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Andrés Malamud: “Milei apuesta a que la gente no deje de creer a pesar de que le vaya mal”

El politólogo e investigador de la Universidad de Lisboa disecciona los dilemas que atravesaron el fracaso de la ley ómnibus en Diputados. La apuesta presidencial a cierta fe de la sociedad en su gobierno, su relación con Macri y Cristina, la política exterior alineada a EE.UU. y el rol de Villarruel.

Casi al mismo tiempo en que la ley ómnibus del Gobierno caía el martes en Diputados, en las redes sociales comenzaba a viralizarse una vieja intervención televisiva de Andrés Malamud en la que anticipaba cómo podría enfrentarse Javier Milei a un Congreso adverso. “Por una vez la ví”, se ríe ahora el politólogo e investigador en el Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa, tres días después del fracaso parlamentario del oficialismo. “No sé si era una derrota cantada”, pone reparos desde Portugal, del otro lado de la videollamada con elDiarioAR. Malamud tiene un análisis atrevido: “Milei está bien racionalizado. Puede estar loco, pero no es tonto”, asegura, al tiempo que le reconoce cierta “inteligencia” y sensibilidad para hacer movimiento tácticos: “Milei está preparado para lo que venga: tiene plan A, plan B y plan C”.

¿La Libertad Avanza pecó de amateurismo en el Parlamento o fue una genialidad? ¿Qué significa que el Presidente haya estado a miles de kilómetros, llorando en el Muro de los Lamentos, mientras su gobierno sufría un duro revés político? ¿Está dilapidando su capital político o lo está invirtiendo? Malamud disecciona los dilemas que atravesaron estos días la coyuntura con la convicción de que el libertario está consiguiendo romper el status quo gracias a un crédito de tinte religioso, mucho más provocador que la promesa de que bajará la inflación y convertirá los pesos en dólares: la fe. Fe en él y en su proyecto libertario. 

“Si consigue dar bienestar antes de que se le acabe la nafta de la fe, le va a ir bien. Hay un umbral que es mayo; si llega a mayo, tiene campo libre”, vaticina Malamud. Y se mete en el barro de la construcción política del Presidente: su relación de “respeto recíproco” tanto con Mauricio Macri como con Cristina Kirchner, el significado de la lista negra que difundió sobre los diputados que votaron en contra de su ley, su política exterior alineada a EE.UU. y la posición agazapada de Victoria Villarruel. “Milei promete fuego, es un león que parece un dragón”, teoriza.

–Si uno se remite al derrotero parlamentario de la ley ómnibus, parecía la crónica de un fracaso anunciado. ¿Hubo impericia o fue una genialidad de Milei para exponer a los que “no la ven”?

–Los dos argumentos son válidos. Hay impericia en todo caso de los que lo rodean. Y capaz que es un genio a partir del hecho de que es presidente, cuando pocos lo pensaban. Milei tuvo éxito en ganar y, por lo tanto, respeto. Vamos a ver si tiene éxito en sus propuestas. Solo lo sabremos después. 

–La narrativa que practicó el Gobierno al instante siguiente fue de una victoria por lo menos moral. Por eso los traidores están en una lista negra.

–Ellos celebraron la votación en general y ahora celebraron la derrota porque estaba en sus planes. Y ahora van por el referéndum. Celebran todo: es puro spin discursivo. Hasta ahora no está claro qué es lo que quieren, más allá del equilibrio fiscal. Lo van a hacer por la buena o por la mala. Argentina fue siempre un dilema del prisionero: un sistema en el cual la desconfianza hace que cada uno, buscando su bienestar individual, produzca un subóptimo colectivo. Si nos ponemos de acuerdo, cada uno pierde un poquito y todos estamos mejor. La solución al dilema del prisionero es la cooperación. Milei vino a cambiar el juego. Está jugando al juego de la gallina, donde no hay cooperación posible. Lo que uno tiene que hacer es intimidar al otro para que el otro se rinda. No sé si era una derrota cantada, porque si en la votación en particular le aprobaban el proyecto hubieran festejado la victoria. No hubieran dicho “me cagaron el plan”. Milei está preparado para lo que venga: tiene plan A, plan B y plan C.

–Los mismos opositores aliados tienen la hipótesis de que Milei no quería la ley. 

