado a la conclusión de que es mejor deponer las armas y sentarse a negociar: soldado que huye sirve para otra guerra. Buenos Aires, La Pampa, Tierra del Fuego, La Rioja, Santiago del Estero y Formosa creen que no es hora de hacerse los guapos. Aquí operan cuatro poderosas razones:
1) LLA ganó en dos de esas provincias, empató en dos y perdió en otras dos;
2) la mitad de las provincias empeoraron su resultado fiscal durante 2025, obviamente por razones electorales, por lo cual necesitan de la ayuda nacional;
3) esos seis tienen aspiraciones políticas, ya sea de continuidad propia o de proyección nacional; por lo tanto, ahora se juega su propio capital político a suerte y verdad, y si LLA sigue siendo próspero, no tiene mucho sentido la confrontación; y
4) es una excelente excusa para transmitirle a Cristina que su poder de fuego es cada vez más acotado.
No es que al Gobierno todo le sonría. Esta semana supimos que el saldo comercial externo fue el más apretado de los últimos cinco meses, se mueve la investigación sobre el caso Andis, y el propio Toto ahora reconoce que los otros 20 milpalos verdes que iban a duplicar la muralla del Tesoro americano no necesariamente estarán. Mensaje: “hasta acá llegamos; ahora veamos cómo te portás”. Como contrapartida, el Índice de Confianza del Consumidor de la UTDT marcó dos meses consecutivos de crecimiento. Eso se llama “efecto ganador”: el oficialismo se impuso con comodidad en la elección de medio término, ergo, se lee que la propia sociedad apoya, ergo, eso trae optimismo pese a que el consumo masivo sigue luciendo débil. Pero lo importante son las expectativas… ¿Dónde creció más el índice? En el segmento de ingresos bajos (eso también leen los seis gobernadores mencionados).
Más allá de todo esto, los mercados siguen con atención el debate sobre si se le debe prestar atención a la cuenta corriente o a la cuenta capital. Según el Gobierno, lo importante es la segunda porque son los dólares que hay en la plaza, sean o no propios (como las obligaciones negociables de las empresas o los empréstitos de las provincias). Para la mayoría –aun los ortodoxos– lo relevante es la primera, ya que esa es la cuenta contante y sonante. Como el Presidente consiguió un pulmotor por bastante tiempo, el mayor big brother del planeta, entonces por ahora la discusión será un tanto bizantina. Sin embargo, nunca se sabe. Macri también confió en la buenaventura y en 2018 el esquema se quebró.
Entonces, ¿el Gobierno va camino al arco sin arquero y tiene los planetas alineados como nunca en la historia? Por ahora da esa impresión, porque es difícil la conjunción “dólares sobrantes - triunfo electoral - oposición desarticulada”. Convengamos en que Milei es un distinto y que su constelación estelar también es particular. Terminó imponiéndose en un contexto de variables políticas, sociales y económicas que naturalmente le deberían haber jugado en contra a cualquiera.
Si eso es así, ¿Santilli tiene su camino despejado para lucirse como el gran negociador de origen externo en un oficialismo endogámico? ¿Toto accederá a dar lo que el nuevo ministro está comprometiendo? El Colo es hábil, astuto, simpático, buen comunicador, versátil, sin escrúpulos, de matriz peronista (y distanciado de Macri). Un personaje adecuado a las circunstancias para lo que necesita LLA. La runfla política lo huele como uno propio, que maneja bien los códigos. Ya probó el trago amargo de las ¿improvisaciones? del esquema de poder. ¿Tendrá cintura? Karina y los Menem lo apoyan, pero el joven maravilla trata de seducirlo para que juegue en su bando. Danger. Francos ya se fue por no saber conducirse en ese doble juego. La hermanísima es la que realmente maneja políticamente este gobierno y va por más. ¿Por qué no habría de hacerlo? La lógica imperial no acepta nada fuera de su control, a la larga.
En ese marco de mayor confianza del consumidor, sobre todo en el sector popular, la tienda que inauguró Decathlon en Vicente López fue la que más vendió en el mundo por segundo fin de semana consecutivo. Para el kirchnerismo la consigna sigue siendo “Liberación o Dependencia”. Para la sociedad es “Decathlon o Dependencia”. Ansiedad por salir de pobres. Sea como sea. Ahí también está el triunfo de Milei, más allá de las urnas.
Por Carlos Fara

