Con ventas en baja y la planta al 52% de capacidad, la empresa recortó personal y enfrenta críticas sindicales por importaciones. El CEO habla en exclusiva
La caída del consumo volvió a golpear a la industria y Essen, la fabricante de cacerolas premium con 45 años de historia, tomó una decisión que encendió alarmas en Santa Fe: despidió a 12 empleados efectivos y no renovó los contratos de otros 17 trabajadores eventuales en su planta de Venado Tuerto. Aunque la empresa lo atribuye exclusivamente a la baja de la demanda —que, según su director y CEO, Wilder Yasci, se retrajo "alrededor del 10%"—, el ajuste reavivó las versiones sobre un reemplazo creciente de producción nacional por productos importados.
Hasta ahora, la discusión se alimentó de rumores, comunicados internos y declaraciones cruzadas del gremio. Por eso, iProfesional —el único medio que obtuvo una entrevista con Yasci— buscó precisiones sobre la magnitud del recorte y el rol de las importaciones, un tema que se volvió central en la agenda industrial.
El CEO reconoce que la empresa atraviesa un año más débil en ventas y confirma que la planta opera hoy al 52% de su capacidad instalada, unos 10 puntos por debajo del promedio. Pero niega rotundamente que la reducción de personal responda a una decisión estratégica de importar más. La caída de la demanda, dice el empresario, los obligó a ajustar turnos y dotaciones en las líneas de producción y asegura que están trabajando para revertir el escenario. También aclaró que "a todo el personal desvinculado se le pagó todos los puntos indemnizatorios previstos".
Según explica, las 12 bajas permanentes equivalen al 6% de los 212 trabajadores sindicalizados, mientras que los contratos eventuales no fueron renovados, ya que se reducen o amplían en función del ritmo productivo. Asegura además que la empresa ya está trabajando para revertir la situación. "Vamos a seguir con políticas comerciales agresivas para poder potenciar la demanda. Vamos a estar acompañando con el desarrollo de nuevas tecnologías, y tenemos previstos lanzamientos de nuevos productos para el año que viene", adelantó.
La polémica creció cuando trascendió que Essen había comenzado a comercializar más productos fabricados en el exterior. La UOM advirtió sobre un reemplazo de producción nacional, un escenario especialmente sensible en un contexto en el que varias plantas metalúrgicas enfrentan caídas superiores al promedio.
Essen no niega la importación de algunos artículos, pero asegura que su escala es mínima y que responde a la posibilidad de ampliar la oferta y no a un cambio de estrategia industrial. Yasci afirma que "el 98% de nuestras cacerolas se fabrica en Venado Tuerto", y que el 1,9% restante corresponde a una línea puntual desarrollada con tecnología que involucra materiales y procesos que, según explica, "no existen en el país por una cuestión de escala y materiales específicos". "Sin embargo, Essen invierte hace 45 años en Argentina y si los volúmenes lo permiten, podríamos adoptar esa tecnología localmente", sostiene, aunque admite que no hay una hoja de ruta inmediata para ese salto.
Importaciones, nuevos productos y tensiones en la industria
El detonante del conflicto comenzó cuando Essen sumó a su portafolio dos líneas nuevas fabricadas fuera del país: su línea de ollas de acero inoxidable y el robot de cocina Rein, los lanzamientos más recientes de la marca. A estos productos se suman los accesorios y complementos importados que la empresa comercializa desde hace años, y que representan entre el 8% y el 10% de las ventas totales, un porcentaje que —según el CEO— se mantiene estable "desde hace años" y no está asociado a la coyuntura reciente.
En el caso de Rein, la empresa destinó u$s1,2 millones de inversión y seleccionó un socio estratégico en China para fabricar el hardware, aunque "el software, la interfaz y la experiencia de usuario se diseñaron en Argentina". Essen concibe ese producto como una categoría tecnológica distinta de su core industrial tradicional.
Aun así, la preocupación sindical no es infundada: la apertura de importaciones y la caída del consumo presionan a toda la cadena metalúrgica, y la sustitución de producción local por bienes más baratos del exterior es un riesgo real para varias fábricas del sector. El caso Essen funciona, por eso, como un termómetro de un momento más amplio del mercado, más allá de las particularidades de la empresa.
Sobre la red de revendedoras —uno de los pilares históricos del modelo Essen— admite que también sufrió el impacto de la baja general del consumo: hubo "una caída en la productividad", reconoce, aunque la compañía trabaja en acciones para recuperar actividad.
Consultado sobre la posibilidad de nuevos recortes si las ventas no repuntan, Yasci evita compromisos tajantes, pero sí marca una prioridad: "Hoy toda nuestra energía está puesta en recuperar la demanda en Argentina y sostener el crecimiento en nuestras filiales de Latinoamérica".
Finalmente, el CEO dejó claro que el futuro del empleo en la compañía dependerá de la evolución del consumo: "Si mejora la demanda, vamos a volver a contratar. La industria funciona así: cuando la demanda crece, la producción crece y vuelven las incorporaciones. Es un ciclo natural".
Con una planta que opera a media máquina, una marcada caída de consumo y un clima industrial tenso, Essen intenta aferrarse a su identidad fabril. Sus cifras muestran una reducción de personal y una diversificación de productos que ahora incluye desarrollos tecnológicos importados, pero también una apuesta explícita a mantener el grueso de su producción en Argentina. En ese equilibrio —entre la presión del mercado, la necesidad de innovar y el desafío de preservar empleo industrial— se juega hoy el rumbo inmediato de una de las marcas más emblemáticas del sector.

Por Laura Andahazi Kasnya-IProfesional