–¿No quería la ley porque no los manda al ministro de Economía ni al jefe de Gabinete a negociar, que son los tipos en los que más confían? Van Francos y Martín Menem. Está mandando al equipo B. ¿Cuánto tiempo más puede mantener la confianza de su equipo, los que juegan con él, y los que están en frente que quieren acordar con él, si forrea a la gente de esa manera? ¿Cómo hace Milei para postergar la gratificación que le pide la gente? Con fe. Es su fórmula, no lo esconde. Lo dice. Fe en sí mismo y la fe que le pide a la gente que lo apoyó. Y esto lo puede hacer porque no tiene nada que perder: no tiene una comunidad política, no tiene una familia política de pertenencia –tiene a su hermana–. Si le va mal, la culpa es de la casta que lo enfrentó y los argentinos que no lo apoyaron. Nada que perder.

–Reafirma la idea de que está invirtiendo su capital político, y no gastándolo. 

–La cuestión es cuál es el capital político. Puede ser la popularidad, puede ser el apoyo partidario en el Congreso, pueden ser los gobernadores afines, puede ser el Fondo Monetario Internacional.

–Claramente es popularidad.

Exacto. Él tiene fe. No tiene fierros. Tiene fe. Una ironía, porque Fe es el símbolo del hierro en la tabla de elementos químicos. Pero la fe política se consume. La fe religiosa, no. Si vos perdés un hijo no dejas de creer en Dios, te aferras más a Dios. Milei apuesta a que la gente no deje de creer a pesar de que las cosas le vayan mal. A pesar de que tengamos años de sequía, algún día llegará la lluvia, hay que seguir rezando. El tema es que a la política la gente le pide soluciones; a la religión no: pide consuelo. Milei viene a decir “deje de sufrir”. Capaz que sirve moralmente, porque nos cagamos de hambre pero no sufrimos porque la casta también. 

–¿Cómo ves en ese sentido el humor social?

–Los argentinos tienen una visión transaccional de la política. Le pide algo. La sociedad está dispuesta a darle algo: apoyo. Pero a cambio dame algo: bienestar. Si él consigue dar bienestar antes de que se le acabe la nafta de la fe, le va a ir bien. Hay un umbral que es mayo. Si llega a mayo después de la subida de la inflación y el tarifazo, se vende la cosecha y le entran dólares. Son los seis meses de diciembre a mayo. Hay muchos que dicen que la apuesta es llegar a 2025. Si Milei llega a mayo, tiene campo libre. 

–¿Ese plazo también lo ves ligado a la idea de “campaña permanente” en la que está Milei? Al Congreso el que iba a negociar era Santiago Caputo, su estratega de campaña, que quería sesionar un sábado o el mismo día del paro de la CGT. 

–El gobierno de Milei son los dos Caputo. El que hace la política económica y el que hace el discurso. Todo lo que pasó en el Congreso es ruido y humo. Lo que vemos es que la política es la estabilización fiscal a costa de una recesión. Y por otro lado está el spin discursivo. Este gobierno es mucho más relato que el de Cristina Kirchner. Aquel tenía políticas, malas políticas en muchos casos, pero tenía un relato. Este gobierno es puro relato. Pero las políticas existen, solo que son las de Caputo, no las que van al Congreso.

–Para un gobierno de la fe no es casualidad entonces que justo esta semana Milei haya estado en Israel. ¿Qué rol cumple su gira?

–Está donde tiene que estar: alimentando la fe y el respaldo de los Estados Unidos. Israel cumple dos funciones: por un lado, la función mística de sostener la fe de él mismo y de la gente en él. Y, por otro, la alianza con Estados Unidos.

–Pero uno tendería a pensar que la Argentina es un país más católico que judío, ¿no? Tiene al Papa.

–Si vos caminas por América Latina, si te metés en la jungla guatemalteca, te vas a encontrar con banderas gigantes de Israel. Israel es un símbolo que va mucho más allá del judaísmo. Tiene una fuerte alianza con los evangélicos, es el símbolo de la derecha antiislamista de Occidente y es lo conservador pro-occidental americano. En Argentina no lo notamos tanto porque no hay tantos evangélicos, pero por el resto de América Latina cuánto más evangélicos, más pro-israelí. Y Biden, así como dicen que Clinton fue el primer presidente negro de Estados Unidos, es el primer presidente sionista. Entonces Milei está alimentando su fe y su alianza con los Estados Unidos. Capaz que es loco, no soy psicólogo, pero es inteligente. Es muy táctico todo lo que está haciendo. Hay una racionalidad detrás de cada movimiento.

