Es el artista argentino más escuchado en el mundo: 50 millones de oyentes mensuales en Spotify, más de 6.300 millones de views en youtube y una explosión viral con Shakira que sigue creciendo. Todo, sin sacarse los lentes y desde su cuarto en Ramos Mejía. Los secretos de un furor sin precedentes.
El del productor musical, compositor y DJ argentino Gonzalo Julián Conde es literalmente un camino del héroe. Y es, mucho más, el ejemplo paradigmático de la revolución de las habitaciones. Si antes de antes, los rockstars (aspirantes o consumados) se cocinaban en garajes y su raid tenía indefectiblemente la presencia de giras radiales, mediáticas y festivaleras, hoy brotan de a montones desde el costadito de su cama, en la tranquilidad de su hogar y con las herramientas que provee internet, sagrado patrono de la generación Z.
“Bizarrap entiende como pocos cómo es el nuevo mundo de la comunicación, de la música, de la industria y del entretenimiento. Entiende qué sonido es el que está sonando en este lado del mundo. Entiende cómo llevarlo a cabo. Entiende el 360°, que no solo es la música, sino la forma en que se promociona. Entendió que las redes son el lugar de promoción y de explotación de los fenómenos culturales. No esperó ir a la radio, no esperó ir a la tele, nunca lo va a esperar. En lo digital está el juego, y juega con las herramientas de lo digital mejor que nadie”, desgrana Julio Leiva, uno de los pocos periodistas que lo entrevistó en la Argentina y también colaboró con el spot de la “BZRP Music Session #50”. “Ok, Biza, descansamos un ratito y después volvemos”, dice en off la voz del conductor de Caja negra, generando expectativa sobre lo que fue la esperadísima session con Duki.
Habitante natural de internet (nació en 1998, en plena democracia del dial-up, cuando ya se hablaba de la existencia de un “algo” llamado ADSL y satelital), Bizarrap comprende las temperaturas de las redes sociales, conoce al dedillo cuándo sacar un tema con equis artista, cómo presentarlo ante la inmensidad, cómo generar un hype, cómo hacer que el público (¿todo el mundo?) espere su próxima session, su futura novedad. “Eso lo maneja como pocos”, refuerza Leiva.
ÚNICO HÉROE EN ESTE LÍO
“En la cabeza lo tengo preparado desde hace varios años. Venía de chico a ver el Lollapalooza y ahora me toca estar acá. Estoy listo”, dijo Biza en el programa La viola antes de cerrar la edición 2022 del Lolla después de la mismísima Miley Cyrus. Fue la fecha del pogo de “Ji ji ji”, de los Redondos. Hubo en redes algunos ofendidos. Hubo un runrún por la supuesta apropiación de un juguete generacional de otra época. Hubo malestar de algún generación X. Y hubo, también, una aprobación, la más importante, la del autor homenajeado en cuestión: “Muy bueno”, le dijo el Indio Solari al periodista Marcelo Figueras. Carlos Solari approves.
Lo dicho, su existencia comprime un camino del héroe que lo hizo salir desde abajo: primero fueron los famosos “Combo loco”, donde hacía fails y remixes de batallas de freestyle, y después el “BZRP Freestyle Session #1” con Kodigo y el “BZRP Music Session #1” con Bhavi. Siempre con el apoyo de sus amigos, los MC de El Quinto Escalón (la competencia callejera de freestyle más importante de la historia, están ahí: Trueno, Frijo, Dani, Lucho SSJ, YSY A y el mismo Duki) y con una idea de superación constante. “Nunca me interesó cantar. Yo quería ser DJ en realidad y eso me llevó a querer producir mis propias canciones. Veía a (el productor y DJ estadounidense) Skrillex y aspiraba a eso”, contó hace poco en el diario español El Mundo.
