Misiones Para Todos

Ale Sergi: “Es injusto responsabilizar sólo a una banda por Cromañon”

“No me sentí identificado con ningún candidato como para hacer conciertos de campaña”, explicó el líder de Miranda en una entrevista con Tatiana Schapiro. Mujeres, excesos, violencia social y las responsabilidades por aquella tragedia de las bengalas: “Podría haber sido cualquiera”.

—¿No parás nunca de componer?

No, porque me gusta. Es lo que más me gusta hacer.

¿Cómo es el proceso? ¿Qué dispara la creatividad?

Diferentes cosas. Cada vez que escucho algo que me gusta, digo: “Quiero hacer uno igual de bueno”. Cada vez que veo un recital que me gusta, me dan ganas de subirme a tocar, eso me estimula mucho.

—¿Pero es un proceso organizado?

Tengo un estudio y voy todos los días que puedo. Tengo una rutina, voy a entrenar al mediodía y después al estudio. Me quedo ahí hasta las diez de la noche o hasta lo que me den ganas de quedarme. A veces salen cosas buenas, a veces no tanto. Si no estoy en el estudio y baja algo, lo grabo en el teléfono. Igual hace un montón de tiempo que dejé de hacerlo. Si se me viene así, viajando o en cualquier situación, no la grabo, trato de recordarla después. No sé, tengo la idea de que si la recuerdo después, era porque tenía valor.

—Si era tan buena, iba a volver…

También sigo como una suerte de ejercitación, para poner así un poco la memoria en actividad. La verdad es que a veces vuelven y tampoco es que sean tan buenas. No hay un método, pero en mi caso sí hay cierta disciplina. No es cuando me pinte.

—¿Cuándo entendiste que eras bueno?

Desde el primer momento en que mostré algo y llamé músicos para tocar conmigo, o que tuve la cara para subirme a un escenario. No sé si era bueno, o tal vez sí. Todo lo que muestro es verdaderamente lo mejor que puedo hacer. Si hay gente que se interesa, viene y escucha, eso te confirma mucho. Hace 20 años que hago esto, desde los 15 años canto, tengo bandas. Cuando hay gente que viene y dice: “Uh, qué bueno”, y paga la entrada y te compra los discos, decís: “Bueno, tan equivocado no estaba”.

—¿Cuándo te diste cuenta de que ibas a poder vivir de la música?

Con Miranda. Con todos los grupos que tuve antes nunca gané un centavo. Es más, estuve poniendo plata todo el tiempo. En el momento en que Miranda empieza a tocar bastante seguido, con el primer disco, yo trabajaba de operador de sonido en una empresa.

—Sí, de hecho armaste el sonido para ex presidentes.

Sí, porque la empresa donde yo trabajaba armaba sonido en la Feria del Libro. A mí me tocó [Fernando] de la Rúa, [Carlos] Menem y una vez [Raúl] Alfonsín, pero ya no era más presidente.

—¿La música te trajo más mujeres o más plata?

Más mujeres.

—Y las groupies, ¿qué tal?

No, plata no traen, ya quisiera yo (risas). Me parece un poco despectivo decirles groupies. Hay mucha fantasía al respecto. Yo te digo “muchas mujeres”, no significa que a mí las mujeres me vengan de manera absolutamente mecánica y que sean tan básicas como para que con sólo estar ahí cantando y tocando la guitarra enloquezcan. Es una herramienta para acercarme a más gente. Calculo que como la mayoría de los artistas, tenemos un costado bastante retraído y tímido, el subirme al escenario o compartir composiciones o cantar es una manera de abrirme y me da cierto tipo de seguridad.

—¿Eras tímido?

—Sí, claro, hasta el día de hoy. Lo que pasa es que no me queda otra. No voy a ser tímido ahora, estamos haciendo una entrevista, pero es a partir de la actividad que yo hago. Si no fuera por eso, soy muy freak, muy tímido.

—Cuando estás grabando, ¿sabés qué tema va a ser un hit?

