En una entrevista íntima, la chaqueña repasa su carrera y reflexiona sobre el presente y el futuro. La aventura ElectroStar, la producción para Playboy, sus inseguridades, su profesión de abogada y el panel de Bendita, su lugar en el mundo hace 13 años
Se autodefine como una albañil del amor, aunque aclara entre risas que la relación que más perduró fue la que gestó con Bendita TV, donde lleva más de 13 años como panelista. “Tengo más continuidad laboral que emocional con mis parejas”, analiza Alejandra Maglietti, con humor. Como además es abogada y analista de marketing digital, introduce sus conocimientos en derecho en el programa Mejor que hablen, de Radio 10, y en sus redes sociales. Incluso abrió una nueva cuenta de Instagram para que sus seguidores puedan resolver consultas jurídicas o legales.
Atrevida y extrovertida, en el último tiempo se animó al desafío de conducir en las mañanas de Radio Vale. Su tonada característica del norte argentino también fue parte de las ElectroStars, una aventura musical que le permitió recorrer el país entero, aunque le genere cierta vergüenza. En diálogo con Teleshow, la chaqueña repasa su vida con una naturalidad asombrosa. No teme revelar sus secretos más íntimos, como el uso de juguetes sexuales, el consumo de pornografía, las repercusiones internas que tuvo su participación en Playboy, o la vez que la familia le prohibió ingresar a la casa de Gran Hermano.
—¿Cómo te llevás con ser una femme fatale?
—No me considero en nada una femme fatale. Soy reinsegura y nunca me sentí una bomba sexy. Tal vez en lo profesional me sirvió mucho, porque cuando estudiaba sentía prejuicios muy grandes: ser rubia, el aspecto, el maquillaje o andar siempre muy arreglada generan un montón de prejuicios. Cuando estaba en la universidad tenían tantos prejuicios que con muy poco sorprendía. Entonces, prefería que me subestimaran, porque con poco lograba mucho. En cambio, en la parte emocional o con mis parejas no me parecía que esté tan bueno, porque generalmente los hombres que se acercaban no son los mejores. No es tan simple encontrar alguien que tenga los mismos valores que vos.
—¿Por qué te considerás insegura? Si bien es políticamente incorrecto hablar del físico de otras personas, en ocasiones la apariencia ayuda a generar confianza, y vos sos bellísima…
—Nunca me siento bellísima. Todo el tiempo me estoy encontrando algo que no me gusta. Nunca me termino de gustar. Es un trabajo interno que estoy tratando de hacer, porque no habla bien de mí estar constantemente en esa insatisfacción. Me tocó trabajar como modelo en un momento en el que los parámetros estéticos eran completamente distintos, y eso te va socavando la autoestima. No es que no me amo: trabajo un montón en tratar de amarme, y hay momentos que lo logro y otros en donde me aparece esa inseguridad. Cuando trabajaba en el modelaje no había este cuidado de no opinar sobre el cuerpo de otro. Todo lo contrario: te hacían sentir mal. Siempre tuve un un peso acorde a mi altura, y no soy muy alta, pero en alguna ocasión me han tapado las piernas porque decían que eran gordas. Tenía que salir al desfile tapada. Hoy me río y pienso que es una estupidez, pero esas cosas van quedando.
—¿Te han pedido que adelgaces, que te operes o hagas algún tratamiento?
—Sí, que adelgace sobre todo. Un diseñador importante en un momento me dijo que para ser una chica que estudiaba abogacía estaba muy bien, pero para ser modelo tenía seis kilos de más. También me han sugerido que me sacara cinco años de edad porque a los 19 años era grande. Una locura.
—Tenías que tener mucha fortaleza mental para atravesar eso…
—Sí. Cuando iba a un casting, me hacían desfilar y me miraban de arriba a abajo para ver cada cosa estética del cuerpo. Era como si fuera un escáner que buscaba algo para decirte que no daba con el perfil porque las manos eran muy chiquitas, ponele. Era un espanto. Después de tantos años de esas situaciones, en verdad había que estar muy bien plantada para bancarte todo eso y que no me afecte. Dentro de todo pude atravesarlo y hoy lo puedo contar. Lo elaboré y lo pasé. Como tiene que ser: uno transita, lo pasa y sigue.
