En su último libro, la escritora repasa algunos de los debates del último siglo. Redes sociales y la crisis de la educación.
“Nunca sabemos del todo en qué mundo estamos viviendo.(…) Al día siguiente de la explosión y derrumbe de las torres neoyorquinas, una chica me preguntó qué pensaba. No pienso nada y, como ella, me digo: ¿qué pienso. Hay que dar vueltas alrededor de lo que no se entiende. Brancusi dijo una frase genial: ‘Miren mis esculturas hasta que las vean'”, así comienza el artículo llamado “Tiempo presente”, escrito por Beatriz Sarlo en 2001 e incluido en su libro más reciente, “Las dos torres”, que reúne textos de diferentes épocas, algunos inéditos. Todos están dedicados, desde distintos aspectos y con diversas miradas, a la cultura actual.
Una publicación oportuna cuando, en tiempos difíciles de entender, en la Argentina se reclama al Estado el respeto por instituciones importantes para la cultura nacional. Y en la que debates históricos, como el lugar de los intelectuales o la necesidad política de ampliar el público, se desarman frente a un crisis educativa imposible de soslayar. Una perplejidad frente a lo que sucece que se expresa tanto en el título del libro de Sarlo, como en su subtítulo: “¿Puede la cultura contemporánea pensar algo nuevo?”.
Tan interesante como el recorrido que traza el volumen por los escenarios culturales del último siglo (desde Sartre y la izquierda al mercado del arte y el impacto de internet en el trabajo de los medios de comunicación); fue la charla que NOTICIAS mantuvo con la escritora, donde el rol del Estado, el papel de los intelectuales y el fracaso de la escuela fueron los temas principales.
NOTICIAS: A raíz de los recortes que pretende el gobierno de Milei a los organismos culturales, surge la pregunta de si aprobamos un modelo de país no sostenga esta actividad. ¿Cuál es su opinión?
Beatriz Sarlo: Los países que admiramos sostienen la cultura. Francia, Alemania, Dinamarca, Holanda. La cultura es parte de lo que se llama “configuración nacional”.
NOTICIAS: En su libro, usted repasa la relación de los intelectuales con la cultura, desde Sartre hasta Gramsci. A partir de esas posturas podríamos preguntarnos si debe favorecerse una producción cultural que alcance a muchos o educar a la gente para que todos puedan entender las complejidades del arte o la literatura.
Sarlo: Sin duda, Sartre y Gramsci apreciaban la repercusión que tenían sus textos y sus intenciones, pero tenían un concepto de cómo debe hablarse de la cultura y no de cómo “enganchar giles para que sean cultos”. También sabían que si no hablaban un discurso audible no iban a tener repercusión con él. En cuanto al Estado, hoy no está pensando en esa pregunta. Sólo está interesado en probar su eficacia como Estado. Ni Sartre ni Gramsci estaban interesados en probar cuál era su eficacia. Estaban interesados en un discurso que, pensaban, podía hacer que la gente se interesara en la cultura. Hoy tanto el Estado como ciertos intelectuales están interesados en probar que son eficaces porque la gente los lee. Si vos tenés ese pensamiento, vas a terminar en un bestseller como por un tobogán. En este país, Ezequiel Martínez Estrada jamás podría haber vendido un ejemplar, como los vendió. Contemporáneamente, se convirtió en el intelectual más importante de su período.
NOTICIAS: Seguramente leído por un público pequeño.
Sarlo: Ese público se fue ampliando, porque también depende de cómo habla ese público de lo que lee. Si se encierra en su casa y enmudece, no se va a ampliar, pero si habla de manera convincente sobre aquello que lee es probable que se amplíe. Pero a Sartre, a Gramci y a Martínez Estrada no les interesaba el público. Les interesaban las clases sociales, cómo vivían y cómo se relacionaban entre ellas y si en eso entraba la cultura, bárbaro. Las preguntas de Sartre son sobre la autenticidad del intelectual no sobre la autenticidad del público. Se preguntaba cómo un intelectual se comporta, escribe, se relaciona con otros intelectuales de una manera que sea auténtica.
