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Del bipartidismo al rejunte

El nivel de rechazo de los políticos empata o supera su aprobación y, en gran parte de los casos, se decide el voto en oposición al otro más que a favor de quien se elige. Esta polarización del “rejunte” se construye sobre el rechazo.

La jura de ayer de los 127 diputados electos en la última elección nos dejó esencialmente dos conclusiones: se consolidó una suerte de nuevo bipartidismo con características novedosas, integrado por La Libertad Avanza (LLA) y Fuerza Patria, que reúnen casi el 75% de los diputados y está atravesado por una total polarización en la que se considera al otro como un enemigo irreconciliable. Es decir, prácticamente no hay puntos de contacto entre ambos bloques.

El fiel de la balanza estará a cargo del otro cuarto de diputados, entre los cuales hay quienes pueden apoyar a uno u otro bando dependiendo de las circunstancias, y aliados más o menos permanentes como pueden ser el PRO y la izquierda para el Gobierno y el peronismo, respectivamente.

Decimos que es un bipartidismo de nuevo tipo, que podríamos bautizar como polarización entre “rejuntes”, porque es muy distinto del bipartidismo entre el Partido Justicialista (PJ) y la Unión Cívica Radical (UCR) que inauguró nuestra vuelta a la democracia en los años ochenta. La principal diferencia es que el bipartidismo clásico estaba construido desde lo positivo: desde la afirmación de lo propio, del propio programa y los propios símbolos, más que desde el rechazo a lo ajeno. Se era peronista o radical no por rechazo al otro partido, sino porque se estaba de acuerdo con ese programa, con esos candidatos o ideas.

En la actualidad, el nivel de rechazo de los políticos empata o supera su aprobación y, en gran parte de los casos, se decide el voto en oposición al otro más que a favor de quien se elige. De esta manera, este bipartidismo o polarización del “rejunte” se construye sobre el rechazo.

En el bipartidismo original, el peronismo y los radicales tenían militantes y simpatizantes en todo el país que llenaban actos que iban desde la Plaza de Mayo hasta la 9 de Julio. Hoy esa capacidad de movilización está totalmente reducida. Probablemente tenga que ver con que ese bipartidismo reflejaba más claramente las posiciones de la sociedad. Actualmente no podríamos aventurarnos a decir que el 75% de los argentinos es peronista o libertario. Hay una desafección política mucho más importante y ambos bandos, en la actualidad, representan más bien minorías intensas.

Por otro lado, además decimos “bipartidismo vs. rejunte”: el PJ y la UCR eran instituciones partidarias con tradición y organización de décadas; Fuerza Patria y LLA son rejuntes. Es decir, el bipartidismo clásico tenía políticos que toda su vida habían militado en la misma organización partidaria, eran cuadros formados y se comportaban conforme a los usos y costumbres del funcionario público.

Actualmente, las fuerzas políticas dominantes están compuestas por grupos con lealtades y afinidades distintas, procedencias diversas, e incluso con personas que hace pocos años se dedicaban a cualquier otra cosa y hoy se comportan como si estuvieran en una asamblea universitaria a punto de tomar la facultad. Ayer se evidenció una suerte de show en el Congreso, algo de la política reducida a la sociedad del espectáculo, como escribió Guy Debord en aquel famoso libro.

En general, el Presidente nunca asiste al Congreso en la jura de los diputados. Javier Milei rompió ese protocolo y asistió para saludar, y cuando debutó en su cargo lo hizo con un discurso de espaldas al Congreso. A sus diputados los arengó. LLA dispuso una suerte de operativo de show en el que cada diputado que juraba hacía una referencia a Milei como si fuese un emperador romano e insultaba o le dedicaba una chicana al peronismo y al resto de la oposición.

Cuando Milei entró al recinto, se produjo un intercambio de cantos. El peronismo cantaba “la patria no se vende” y los libertarios contestaban con “libertad” y "Presidente". Esto, en general, no es propio del Congreso y demuestra cómo la política va cambiando en sus formas. Esto es propio de la militancia estudiantil: en los escrutinios de los centros de estudiantes, los jóvenes se contestan con cantos. Es parte del folclore político universitario. Es extraño verlo en el Congreso de la Nación, en medio de una crisis tan importante, en la que ni el gobierno anterior ni este están resolviendo los problemas cotidianos que tiene la mayoría de la sociedad.

Es decir, frente a una situación tan grave como la que viven los argentinos, este tipo de comportamientos refleja poco lo que los votantes esperan que hagan los diputados. Probablemente, muchas de estas cosas pequeñas contribuyan a la crisis de representación que atraviesa la política nacional.