—¿Volverías a pasar por todo eso?
—No, pero por suerte cambió un montón. Quizás falta cambiar mucho más. Ahora cuando hacemos un catálogo de ropa interior, hay una apertura diferente porque no buscan esa perfección total. Está bueno ese cambio, porque era súper esclavizante. Fue horrible. El año pasado fui a un evento con un vestido y todo el mundo me empezó a decir gorda. Pensar que estuve 10 o 15 años de mi vida haciendo dieta para encajar en el estándar y estar en un desfile. Ahora me cansé. Salgo a comer con amigos y sentimos felicidad cuando comemos una hamburguesa. Estaba re podrida de comer pollo; ahora quiero ser feliz. Tampoco me mato entrenando, lo hago cuando tengo ganas. Estoy más relajada. Ya está, soy esto.
—Por suerte estamos aprendiendo; lento, pero vamos aprendiendo.
—Creo que los que hacemos comunicación estamos tratando de cambiar los paradigmas, pero socialmente ese cambio aún está sucediendo de manera lenta. Debería ser mucho más rápido. Hace poco leí una nota de una colega de Infobae que hablaba de la policía anatómica. Me pareció genial esa denominación ¿Por qué todos tienen ese policía anatómico donde están criticando tu cuerpo?
—¿Cómo estás en el amor?
—Sola, pero tengo ganas de enamorarme. Soy como una albañil del amor, porque siempre estoy construyendo. Tengo amigas que me dicen que no quieren ver nunca más un tipo y prefieren estar solas, pero yo siempre lo doy todo. Si después no sale, o se termina por alguna razón, no importa; siempre tengo ganas de enamorarme. Soy súper optimista en el amor. No importa si dura dos años, un año o un mes.
—¿Estás para la pareja monógama o estás para abrir pareja?
—¿Yo, abrir pareja? (Risas) No, estoy para la pareja monógama. No lo podría tolerar. Tampoco estoy tan deconstruida. Me ha pasado de todo. Incluso un montón de historias de infidelidades.
—¿Infidelidades tuyas o del otro?
—Del otro. Tengo intuición. Por ejemplo, una vez dormí en un hotel con la amante de mi ex.
—¿Cómo? Desarrolle…
—(Risas) Tenía un novio con el que nos llevábamos un par de años y me tocó ir a hacer una campaña de desfile a Chile. Cuando llegué al aeropuerto, venían otras chicas que también eran modelos, pero no conocía. Me tocó compartir la habitación con una que se llamaba Lorena. Cuando nos instalamos, terminamos haciéndonos medio amigotas. Ella me preguntaba por mi novio y yo le contaba. Estuvimos juntas durante cuatro días. Almorzábamos, cenábamos, dormíamos juntas… No éramos amigas, éramos amiguísimas. Pero cuando pasó un tiempito, me enteré que mi ex me metía los cuernos con ella. Era la amante de mi ex y yo me había hecho amiga en ese viaje. Fue espantoso.
—¿Cómo te enteraste?
—Porque una siempre se entera. Siempre alguien te viene a decir y cuando se lo pregunté a él, me lo terminó confesando. Me lo terminó contando. Fue un horror por donde lo mires. A mí me resultó súper fuerte, pero quizás no estaba tan enamorada de él. Lo sufrí poco, porque no era el amor de mi vida.
—¿A ella te la volviste a cruzar?
—Sí, trabajó en el medio bastante tiempo. De hecho, después ellos siguieron un tiempito más. Era un muchacho inquieto (risas). Mejor que haya terminado así. Hoy lo puedo contar con cierta gracia. Siempre trato de transformar las cosas malas que me pasaron en una anécdota graciosa, pero me dolió. Me sentí decepcionada.
—¿Revisaste celulares?
—Sí, alguna vez.
—¿Y encontraste algo?