No, lo que más o menos sé es, cuando termino de componer una canción, si se va a grabar o no. La canción tiene que subir muchas escaleritas, no es que va desde la pluma a la radio.El primero es terminarla, ese ya es un proceso. La escucho y suelo tener una conciencia de si esa canción puede llegar a ser grabada, ya sea por mí o por cualquier otro artista. Después hay que ver cómo quedó la grabación, porque puede quedar mejor o podés arruinarla.

—Y mirando para atrás, en los que fueron hits, ¿cuál creés que es la receta?

No pensar en hacer un hit, pensar en hacer una canción.

—¿Hay una cuota de suerte?

Creo que hay una cuota de suerte, no en cuanto a lo musical ni a la creación que vos hayas hecho, sino en cuanto a todo alrededor. Hay veces que vos podés hacer una canción genial, que si no tuviste la suerte de caer en el momento apropiado, de sonar en el horario en que te escuchó tal o cual. Eso ya tiene que ver un poco más con la suerte. Pero las canciones uno no las hace por suerte, las hacés porque te van surgiendo y ya es una suerte hacerla.

—El rock nacional tiene un vínculo con la historia argentina importantísimo. ¿Las nuevas camadas de músicos están logrando lo mismo?

—Yo considero que sí. Cuando el evento es tan inmediato, cuesta un poco dimensionarlo. El paso del tiempo le da el verdadero valor a las cosas. Yo ahora te digo Virus, Soda, Los Abuelos, Las Viudas y todo el mundo dice: “Ah, ¡qué bueno!”. Pero me acuerdo cuando estaba en ese momento y decían que era una movida frívola, que las letras, que era música para bailar, que era una cosa pasajera, pasatista, plástica. Eso pasaba con muchas de esas bandas y ahora nos damos cuenta de que revolucionaron la música argentina. Los Baba[sónicos] también, cuando empezaron, tuvieron sus detractores. Illya Kuryaki and the Valderramas también, y hoy por hoy son bandas súper consagradas y respetadas. A nosotros nos ha pasado. Creo que también de a poco vamos logrando romper esos prejuicios.

—Trabajaste en Cemento y te escuché hablar en alguna oportunidad de [Omar] Chabán pos Cromañón. ¿Qué opinas de Callejeros? ¿Te parece bien que los músicos sigan tocando?

Ellos tocan música. No puedo tener una opinión ni positiva ni negativa. No es un grupo que yo escuche habitualmente. Pero, honestamente, antes de ese día horrible en Cromañón, ya había tocado ahí y también recuerdo que una semana después habíamos tocado en un lugar en Haedo. Era la época en la que empezábamos a tocar en lugares así, pero se reventaban de gente. Me acuerdo que salimos a tocar y cuando empezamos, una de las torres de sonido se empezó a tambalear, miré y mi sensación fue: “Guau, ¡qué bien! Estamos rompiendo todo”. Estábamos todos inmersos en esa situación.

—O sea, podrían haber sido ustedes.

Podría haber sido cualquiera. Me acuerdo de haber ido a ver a Café Tacuba en el ND Ateneo, y un pibe agarra una bengala, la saca, la prende y viene el de seguridad y lo saca. ¿La gente qué hace? Se ríe. La cultura futbolera está inundándolo todo. Cuando fui a ver a Kraftwerk, en Obras, lo mismo: un pibe saca una bengala y agita. Los alemanes miraron como diciendo: “Dios mío, sáquennos de acá”. Es decir, no nos podemos hacer los tontos con eso y no podemos señalar con el dedo ni a Callejeros, ni a Chabán. Era toda una gran cosa. Yo no te voy a decir que nadie fue responsable, pero no me parece justo responsabilizar sólo a una banda, porque estábamos todos metidos en la cosa.

—¿Hay un tema de responsabilidad social que va más allá del evento?

Claro, hay un tema de confusión con respecto a la celebración acá en Argentina. Cada vez que se celebra hay quilombo y eso no tiene que pasar. La última vez, ¿qué fue, con el Mundial? Que salimos segundos. La gente fue a festejar y fue un quilombo. Hay algo de confusión y también hay una suerte de aprobación colectiva. Cuando alguno hace un poco de bardito, en lugar de mirar mal y decir: “Eh, loco, bajá”; es como un: “Uh, qué locos que somos. Sí, el escabio”. Y así estamos, nos prendemos fuego solos. Me parece injusto decir: “Es culpa de Callejeros todo lo que pasó”.

