La región necesita encontrar un nuevo lugar en una economía mundial que experimenta un proceso de desglobalización, donde las relaciones comerciales y los flujos de inversión pasan a verse condicionados y determinados por la geopolítica antes que por la maximización de las ganancias (y la reducción de costos).
La carrera por el dominio de las nuevas tecnologías reactivó el diseño y uso de herramientas e instrumentos de política industrial y/o proteccionista vedados hasta hace algunos años y que hoy resurgen en escenarios como la transición energética y la lucha contra el cambio climático.
La globalización se ve frente a una encrucijada en la que el final del Consenso de Washington todavía no termina de traducirse en una organización estable y predecible de las relaciones internacionales.
La fragmentación se explica por factores estructurales vinculados con la decepción generalizada alrededor de los logros económicos, sociales, políticos, culturales y educativos de la globalización, que se verifica tanto en los países desarrollados como en las economías en desarrollo.
También encuentra sentido en hechos recientes como la irrupción de la pandemia del COVID-19 y el conflicto bélico en Europa. La tensión está definida en gran medida por el eje de disputa entre Estados Unidos y China, que tiene en la “guerra tarifaria” una manifestación bien clara.
Este contexto ofrece una oportunidad para los países de América Latina y el mundo en desarrollo.
Pero el desafío requiere encontrar un delicado equilibrio entre cooperar a nivel global para poder alcanzar objetivos en común, como contener el calentamiento del planeta, y al mismo tiempo evitar una inserción internacional ingenua que perpetúe su rol como abastecedores de materias primas, pensada para un mundo que ha cambiado.
En esta agenda hay puntos concretos que atender, como el posicionamiento frente al mercado de los minerales que son indispensables para la transición energética, la coordinación sobre el esquema tributario a aplicar sobre las grandes compañías tecnológicas, la regulación sobre la inteligencia artificial, la transferencia tecnológica y acceso al financiamiento para la adaptación y mitigación del cambio climático, con el objetivo de contar con sociedades más integradas y con posibilidades de progreso.
Síntomas de un nuevo mundo
El Informe de Comercio Global 2023 elaborado por la Organización Mundial del Comercio (OMC) reconoce que “hay una nueva narrativa acerca de la deslocalización de las cadenas de valor en territorios amigos, división de la economía mundial en bloques autosuficientes, junto a un aumento de las políticas industriales, tarifas de importación, restricciones a las exportaciones y sobre las inversiones”.
Niveles récord de reclamos y quejas comerciales elevadas ante la OMC por los países miembro (1996-2022)
Fuente: OMC, 2023
El reflejo de esta nueva situación en términos de política económica comercial se percibe en el movimiento de las “quejas” al interior de la OMC, en donde se observa una clara tendencia ascendente en los potenciales conflictos entre países.
En particular, hay una relativamente nueva fuente de tensión comercial, asociada a las regulaciones ambientales. Por el lado de Estados Unidos, el espíritu del America First se mantiene con la Infrastructure Investment and Jobs Act, el programa federal de inversión en transporte y vialidad más importante de la historia norteamericana, y la Inflation Reduction Act, un enorme programa de préstamos, subsidios y exigencias de contenido local para impulsar la investigación, producción e instalación de energías renovables en el país.
Medidas medioambientales que activan quejas ante la OMC
Fuente: OMC, 2023
Por el lado europeo, tanto sus normas contra la deforestación como el Carbon Adjustement Border Mechanism (CBAM), próximo a dar sus primeros pasos, encendieron luces de alarma en los países emergentes. En el caso del CBAM, que supone la aplicación de un cargo para los importadores de países de extrazona de acuerdo con el diferencial de carbono que contienen esos bienes respecto de los que se producen localmente, se trata de un tema delicado no solo para la periferia en general sino para las potencias del mundo emergente, como China, Rusia y Turquía, con lo cual promete dar que hablar en la agenda global.
En 2020, 2021 y 2022 la OMC registró la mayor cantidad de quejas de parte de países miembro ante las medidas ambientales con impacto sobre los flujos de comercio. Esto no parece ser un efecto no deseado: como explica Jennifer Hillman, miembro principal del Council on Foreign Relations y profesora del Centro de Derecho de la Universidad de Georgetown, “en Estados Unidos, las leyes ambientales no hubieran pasado si no tenían un objetivo de contención sobre el avance de China. No hay que ser políticamente ingenuos”.
De modo que la carrera por el dominio de las nuevas tecnologías y por el acceso a los mercados es otra de las fuerzas determinantes para explicar la actual situación.
Comercio global como % del PIB (1970-2021)
Fuente: Banco Mundial
El impacto en los flujos de comercio a nivel global ha estado contenido. En las líneas que reflejan el peso del comercio exterior sobre el PBI, tanto a nivel global como en las principales potencias –con la excepción de la UE—se verifica mayormente un estancamiento de la apertura económica.
Sin embargo, cuando se desagrega el flujo de comercio de acuerdo con los principales espacios económicos del mundo queda a la vista que, con la excepción de la UE, hay una clara retracción de la apertura económica desde el estallido de la crisis de 2008.
Flujos comerciales como % del PIB en países y regiones seleccionadas (1970-2021)
Fuente: Banco Mundial
Visión estratégica
En este contexto global incierto y complejo, es un desafío para los países emergentes y en particular para América Latina estrechar los lazos de diálogo y cooperación para fortalecer posiciones conjuntas sobre temas tan diversos e importantes como la mitigación del cambio climático, el acceso a financiamiento para las medidas de adaptación al nuevo escenario ambiental, la regulación sobre las big tech y la inteligencia artificial, la defensa de los grados de libertad para hacer política económica y el acceso a los mercados de los países centrales, atendiendo el principio de procurar un desarrollo económico más equitativo entre el Norte y el Sur.
En la agenda Argentina aparecen también otros temas centrales, como la diversificación de las fuentes de financiamiento, la reforma del sistema de sobrecargos del FMI y poner en valor los recursos estratégicos para la transición energética, como es el litio.
Un estudio de la OMC marca que desde 2000 la proporción de productos denominados “cuello de botella”, los ofertados por apenas cuatro países, creció del 9% al 19%.
Potenciales cuellos de botella en las exportaciones globales (2000-2021)
Fuente: OMC en base a datos de UN Comtrade
Esos “cuellos de botella” se explican en más de una tercera parte por China, y a nivel productos en primer lugar por el peso comercial de los semiconductores.
Sin embargo, los minerales críticos, como el litio, también cuentan con una oferta restringida, y la Argentina es un jugador de creciente peso en el mercado. Otro desafío que exige cooperación pero también firmeza para maximizar el impacto del sector sobre la economía local.
Como dijo recientemente el ex primer ministro británico, Gordon Brown, “hay un rechazo a la hiperglobalización, a la eliminación de restricciones, a las privatizaciones y las desregulaciones, que con frecuencia tienen un impacto negativo sobre la equidad, el empleo y el medio ambiente. Y entonces resurge el nacionalismo económico. El mayor peligro es tener un mundo con dos sistemas. Se necesita un nuevo multilateralismo para un nuevo mundo multipolar”.