—Siempre encontrás. No importa qué, pero algo encontrás. No vi algo contundente, pero encontré situaciones que podrían molestar. Igualmente, siempre terminé encontrando por otros lugares. Una vez llegué a casa y encontré una bolsa con unos zapatos que eran de mi talle, pero no eran míos. Pensé: “¿Y estos zapatos?”. ¡Estaban buenísimos! Me dijo que los había comprado en una subasta de caridad. Los terminé usando. De lo malo hay que buscar algo bueno. Y hoy todavía los tengo (risas).
—¿Supiste alguna vez de quién eran los zapatos?
—No. Eran del extranjero. Hablan otro idioma. No sé ni de quién eran, pero los tengo guardados. Los uso cada tanto y cada vez que los miro, me río.
—¿A vos te agarraron alguna vez?
—No. Para ser sincera: fui infiel de chica; ahora me parece algo muy inmaduro. De hecho, en mis últimas relaciones jamás metí los cuernos. Hoy tengo otra visión después de haber sufrido tantas decepciones. Sufrí un montón porque confiaba plenamente en la otra persona y me traicionaron. Yo no voy a ser igual.
—Hace poco vimos un video de Lali con un juguete sexual, ella decía que es el mejor amigo que las mujeres debemos tener. ¿Cómo ha sido tu vínculo con los juguetes?
—Empecé a conocerlos porque trabajaba en un programa donde había un sponsor que era un sex-shop. Tenían una vendedora que era súper piola que venía con cosas y explicaba sin ningún tipo de prejuicio o de tabú. Ahí comencé a tener interés y empecé. Después, Any Ventura quería ir y fuimos a uno muy grande que tenía muchas cosas. Revolvimos y toqueteamos todo. Y desde ahí me quedé con uno que es mi preferido. Uso solamente ese, no es que tengo muchas cosas raras.
—Se generó un vínculo con tu nuevo amigo…
—Por lo menos tiene cinco o seis años. Hay un buen vínculo. El tema es que van saliendo modelos nuevos y por ahí trato de actualizarme. Me parece que tiene que ver con el autoconocimiento y saber lo que te gusta. El autoconocimiento hace que vos la pases mucho mejor, porque lo que importa es conocerse a una misma para poder disfrutar del sexo. Si ponemos todo en el otro, no la terminás pasando bien. Es importante saber qué relación tenés vos con el sexo, sobre todo cuando venís de un lugar más cerrado. Yo vengo de una ciudad muy chica, donde el sexo era un recontra tabú, y romper esa parte tiene que ver con eso, con el auto conocimiento y saber qué te gusta como para poder pasarla mejor.
—Alguna vez leí que te gustaba ver pornografía…
—(Risas) Sí, tengo épocas. Fui de mirar bastante, pero hay que contextualizar. Tenía una relación a distancia. Había etapas de mucha sequía y me daba miedo hacer webcam, porque me podían grabar. Tampoco quería mandar fotos. Entonces, había noches que terminaba mirando películas. Lo cuento porque me parece interesante. La industria del XXX o de la pornografía cambió un montón: ahora se busca agradar a la mujer. Es decir que está más vinculada al placer femenino que al masculino. Está cambiando la óptica.
—¿Nunca te ofrecieron actuar en una película?
—No actuaría en ninguna película, ni tampoco quiero. Me han llamado para las apps de desnudos y no quiero hacerlo. No me gusta, ni me siento cómoda. Siento que es una etapa que ya pasé y ahora quiero disfrutar de lo que hago, que me gusta mucho más. Ya no tengo ganas de exponer mi cuerpo, estoy cansada.
—¿Es verdad que cuando posaste para Playboy hace unos años tu abuela se enojó?
