El Centro de Confinamiento del Terrorismo se caracteriza por un elevado nivel de seguridad y promete un severo trato para 40.000 detenidos en el marco de la “guerra” contra el crimen organizado del presidente Nayib Bukele.
Los primeros 2.000 pandilleros llegaron este fin de semana a la megacárcel de El Salvador, la más grande de América, diseñada para resguardar 40.000 criminales y que fue denunciada por la organización Human Rights Watch (HRW) por su “hacinamiento extremo” como consecuencia de las detenciones sin orden judicial de sospechosos.
El presidente salvadoreño, Nayib Bukele, que mantiene una “guerra” contra esas agrupaciones, anunció el viernes 24 que los nuevos habitantes del Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT) vivirán allí “por décadas, mezclados, sin poder hacerle más daño a la población”.
El presidio, que se destaca por rigurosos controles de ingreso, fue construido para recluir a parte de los poco más de 64.000 pandilleros detenidos hasta el momento bajo un régimen de excepción decretado por el Congreso a pedido de Bukele, en respuesta a una escalada de violencia que se cobró la vida de 87 personas entre el 25 y 27 de marzo de 2022.
Ubicado en un valle rural a una corta distancia del imponente volcán Chichontepec, en Tecoluca, unos 74 km al sureste de San Salvador, el CECOT, fue construido sobre 166 hectáreas compradas por el Estado, 23 de las cuales albergan ocho pabellones ubicados dentro de un perímetro rodeado por un muro de concreto de 11 metros de altura y 2,1 kilómetros de largo, protegido por alambradas electrificadas.
Para ingresar al presidio tanto reclusos como personal de seguridad y administrativo tienen que llegar a zonas de registro antes de pasar por tres portones fortificados controlados por guardias de seguridad. Cada criminal que llegue, además de pasar por un escáner corporal deberá registrarse en un área de ingreso donde le tomarán fotografías.
La prisión posee un muro perimetral de 2,1 kilómetros, que será vigilado día y noche por 600 soldados y 250 policías. En el interior la seguridad estará a cargo de guardias de la Dirección General de Centros Penales.
Para dar autonomía al presidio, se perforaron dos pozos, se instalaron una planta de abastecimiento de 600 metros cúbicos de agua, cuatro cisternas, y construyeron ocho subestaciones de energía eléctrica, además de una planta de aguas residuales. Y con el fin de garantizar el fluido eléctrico, el penal dispone además de plantas de emergencia a base de combustible.
Frente a los pabellones de celdas, figura un cuarto de control para operar los sistemas de agua y electricidad para que los internos no tengan capacidad de “manipular” ambos servicios, explicó el director del CECOT, quien prefiere mantenerse en el anonimato. Los pabellones tienen un techo curvo que garantiza la ventilación natural para los presos.
Cada pabellón posee un área de construcción de 6.000 metros2, y en cada una de sus 32 celdas provistas de barrotes de acero, se alojarán alrededor de un centenar pandilleros. Los reclusos disponen en cada celda -de unos 100 metros cuadrados-, de dos piletas con agua corriente para el aseo personal, y dos inodoros, además de camarotes de lámina de hierro sin colchón para que duerman 80 personas.
Además, en cada pabellón existen las “celdas de castigo” oscuras y sin ventanas que serán utilizadas con los pandilleros de mala conducta.
En esta nueva cárcel, estarán alojados los miembros de las pandillas MS-13 y Barrio 18, nacidas en calles de la ciudad estadounidense de Los Ángeles a principios de la década de 1980. Las principales actividades de estos grupos consisten en extorsiones a particulares y comercios, sicariato y venta de drogas.