Hasta la invasión de Estados Unidos a Irak, los habitantes de la ciudad natal del dictador Saddam Hussein gozaron de excesivos beneficios. La nueva realidad, después de 2003, llevó a la urbe a sentir que pagaba el precio de haber sido la cuna de Hussein. Hoy las heridas siguen abiertas. Informe especial de Catalina Gómez Ángel.