–Hablábamos antes de mayo. Otra fecha importante para él es la elección de Estados Unidos, el 5 de noviembre, con la posibilidad de que Trump vuelva al poder.

–Son muy importantes. Ahora se está sabiendo que hubo reuniones que fueron grabadas del bolsonarismo cuando fue la tentativa del golpe de Estado. Si Trump hubiera sido el presidente, hubiera habido un golpe en Brasil. Pero lo evitaron, entre otros, el secretario de Defensa de los Estados Unidos, que le dijo a los militares que no apoyaban el golpe. Trump hubiera dicho lo contrario: “Hagan un buen 6 de enero”. Lo de Trump sería un envión impresionante. Y después está diciembre. Argentina suele explotar en diciembre. 

–¿Milei fue la explosión del 2001 pero de manera institucionalizada?

–En 2001 lo que tuvimos fue el voto bronca. Ahora salió un presidente: la gente no necesitó salir a la calle a quemar todo. Milei promete fuego, es un león que parece un dragón. Vamos a ver si convierte a la gente religiosa, que no exige resultados, o si los argentinos siguen siendo transaccionales y le piden algo a cambio.

–Casi la mitad de sus votantes en el balotaje fueron prestados. No serían sus feligreses. En análisis anteriores señalaste que en Latinoamérica los presidentes dependen de la economía, que está atada a factores externos. En ese sentido la fe es una apuesta más arriesgada.

–Los estudios indican que el 80% de la probabilidad de reelección depende de dos variables que los presidentes no manejan: el precio de las commodities y la tasa de interés de la Reserva Federal. Un 20% son otras variables, entre ellas el carisma, que es la creencia en las dotes sobrenaturales de la persona. Menem tenía eso. Milei tiene algo parecido. Eso te compra tiempo: le aguantas más la falta de resultados hasta que las fuerzas del cielo lo ayuden.

–Esta semana fue viral un video tuyo en TN de hace meses donde planteas a Milei en el espejo de Perú y decías que puede cerrar el Congreso como Fujimori o ser destituido como Pedro Castillo. ¿Cerca de cuál de esos escenarios estamos hoy, o aún puede entablar diálogo?

–Milei dijo que todos los que quieran venir son bienvenidos, no iba a hurgar en el pasado. Si vos venís y decís que te convertiste, sos converso, perteneces a nuestra iglesia. ¡A Scioli lo convirtió! Y está tratando de convertir al PRO. La cuestión es que tampoco le alcanza, así que necesita seguir comprando, reclutando o seduciendo. En principio hoy no está cerca de Fujimori porque no tiene tropas. Y no está cerca de Castillo porque la casta lo quiere ayudar. La gente que votó a la casta lo votó a él en las provincias. Milei en Córdoba comparte votos con Llaryora. Ahí tienen un conflicto. Él dice que va a hacer sufrir a los gobernadores, pero no sé si está viendo en profundidad que también va a hacer sufrir a los argentinos que viven en la provincia. Su expectativa es que la culpa recaiga sobre el gobernador. Es muy inteligente. 

–No sería una coalición de diálogo, sino de conversos. ¿Cómo ves su relación con la oposición aliada?

–La de diálogo la tenía porque los radicales no quieren ser mileístas. Se definen como opositores, pero después se llenan de adjetivos porque no quieren ser gobierno: colaboradores, dialoguistas, negociadores. Pero está Luis Petri adentro. Los del PRO no tienen problemas: si pudieran llenar el gabinete, se lo llenarían más. De Loredo lloró porque no lo dejaban ayudar.

–Todavía en la oposición hay una cuota de antikirchnerismo: la idea de que si no lo ayudan vuelve el kirchnerismo. Y eso que Milei ni siquiera incluyó en su lista negra a los diputados de UxP. 

–Los dos políticos vivos que Milei más respeta son Mauricio Macri y Cristina. La casta presidencial. Qué paradoja. Se lleva bien con los dos, hace humoradas y sonríe con los dos. Y yo te diría que tiene el apoyo de los dos. No tengo pruebas ni dudas de que Cristina no quería que Massa fuera presidente. Porque así ella iba presa, porque los peronistas tienen que descabezar al anterior o termina como Alberto Fernández.