La diputada libertaria Lilia Lemoine ocupó un lugar central en la jura. Se quedó cerca del lugar donde se juraba para gritar y provocar a cada diputado de la oposición que juraba con valores contrarios a los de LLA. En general eran las mismas chicanas o chistes que se leen en redes como X de los trolls libertarios. Es decir, Lemoine se convirtió en una suerte de troll presencial en la jura de diputados. Probablemente la idea sea condicionar a los diputados opositores, hacerles sentir el peso de la primacía que conquistó el Gobierno.

En Modo Fontevecchia, este martes mencionamos posibilidad concreta de que LLA le quite la primera minoría en Diputados al peronismo, gracias a las gestiones del ministro del Interior, Diego Santilli, para que tres diputados de Catamarca que responden al gobernador Raúl Jalil se fueran del bloque peronista y formaran su propio bloque provincial. Lo mismo hizo el puntano Jorge “Gato” Fernández. Esa posibilidad se concretó, impulsó a Milei a ir al Congreso a participar de la jura y montar este show del que venimos hablando. No olvidemos que Milei había jurado de espaldas al Congreso cuando solo tenía 37 diputados y decía que esa institución era “un nido de ratas”. Ahora, con 95 diputados, evidentemente es un nido de argentinos de bien que merecen su presencia.

Volviendo a Lemoine, su rol fue constante durante toda la jura. Vemos solo dos ejemplos: primero, cuando juró Myriam Bregman, la diputada del Frente de Izquierda (FIT). "Por los que no se callan a pesar de los abucheos y las represoras. Por los 30.000 desparecidos", juró la legisladora de izquierda. Ante los gritos de la diputada libertaria, agregó: "Que esta señora se calle la boca porque nos tiene recansados". María Elena Vázquez, diputada del peronismo, juró por Guillermo Moreno y también respondió a los comentarios Lemoine y dijo: "Chau, mi amor. Yo no me voy a callar. ¿Quién te creés que sos?".

Quien también se llevó todos los comentarios fue Juan Grabois, que le hizo un gesto a Karina Milei con el número tres con sus dedos a Karina y Javier , que estaban en uno de los palcos del Congreso. Lógicamente, esto refiere a las acusaciones contra la hermana del Presidente y las escuchas de Diego Spagnuolo en el caso Discapacidad, que planteaban que la hermana del Presidente se llevaba el 3% de las coimas. En otro momento, el referente de Patria Grande hizo un gesto como acusando a la banca libertaria de consumir cocaína o de tener diputados con adicciones en ese sentido.

Lejos de buscar provocar indignación con estas demostraciones, ciertamente poco usuales en el ámbito del Congreso, nos interesa tratar de entender qué está detrás de este comportamiento y de este proceso en el que la política parece reducida a un programa de espectáculo, con sus peleas histriónicas de la tarde y sus acusaciones. Como todo problema complejo, tiene muchas aristas y dimensiones de análisis.

Empezando por la psicología de los grupos, podríamos decir que hay una regresión por la falta de éxito del propósito de los bandos políticos. El estudio de la dinámica de los grupos en psicología revela un proceso fascinante y a veces turbulento en la forma en que las colectividades se organizan, movilizan y, bajo presión, pueden desintegrarse en patrones de conducta regresivos y defensivos. La constitución de un grupo en torno a una tarea específica es el punto de partida fundamental.

En la teoría de la Psicología de los Grupos, particularmente influenciada por autores como Wilfred Bion, se concibe al grupo de trabajo como una entidad racional y madura, orientada hacia un objetivo explícito y utilizando métodos lógicos y coherentes para alcanzarlo. Esta modalidad de funcionamiento, el Grupo de Trabajo (Work Group, requiere que los miembros mantengan un alto nivel de control cognitivo, toleren la frustración inherente a la dificultad de la tarea y cooperen de manera constructiva. La energía psíquica del grupo se invierte en la realidad externa y en la consecución de los fines propuestos.

Sin embargo, los grupos no siempre pueden sostener esta tensión racional. La frustración, la incertidumbre, la ambigüedad o la amenaza de fracaso ante la tarea imponen una carga emocional que la estructura madura del Grupo de Trabajo puede ser incapaz de soportar. Es en este punto de crisis o percepción de fracaso donde, según Bion, el grupo regresa o desliza hacia lo que él denominó “supuestos básicos” (basic assumptions).