—¿Lo que pasó con Chano Charpentier?

Lo que pasó hace poquito con Chano también. Es algo que le podría haber pasado a cualquiera. Él tiene su cuota de responsabilidad, pero no amerita una cosa así en lo más mínimo. Tiene un poco que ver con esa cosa de fervor colectivo por la incorrección. Sí, él no estuvo bien, se mandó una, pero para eso existe la Justicia. Está bien que, por otro lado, está difícil confiar en la Justicia, porque a veces hay cosas que ocurren que uno considera injustas. Pero no podés hacer eso. Lo podrían haber lastimado. No minimizo, pero podría haber sido bastante más grave.

—Corriéndonos completamente de la música, ocasionalmente se ven escraches o linchamientos, hay una cosa de justicia por mano propia y de enojo social muy grande.

Claro, pero hay que considerar que en este camino vamos a terminar todos dándonos palos y vamos a explotar nosotros mismos. Yo puedo entender la furia, la rabia, la ira, pero en algún momento vamos a tener que replantearlo, porque si no, nos vamos a matar solos.

—Para ser una estrella de la música, ¿es necesaria una cuota de exceso y descontrol?

No, en absoluto. Para nada.

—¿Vos qué excesos te permitís?

Mi mayor exceso es que soy muy adicto al trabajo, me cuesta irme de vacaciones. Siempre elijo vacaciones de mucha actividad. No podría irme a tirarme a la montaña a mirar el cielo y rascarme la panza. Con el resto de las cosas no sé, no he tenido inconvenientes con nada. Me parece que mientras tenga que ver un poco con la distracción, con la diversión. A mí me gusta salir y tomarme algún trago, pero, justamente si tomo mucho, me tomo un taxi.

—No te zarpás.

Claro. No me zarpo por mí mismo, ya estoy grande. No me siento de 15 años: “Ah, la vida loca”. La verdad es que yo valoro mucho lo que conseguí.

—Hay un textual tuyo que encontré que dice: “Para mí es más fácil grabar un disco que vivir”.

Sí. Es mucho más fácil, obvio.

—¿Por qué?

Porque me es más fácil, me resulta más sencillo. Primero, es un evento más pequeño, entonces, puedo controlar todo.

—¿Pero vivir es complicado?

Claro, por todo esto que estamos hablando. La vida está llena de situaciones que uno puede considerar injustas y que hay que aprender a manejar sin enloquecer y abandonar.

—Te cambio de tema. ¿Rechazaste propuestas de shows políticos?

A veces sí.

—¿Otros los hiciste?

Sí, cuando son conciertos en celebración, que te lleva la Municipalidad y tocás gratis para la gente, sí. Eso lo hago sin problemas. Lo que nunca hacemos son conciertos de campaña. Tampoco es que lo rechace. Lo que pasa es que nunca me sentí identificado con ningún candidato. Si me ocurriera, posiblemente lo haría, porque me interesaría que la gente escuche lo que ese candidato tiene para decir.

—Salir a bancar públicamente a un candidato no, porque las propuestas que hay hoy no tienen que ver con lo que vos querés.

No sé si las propuestas que hay hoy no tienen que ver con lo que yo quiero. Algunas tienen que ver con lo que yo quiero, otras no tanto. Pero no me siento tan plenamente identificado con alguien como para jugarme tanto.

—Si te encuentro dentro de cinco años y todo salió fantástico, ¿cómo te voy a encontrar?

Hasta ahora viene saliendo todo como yo quiero. Tampoco sé muy bien cómo quiero que salga dentro de cinco años. Voy planificando el día a día y lo único que quiero es seguir haciendo esto que hago, que me la paso bien… Con más entradas, con menos entradas, mientras no tenga que volver a la fábrica de galletitas ya estoy contento.

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