–¿La lista de diputados a favor y en contra del pueblo es fascista?

–La difusión es democrática, republicana. El escarnio es escrache. Yo no lo voy a llamar fascista, hasta que haya violencia en la calle. Cuando alguien empieza a pegarle a los tipos que salen en la lista negra, entonces esto va a haber tenido consecuencias fascistas. Mientras tanto, es Argentina. Es un país poco violento con respecto a los estándares latinoamericanos y norteamericanos. Tenemos menos homicidios y menos violencia política que en Estados Unidos. En Estados Unidos desconocieron el resultado electoral y mandaron tomar el Congreso. Acá no.

–¿Con Milei en el poder podría pasar? ¿Y si se lo vincula a la política represiva que se ve a través de Patricia Bullrich?

Mi límite es la bala de plomo. Represión democrática hay en todos lados. En general, cuando hay manifestaciones políticas, hay represión en todas las democracias del mundo. Lo que no hay es letalidad. La represión te puede gustar o no, pero está dentro de los cánones de la democracia occidental. La letalidad no.Si hay un muerto, entonces estamos en problema. Pero si hay piedras de un lado y palitos del otro, estamos en democracia.

–Teniendo en cuenta la fe de los votantes de Milei, ¿tiene crédito político para reprimir con letalidad?

–No veo a los argentinos tolerando la muerte. Pero puedo estar equivocado, como cuando no lo vi a él siendo presidente. Los argentinos siguen teniendo intolerancia contra el ajuste y la muerte. Casos individuales se pueden bancar. Pero en 2001 hubo una masacre. No hubo paciencia para eso. Lo mismo con Kosteki y Santillán.

–Teniendo en cuenta lo que decías sobre el apoyo de Cristina y Macri hacia Milei. ¿Él quiere ser un presidente peronista o no peronista?

–Quiere ser peronista. Lo llama a Scioli al gobierno, se lleva bien con Cristina y putea a los radicales. Eso es ser peronista: el presidente popular bancado por el pueblo, la clase baja que se rebela contra la casta. Él tiene un resentimiento social contra la clase media, la casta tibia de Cambiemos. Él tiene respeto por Cristina y por Macri porque son duros. No extremistas, pero sí nítidos. 

–¿Cómo podría combinar el peronismo con el gorilismo que representa el PRO?

–Es el truco de magia que todavía queremos ver como hace. Él tiene que comprar apoyos, si cree que los necesita, y expertise. Gente de adentro te dicen que la inflación y la inseguridad, las principales preocupaciones de la gente, se bajan sin leyes. Y uno les repregunta, ¿entonces para qué hiciste todo este circo? Para dejar a la casta en evidencia, porque el tercer objetivo es ganar en 2025. Está bien racionalizado. Puede estar loco, pero no es tonto. La cuestión es qué puede fallar: que se le acabe la nafta de la fe. 

–Para el final, un personaje del que no hablamos hasta acá: Villarruel. Estos días jugó más a la política que Milei.

–Villarruel es el plan de la casta. Si Milei no funciona, sigue Villarruel. ¿Esto es lo que quiere Milei? No. Pero Villarruel no lo está serruchando. Esto es típico de Argentina: se piensa que los vicepresidentes serruchan a los presidentes, pero es al revés. Salvo Cristina. En este caso, Milei la serruchó al principio en no darle lo que le había prometido: Seguridad y Defensa. Ella, calladita la boca, mantiene la lealtad al presidente, pero se dedica a construir una estrategia de diálogo y cooperación. Cómo maneja el Senado es admirable: es capaz de conseguir mayoría contra el kirchnerismo sin pelearse con el kirchnerismo. 

–Volviendo al principio, Villarruel no juega al juego de la gallina de Milei, sino al de la cooperación. 

–Pero está siendo leal con Milei. No lo está serruchando. La rueda de auxilio no pincha a la rueda que funciona en el auto. Si se pincha la rueda, está la de repuesto. Y hay mucha gente que lo tienen claro, en parte los que colaboran con ella.

–Si Villarruel es el plan B de la casta, ¿por qué Milei la eligió como si fuera su plan B? 

–Por un lado confía en ella lo suficiente. No se equivocó. Y lo segundo es que es una coalición libertaria conservadora, que está funcionando bastante bien.

Por Mauricio Caminos-ElDiarioAR