Estos supuestos básicos son patrones emocionales primitivos, no verbalizados e inconscientes, que toman el control de la dinámica grupal y sustituyen la tarea real por una fantasía protectora. El grupo ya no se reúne para hacer algo, sino para ser algo que lo proteja de la angustia.

Uno de los supuestos básicos más relevantes para entender la reacción primitiva de rechazo es el patrón de Ataque–Fuga (Fight–Flight). Cuando el grupo siente que la supervivencia -la del grupo y la de sus miembros- está amenazada por la complejidad de la tarea o por una amenaza externa, la energía grupal se canaliza hacia dos únicas opciones inconscientes: luchar contra un enemigo o huir de un peligro. Dado que la amenaza es a menudo abstracta (el fracaso, la incertidumbre, la propia dificultad de la tarea), el grupo, en su estado regresivo, necesita materializar un enemigo y proyectar sobre él la fuente de su angustia.

Es aquí donde se manifiesta la regresión hacia la constitución del grupo a partir del rechazo a otros grupos o a la diferencia. El grupo, que fracasó en definirse por lo que hace (la tarea), intenta definirse urgentemente por lo que no es. El fracaso de la cohesión interna basada en la cooperación y la dificultad es compensado con una cohesión simplificada y emocional basada en la hostilidad compartida hacia un exogrupo o chivo expiatorio.

Este exogrupo es percibido como culpable del fracaso o fuente de la amenaza. Esta dinámica, también explorada por Henri Tajfel con su Teoría de la Identidad Social, muestra que la pertenencia al endogrupo se fortalece a través de la devaluación y estigmatización del exogrupo. La tarea implícita del grupo se convierte en la destrucción o neutralización del enemigo, lo que ofrece un sentido de propósito emocionalmente poderoso y una descarga agresiva que momentáneamente alivia la angustia frente a la realidad.

La estructura del Grupo de Trabajo se derrumba y emerge una colectividad hiper-cohesionada, pero primitiva, cuya existencia se justifica en la necesidad de defensa y ataque contra la otredad. Este es un mecanismo de defensa grupal que permite evitar enfrentar la propia incompetencia o la dificultad real de la tarea.

Es decir que grupos políticos más exitosos que lleven a buen puerto su programa y resuelvan buena parte de los problemas del país, probablemente tiendan a ser menos polarizados entre sí. Esto se conecta con los votantes, que eligen más en rechazo al otro que en apoyo al propio. Así, las identidades políticas se construyen por la negativa.

Por otro lado, los diputados también son políticos con ambiciones propias y necesitan hacerse conocidos. Hay una lógica que los excede: la lógica de la polarización, el entretenimiento y las redes sociales. Mucho de su accionar es consumido como entretenimiento por cientos de miles de usuarios en videos o clips para Instagram y TikTok. Es más sencillo y viral generar un video agrediendo al adversario, que luego se reproduce y viraliza, que contar cómo se resolvería la inflación en 35 segundos, por ejemplo.

Milei, en sus dos años como diputado, presentó solo 10 proyectos impulsados por él mismo. ¿Alguien recuerda alguno en particular? Efectivamente nadie. Elevó su nivel de conocimiento a partir de recortes para redes sociales de sus apariciones televisivas. En ese sentido, un diputado del oficialismo o de la oposición debe enfrentar una tendencia general y mundial de reducir la política al clip para redes sociales, o adaptarse de la mejor manera posible para ser conocido y avanzar en su instalación como figura.

Muchas veces, nosotros, como ciudadanos o votantes, nos quejamos del comportamiento frívolo de los políticos, cuando luego somos quienes consumimos durante horas estas mismas actitudes en nuestros celulares o redes sociales. Cuando ganó Milei, surgió la discusión sobre si realmente estábamos ante un fenómeno político nuevo. En varias ocasiones planteé que tal vez no, que tal vez estábamos ante la última fase de descomposición de un proceso que luego nos haría tocar fondo y llegar a algo nuevo efectivamente. La farandulización de la política y su degradación como espectáculo, la falta de ideas y de programas, y la degradación del debate público eran algo presente en la política argentina desde hace años, pero ahora llegó a su nivel más extremo.

Esperemos que esto sea así y, desde nuestro humilde lugar, tratamos de colaborar en ese sentido: elevar el debate público y tratar de entender lo que sucede en nuestra política sin la receta de la indignación constante. Algo que, entendible como es, no creemos que sume a la comprensión de nuestros problemas como sociedad.

Producción de texto e imágenes: Matías Rodríguez Ghrimoldi