NOTICIAS: Los intelectuales no están haciéndose actualmente esa clase de preguntas.
Sarlo: Si las preguntas que se hacen hoy fueran interesantes las estaríamos leyendo todo el tiempo en los diarios. ¿Por qué no debatimos gran cosa entre intelectuales? Porque los problemas que nos ocupan son muy diferentes unos de otros y no llegan a tocarse con ese núcleo, importante y fundamental, que es cómo opera el arte y la filosofía en la sociedad.
NOTICIAS: La mayoría de las disputas hoy se dan en X (Twitter) que, por el largo de los posteos, no alienta demasiado el pensamiento.
Sarlo: Va encaminado a convertir toda frase en un aforismo que se pueda repetir. No soy profeta para decir si ese es el pensamiento del mañana. Pero leo diez tweets y caigo en el aburrimiento. Además, no encuentro la diferencia vital que tienen los pensares de los intelectuales entre sí. Creo que las redes sociales no desarrollan una mayor potencia de pensamiento y de conocimiento más allá de lo que dicen sus brevísimas intervenciones. Es curioso, porque quienes escribimos estamos buscando siempre el modo de alargar por la explicación y las redes sociales buscan el modo inverso: acortar en una especie de aforismo lo que están presentando.
NOTICIAS: ¿Cómo ve a Milei hoy?
Sarlo: Si logra consolidarse, va a producir todos los efectos tradicionales de la derecha. Si piensa que los organismos culturales no tienen que tener tantos empleados, los va a cortar por la mitad. La derecha opera con esa perspectiva, de que las cosas mejoran cuando se achican. Y es una perspectiva que tiene un doble uso. Se reduce en la práctica o siempre se amenaza. El despido está en la cabeza de los que son empleados públicos. Por otra parte, no sé si Milei está en sus cabales, pero hace del estilo de no estar en sus cabales una de sus armas políticas. Creo que es una figura de la derecha extrema que además tiene una buena percepción de cuáles son los rasgos estilísticos que le convienen. Gritar y enloquecer le conviene, porque la gente en la calle te dice: “estoy harto de escuchar a los políticos”. Y con “escuchar a los políticos” no se refieren a que los políticos engañan, sino a que hablan largo. Yo tengo la costumbre de seguir a las marchas, me paro en los cordones y hablo con la gente. La frase característica es: “dicen siempre lo mismo”. Y lo dicen de todos. Ahi está la incapacidad de los políticos para hacer un discurso que realmente interpele a los diferentes sectores.
NOTICIAS: Hay hoy una necesidad de inmediatez que se contrapone con una idea de la democracia, típica de los ’80, que significaba tomarse el tiempo de debatir y confrontar ideas.
Sarlo: Los que vivimos la dictadura queríamos debatir, confrontar, ir a las marchas. Eso no está más. El desprecio que tiene la gente por la política es muy grande. Lo primero que dicen es “son todos iguales”. Eso no se escuchaba en los años ’80. E indica la falta de atención que prestan a lo que está sucediendo. Esto también tiene que ver con el descenso en la lectura de diarios. La cuestión hoy, además, es cuán alfabetizados salen los pibes de la escuela. No es que no conozcan las letras. Pero no pueden concentrarse en una frase compuesta. Y eso aumenta las malas condiciones en las que, cada vez más, vive un importante porcentaje de pibes y pibas. En condiciones de pobreza, tienen cada vez menos posibilidad de concentrarse en aquello que la lectoescritura exige. Esto es un drama. Y también tiene que ver con el valor adjudicado a la preparación que da la enseñanza. La escuela ha perdido ese prestigio inconmensurable que tenía. La pregunta que me hago es qué es lo que sucedía en la cultura familiar a comienzos del siglo XX para que hubiera una proliferación de abogados, médicos, maestras. ¿Qué pasó? Todo eso entró en crisis. No existe más. Si lo buscás te equivocás.
Por Adriana Lorusso-RN