De la libertad de volar al encierro y la frialdad de un centro de detención. La azafata espera el avance de la causa en el mismo lugar por el que tiempo atrás pasaron, por ejemplo, algunos integrantes de Revolución Federal, tras el atentado a CFK.
En el mismo lugar de detención en el que tiempo atrás estuvieron algunos de los involucrados en el intento de magnicidio contra Cristina Kirchner, como el líder de “los copitos” Gabriel Carrizo o el del grupo Revolución Federal, Jonathan Morel, hoy está Daniela Carbone. La azafata investigada por la amenaza de bomba en un vuelo de Aerolíneas Argentinas que iba a Miami con más de 200 personas pasa sus días en una celda muy pequeña a la espera de una definición del juez.
Carbone, de 47 años y con 25 de servicio en la aerolínea de bandera, pasó de estar arriba de un avión acostumbrada a tratar con personas y a ver el mundo desde la libertad de volar a la frialdad de un centro de detención. Permanece ahí desde el fin de semana por decisión del juez federal de Lomas de Zamora, Federico Villena, que encontró elementos suficientes que le permitieron establecer que habría sido ella la que usó un programa para distorsionar su voz y pronunció: “Decile al capitancito que le pusimos tres bombas en el Miami”.
Carbone, acostumbrada a los protocolos de seguridad aeroportuaria, que están entre los más rigurosos del mundo para evitar acciones terroristas y delitos graves como el traslado de estupefacientes, se atrevió a echar todo por la borda al violentar uno de los puntos principales de esa normativa.
Y desde el domingo pasado, cuando se bajó de un avión, pasa sus días adentro de un calabozo de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) ubicado en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza.
La azafata está en condiciones muy diferentes a las de un avión. Según pudo saber PERFIL, está alojada en una celda que mide aproximadamente 2×2 metros con baño, pero a pesar del reducido espacio permanece “en las mejores condiciones”. También tiene a disposición atención médica en caso de que lo requiera.
La detención de la mujer está a cargo de la PSA y hasta el momento no hubo ningún pedido en particular por parte del juez Villena en lo que respecta a sus condiciones de detención. Y está sola: hasta el momento Carbone no recibió ninguna visita, informaron.
Sola en un calabozo
Otra fuente al tanto de los pormenores del expediente le dijo a este medio que el entorno de la azafata está resignado al devenir de su situación judicial. “La dejaron sola porque no pueden creer lo que pasó… las amigas no quieren quedar pegadas”, dijeron.
De todos modos, también se pudo saber que al menos hasta ayer algunos de sus familiares habían estado en tratativas con un penalista conocido para acordar la posibilidad de que la defienda, pero no llegaron a un acuerdo económico para avanzar. El que estuvo al frente de esa tratativa fue el hermano de la azafata, supo este medio, y hasta habría existido un contacto de este con familiares de D.B., al que la mujer refirió como “capitancito” para pedirle colaboración para encontrarle la mejor defensa a la mujer, pero tampoco hubo una respuesta favorable.
Carbone hasta ahora se negó a declarar ante la Justicia, que la investiga por entorpecimiento de los servicios públicos y coacción agravada. La comisario de abordo de Aerolíneas que según sus redes sociales también se encaminaba como “futura paramédica” debe esperar el desarrollo de la investigación para ver si el juez la libera o le dicta la prisión domiciliaria, como se especuló durante las últimas horas, para recuperar algo de su vida.
Claro que nada será como antes. Por lo pronto no podrá volver a volar ni cobrar su sueldo.
Desde Aerolíneas indicaron que está suspendida sin goce de haberes y no son las únicas determinaciones que podrían achacarle: la empresa estatal se convirtió en querellante y por estas horas los abogados del área de legales buscan conocer los pormenores del expediente y los elementos de prueba que fueron incorporados. En función de eso, dejaron trascender, se definirá qué otras medidas tomará la empresa respecto a la tripulante.
Por Ariel Stemphelet-Perfil