Los tres tenores suelen ofrecer el recital conjunto cada 15 días. La ópera inagotable de la cuarentena. Pavarotti, Alberto Fernández, El Poeta Impopular. Carreras, Horacio Rodríguez Larreta, Geniol. Plácido Domingo, Axel, El Gótico.
Barítonos que ensayan, durante horas, antes de las presentaciones.
Mientras tanto mantienen sus separadas tensiones.
Derivaciones de la simultánea competición por la permanencia estratégica.
Alberto y el triunfo histórico de los unitarios
Primero el presidente se desprende del coro.
Puesto a dedo, en el escenario, por La Doctora.
Gobierna desde un almuerzo semanal. La verdadera reunión de gabinete.
En Olivos, los martes, sin vino. Es el “Círculo elitista de los 5”.
Tres representan el eje de articulación política (en diálogo generacional con los opositores).
Dos aglutinan al “doctorismo camporista”. Movimiento que contiene a La (Agencia de Colocaciones) Cámpora.
La “orga” con vocación y ocupación de poder. Para el modelo de país difuso. Imaginario.
Almuerza Máximo, En el Nombre del Hijo, y Eduardo de Pedro, El Wado.
Max y Wado, en alianza blindada con Sergio Massa, El Conductor Minoritario del extraño Frente Renovador que intenta renovar algo.
Los otros dos son exponentes calificados del Randazzismo (sin Randazzo).
Santiago Cafiero, El Nietito, el Benjamín del quinteto de comensales.
Completa Alberto, el presidente, el veterano del grupo.
Los randazzistas invocan la inmanencia del peronismo ausente.
Criado en la Tierra Santa de la Cruz, la referencia territorial de Max es Buenos Aires. Como la de Wado, Sergio y El Nietito.
Y Alberto, líder unánime de Parte, adhiere a la secta del peronismo de la Capital.
Extensión artificial de la “Provincia Inviable”, reflejo de la inapelable centralidad.
El Circulo de los 5 remite al espejo del federalismo falso que signa el triunfo histórico de los unitarios.
Aunque se celebre, desde la destreza oral, la odisea del «presidente junto a 24 gobernadores».
Un versito que a nadie, en el fondo, le importa.
Carne con ensalada y jugo de pomelo. Cuatro cuarentones y el sexagenario brindan el marco austero del gobierno que debiera tener un rumbo.
Algún plan. Una agenda.
Cinismo griego
La invención, talentosa para la aritmética de campaña, resulta ineficaz para el aburrimiento de gobernar.
El acuerdo pedaleado con los acreedores es positivo.
Pero falta encontrar la salida digna del encierro compulsivo.
La peste le sirvió a Alberto, para ponerse el país a babucha y proyectarse como líder. En simultánea coincidencia con la destrucción total de la economía.
Entre las legiones del anti doctorismo se estimuló el sueño de emancipación de La Doctora.
Pero El Poeta Impopular no come vidrio. Al randazzismo (sin Randazzo) le cuesta convertirse en albertismo. Pese al afán de los Buscapinas fundacionales.
La cuarentena arrastra ya 150 días. Se cargó la totalidad del otoño. Se lleva más de la mitad del invierno. Pese al presuroso anuncio de la vacuna para el pueblo vacunado.
Durante el último recital, Alberto siguió con los preceptos filosóficos del cinismo griego.
Los consejeros no se encuadran precisamente en los lineamientos de la escuela cínica de Antístenes. Ni siquiera de la de Diógenes de Sinope.
A través del lenguaje, el presidente, como Diógenes, niega lo que dispone y aplica.
La cuarentena que, de pronto, gracias al lenguaje deja de existir.
¿De qué cuarentena hablan, manga de cabrones?
Pero la réplica transcurre en tono moroso, reiterativo.
Suave tendencia hacia la monotonía.
Horacio. El ejemplo de La Doctora
Rodríguez Larreta, Geniol, va a los bifes. A los números.
Es concreto y exacto como un termómetro.
Desde hace doce años gobierna el Maxi Quiosco del Artificio Autónomo.
Ocho de ellos fueron como Premier activo de Mauricio Macri, El Ángel Exterminador.
Pero el Ángel se convierte en el primordial obstáculo para su propósito de ser el próximo presidente.
Macri -como antes La Doctora- mantiene el proyecto de reconquistar la presidencia.
Perfectamente Macri puede volver si sigue el ejemplo de La Doctora.
Consiste, primero, en darse cuenta. Segundo, en ceder el lugar.
La Doctora resolvió el dilema y con un tuit dio vuelta la política.
Comprendió que la presidencia estaba imposible para ella. Ocurrió el difícil paso al costado.
Sacó de la galera a Alberto Fernández y decidió acompañarlo como vice.
Pero Mauricio aún no percibió que la presidencia ya le es imposible.
En cuanto se convenza, podrá imitar a La Doctora.
Puede extender la moda de apoyar a los jefes de gabinete.
Kirchner y La Doctora lo tuvieron como Premier a Alberto. Y hoy es Alberto quien firma los decretos.
Como Premier en la ciudad, el Ángel lo tuvo a Larreta.
Y como presidente lo tuvo a Marcos Peña, El Pibe de Oro.
De eventual raigambre doctorista, la fórmula Peña-Macri no es siquiera imaginable.
El dilema podría resolverse si el Ángel, con otro tuit, opta por asegurarse al presupuesto del Maxi Quiosco.
Ir por la Jefatura del Artificio Autónomo de la Capital. Y apoyar como presidente, para 2023, a Rodríguez Larreta.
A Macri le alcanza para volver al Maxi Quiosco.
Para garantizar la espiritualidad financiera del continuismo. Sin arriesgarse a las irritantes comisiones investigadoras.
Axel. La credibilidad desesperada
La peste, para El Poeta Impopular, funcionó como instrumento de promoción personal. Como para Geniol (en principio).
Para Axel fue el inicio de la “Temporada en el Infierno”. Estilo Rimbaud.
Derivaciones de la fantasía creativa que impulsó La Doctora.
Inducirlo a “caminar” la provincia inviable.
Bajarlo desde el marfil de la academia para peregrinar por el barro.
La invención funcionó, a pesar del escepticismo profesional de los mini-gobernadores.
La epopeya del Gótico concluyó con la llegada de la peste.
Por el compromiso demográfico de aportar, entre tanto barro, la mayor cantidad de muertos.
De ser instrumento principal para el ejercicio de poder de La Doctora, el keynesiano pasó a perfeccionar su conocimiento en hisopados.
A ocuparse de la contabilidad de los respiradores y las camas para intensivas.
Perdió la plaza, incluso, en los almuerzos del circuito elitista. Debía ser miembro de número.
Pero tenía el tiempo saturado de hospitales. Con cercos multiplicados. Innumerables Villas Azul.
En su aprendizaje de estadista aprendió hasta el incómodo oficio de la resignación.
Hasta ofrecer el marco para el único fenómeno generado en la provincia.
La instalación irresistible de Sergio Berni, El Cirujano, Ministro de Seguridad.
Mientras, paradójicamente, la inseguridad avasalla, para convertirse en regla.
Se agigantaba el mérito canibal de la defensa propia.
Preferible, ante tanta muerte, era pontificar a Keynes. Debatir con Tomas Pickety, en la universidad.
O discutir donde fuera, con fundamentos, las imposturas de Arriazu, de De Pablo, Melconián o Milei.
Se explica, en el último recital, ya sin contención, los arrebatos de su credibilidad desesperada.
El planteo de escenarios dramáticos que desbordan.
Lo desbordan. Al desbordado.
Por Jorge Asís