—Sí, fue una situación compleja. Tenemos que contextualizar. Hoy, en 2023, a nadie le importa que alguien salga en Playboy. Ahora tiene otro tipo de contenido porque en las redes ves todo. En 2007 era una trasgresión. Y sobre todo hacerlo en Formosa, que no era lo mismo que en Buenos Aires. Una ciudad más chica, donde todo es más estructurado. Y mi abuela es muy católica, muy de la iglesia, y para ella fue un golpe total. Fue re loco porque se recontra enojó, nadie se lo contó. Mis papás no le dijeron nada. Yo lo había hablado con mi papá y él me había dado permiso. Mi mamá me acompañó a hacer la sesión de fotos. En ese momento había quedado para participar de Gran Hermano 4, la edición que gana Marianela Mirra. Con los años, Marcos Gorbán me contó que el lugar que ocupó Marianela era mío. Y ella terminó entrando porque decidí no ingresar a la casa. Ella fue la ganadora del reality y yo en ese momento estaba en patas en mi casa, estudiando Derecho. Estaba en medias mirando cómo hacían 50 puntos de rating, porque mi papá no quería saber nada. No me dejó entrar directamente.
—Pero sí te dejó posar para Playboy…
—Sí, cuando cayó esa propuesta mi papá dijo no me podía negar todo, porque lo iba a terminar odiando. Pensó que si me decía que no, se lo iba a recriminar hasta que me muriera. Eligió entre Gran Hermano y Playboy y terminé en Playboy. No le dijeron nada a mi abuela, se lo escondieron, pero se enteró porque llegaron las revistas a Formosa y se agotaron en dos minutos. Todo el mundo las quería ver y se juntaban a verla. Alguien fue, se la mostró y le dijo: “mira a tu nieta”. Mi abuela cayó a casa con la revista y agua bendita diciendo que había entrado el demonio a la familia. Al final, mi abuelo me dijo que era valiente, porque hay que animarse a hacerlo en una ciudad chica, donde todo el mundo opina. Él me apoyaba y mi abuela no quería saber nada.
—¿Qué trabajo hiciste del que te arrepentís o te avergüenza?
—Tengo varias cosas que me dieron vergüenza, que trato de no verlas. Finjo demencia cuando alguien me las recuerda. Por ejemplo, cuando fui una ElectroStar. La verdad es que en ese momento, cuando lo hacía, ya tenía vergüenza. Imaginate con el tiempo la vergüenza que me puede generar. Hoy trato de reírme. Tomemos el pasado con gracia, hay que seguir.
—Hubo una gira en Miami que fue inolvidable…
—Sí, en ese momento no había redes sociales y era mucho más fácil vender algo que no era. Éramos el grupo furor de Latinoamérica y era todo mentira. Nos fueron a buscar en una limusina y viajamos como si fuéramos mega estrellas, pero cuando llegamos al lugar fue: “Si no suben el rating en cinco minutos, las rajamos a todas”. Mucha presión. Nos dejaron cantando y en un momento no teníamos más canciones. Ponían la pista una y otra vez y terminamos quedándonos como una hora. Al final generaba interés (risas).
—¿Te dejó plata las ElectroStars?
—No me dejó plata, pero me dio la posibilidad de viajar. Tal vez no viajaba como ElectroStar, pero como éramos mediáticas me contrataban por default. Era como que de manera indirecta me terminaban contratando. Había que producir. Es una parte de la autogestión. Antes para hacerle prensa a una obra de teatro, las artistas se automandaban ramos de flores a sí mismas.
—¿Te mandaste alguna vez flores a vos misma?
—No, pero tengo compañeras que lo hacían y me parecía súper gracioso. Era genial. Creo que alguna que otra vez me han mandado de la producción para que subiera al escenario y alguien comentara en la prensa. Solamente una vez hice teatro y fue una experiencia linda, pero no tiene mucho que ver con lo que me gusta. No soy bailarina, ni siquiera es lo que me gusta.
—¿Dudaste cuando te propusieron integrar las ElectroStars?
—Sí, pero una vez que estaba ahí ya no había manera. Creo que todas teníamos un poco de vergüenza. Una vez me fue a ver mi viejo y sentía que se preguntaba si era cierto lo que estaba viendo. “Hija, basta ya de hacer el ridículo”, me decía. Tu familia te dice la verdad. “Basta de hacer el ridículo Alejandra, terminala, cortala, ya fue”, me insistía. Y el día que se terminó quedamos todas contentas porque se terminó la vergüenza.
Por Tatiana Schapiro – Infobae