SE HACE CAMINO AL HYPEAR
A fuerza de entender dónde está el pulso popular, fue construyendo esa narrativa propia y unas mañas que van más allá de su gorrita y sus lentes. “Cuando me llamaron para El Quinto Escalón, no quería nunca aparecer en ningún lado, pero eso significaba tanto para mí que fui. Y di una nota. Y aparecí con lentes y gorra, sin pensar ‘me tengo que cubrir’. A partir de ahí veo reflejada mi personalidad en el look”, le explicó al Bebe Contepomi el año pasado.
Ese viene siendo Bizarrap. Y es verdad que las comparaciones siempre son odiosas pero también es verdad que, hasta ahora, nadie había logrado todo esto. Todo esto: arrasó con los charts globales de Billboard, se convirtió en el primer artista argentino en pasar los 50 millones de oyentes en un día (superando a “Despacito”, de Luis Fonsi, que quedó muy por debajo), se mantuvo por semanas en el puesto #1 de Spotify (con la “BZRP Music Session #52” junto a Quevedo) y así, como Leo Messi, semana tras semana, se va comiendo algún nuevo desafío.
Todo, con el FL Studio, el mismo programa de edición de audio que se descargó a los 13 años y que aprendió a usar con tutoriales de YouTube. Y siempre desde su imperio en Ramos Mejía: “Me dicen que cambie de estudio pero yo no quiero. Me gusta mostrarle a la gente que puede hacer temas y que los escuche un montón de personas desde un home studio. Como acá, desde una habitación muy chiquitita con poca capacidad. No entramos muchos pero te juro que tiene magia. Yo soy re supersticioso. Creo en la mística, ¿entendés? En la mística de la gente, de un lugar… Siento que entrás acá y hay una energía diferente”, le explicó al diario El Mundo.
TODO LO QUE BRILLA
“Para la gente que quería mi BZRP Session: que me pague y yo voy a ir”, tiraba Duki en una story, allá por 2019. “Cinco mil o diez mil dólares, vaina normal, no?”, seguía el rapero. “Yo te lo pago, amigo, pero si no llegás a 10 millones de reproducciones en dos días, me tenés que regalar un Freestyle Session después”, le respondió el productor. Eso, exactamente eso, también es una construcción narrativa. Y, como un Chinese Democracy, como un Kill Gil, la gente en las redes lo venía pidiendo, reclamando, deseando con todas sus fuerzas: llegó tres años después, a fines de 2022. “Esto va para todos los que nos siguen desde el principio –dice el comentario pineado por Biza, en YouTube–. Nunca vamos a olvidar nuestras raíces.”
Lo mismo sucedió con Paulo Londra, quien tuvo su música secuestrada por un conflicto legal. Y ahí está, hasta con un guiño: guardaron la #23, el número favorito del músico cordobés. Toda la cosmogonía de Bizarrap está finamente digitada.
“Para la session me tomo mi tiempo para perfeccionar el beat luego de la grabación. Una vez que estoy conforme, lo mando a mezclar y masterizar”, describió en 2021 en una entrevista con el youtuber Luisito Comunica. En esa emisión del programa En cortinas se revela parte de la trastienda del productor que convierte en oro todo lo que toca. Si no, pregúntenles a los nacionales L-Gante, Zaramay y Nicki Nicole o a los internacionales Mesita, Villano Antillano y Snow Tha Product.
Lo suyo es un apostolado pero también es una bendición. Hasta la fecha, propulsó la carrera de un tendal de artistas y su música se convirtió en una trademark. Como productor, Bizarrap es un buscador inconformista, un tiempista (¿dónde está lo mainstream? ¿quién puede reventar? ¿quién tiene pasta? ¿qué es lo prestigioso? ¿qué es lo que se viene?) y, al mismo tiempo, el sello de garantía de confianza.
“Es un artista comprometido con su tiempo”, cierra Leiva sobre el pibe que llevó a la española-argentina Nathy Peluso, al estadounidense-colombiano Nicky Jam y al puertorriqueño Residente hasta su habitación en Ramos Mejía, al oeste de la provincia de Buenos Aires. Su chiche es el mismo desde el comienzo, pero es cada vez más grande.