El burdo intento de golpe militar de un general que conmovió a Bolivia y a toda la región en junio puso en evidencia la inestabilidad política y económica que se apoderó del país por la agria disputa oficialista que enfrenta al expresidente Evo Morales con su sucesor Luis Arce, de cara a las elecciones de 2025.
Bolivia se vio conmovida a finales de junio por la fallida asonada del jefe del Ejército contra el gobierno de Luis Arce, que una vez superada potenció la disputa oficialista del presidente con su predecesor Evo Morales (2006-2019), en un contexto de agotamiento de la experiencia económica inaugurada hace casi dos décadas.
Tras la intentona del general Juan José Zúñiga, jefe del Ejército destituido apenas horas después, Arce denunció un “golpe de Estado” de un sector militar aislado y sin apoyos, mientras Evo fue cambiando su opinión con el paso de los días y terminó acusando al presidente de provocar un “autogolpe” para fortalecer su figura y su candidatura presidencial por el Movimiento al Socialismo (MAS) para 2025.
“El progresismo no entiende su propia obra, el éxito es su problema”, dijo el ex vicepresidente Álvaro García Linera al dar por terminada una “fase épica exitosa” de transformaciones de la estructura social boliviana, que según él debe dar paso a otra superior que contemple los cambios en Bolivia, como “la emergencia de una clase media indígena aspiracional “que ya no piensa como 15 años atrás”.
Para García Linera, “si el MAS va dividido, pierde las elecciones. Ya hemos dejado de ser una mayoría política, vamos a dejar de ser mayoría electoral y vamos a entrar en un régimen de partidos minoritarios”, alertó el ex vicepresidente de Evo, crítico de la grieta oficialista “mezquina” que separa a “evistas” de “arcistas”.
En 2019, Evo Morales renunció a la presidencia -después de casi 14 años en el poder- en medio de una grave crisis política (tres muertos) por denuncias opositoras de fraude en las elecciones del 20 de octubre de ese año en las que aspiraba a ser reelegido. Morales y Linera denunciaron un golpe de Estado y se exiliaron.
Tras un año de gobierno provisional de la derechista Jeanine Añez, elegida por el Congreso y quien terminó detenida por su vinculación con el fin del gobierno de Evo, el MAS volvió a poder en 2020 con la elección de Arce, ex ministro de Economía de Morales y con quien acordó completar sólo un mandato para permitir el regreso del fundador del movimiento oficialista al Palacio Quemado en 2025.
MAS divisiones
Evo regresó al país después de un año de exilio en Argentina, pero la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) terminó dictaminando que no había violación a sus derechos electorales por impedirle otra reelección en 2025 (la Constitución veta más de “dos mandatos consecutivos” pero no expresamente “sólo dos”) y el Tribunal Constitucional boliviano lo ratificó en 2023.
“La situación para nosotros está clara, pero vaya a contárselo usted a él, que está convencido de que es candidato”, insistió Arce. En cambio, Evo considera que fue destituido por un golpe de Estado en 2019 y que tiene el derecho de competir nuevamente por la presidencia. La disputa tiene paralizada al Congreso.
La secuencia de la asonada alimentó la interpretación evista del “autogolpe”: días antes del episodio se reunió con Zúñiga, toleró después sin sancionarlo su amenaza de impedir la vuelta del expresidente al poder y acabó reemplazándolo con el jefe del Estado mayor del golpista, general Wilson Sánchez.
“Lucho (Arce) mintió, engañó al pueblo boliviano y al mundo entero con este golpe o autogolpe”, lanzó Evo, quien horas después del episodio levantó “sospechas del movimiento militar” pese a que repudió él mismo la intentona y alineó a su amplia base social y política campesina en defensa de la democracia boliviana.
Los evistas lanzaron una versión según la cual el plan inicial propuesto por Arce a Zúñiga era renunciar y dejar el gobierno a una junta militar, para evitar por todos los medios un retorno de Evo, quien ve a su viejo delfín asociado a la “derecha interna”.
Las declaraciones del golpista Zúñiga los validó: “El presidente me dijo la ‘situación está muy jodida, es necesario preparar algo para levantar mi popularidad’”, declaró tras ser detenido.
“Lamentablemente Lucho mintió, engañó al pueblo boliviano y al mundo entero con este golpe o autogolpe”, concluyó Morales. También reprochó a Linera no tomar bando en la disputa: “No comparto sus palabras y no responderé sus ofensas. Pero sí le demando responsabilidad en este momento histórico. ¿O acaso está de acuerdo con la proscripción del MAS y con impedir mi participación democrática?
En opinión de Linera, tanto Arce como Evo usaron “el intento de golpe” para sacar ventaja en su lucha interna y están poniendo en riesgo la continuidad del MAS en el poder a partir de 2025, pese a que la oposición derechista está dividida y debilitada desde la detenciones de Añez y del líder sureño Fernando Camacho (a los que el general Zúñiga pretendía liberar y terminaron denunciándolo por golpista).
“Ojalá hubiera habido motivos ideológicos en la disputa. No se discute cómo se va a salir de la crisis económica, o cómo se va a mejorar el bienestar de las personas. Lo único que gira en los ataques quién es más malvado, más corrupto, más imperialista”, observó Linera.
Arce señaló detrás de Zúñiga a intereses extranjeros interesados en los recursos de Bolivia, en particular los depósitos de litio más grandes del mundo, cuando decayó la producción de gas que por más de una década financió con decenas de miles de millones de dólares los históricos cambios económico-sociales desde 2006 en favor de sectores campesinos y medios, gracias a la nacionalización de los hidrocarburos.
El factor económico
La situación económica general de Bolivia es inescindible de la explotación de sus recursos naturales. Ahí también se expone la división del MAS: según Arce, Bolivia dejó de producir tanto gas porque Morales no ordenó las inversiones necesarias e hizo sólo 6 proyectos de exploración contra 43 de su gobierno.
La producción de gas natural cayó de 56,6 millones de m3 diarios en 2016 a 31,9 m3 diarios en 2023, según cifras oficiales del gobierno.
“No es que no tengamos gas, no es que ha terminado la era del gas en Bolivia (…) Lo que estamos pretendiendo hacer es diversificar la economía para que el país no dependa de un solo producto”, argumentó Arce al comentar los datos.
El presidente sostiene que su gobierno está introduciendo al país en una nueva fase productiva, de industrialización y no sólo de extracción, con la construcción de 150 plantas de recursos naturales y materias primas.
En ese contexto, visitó a Vladimir Putin en Rusia, país con el que tiene un acuerdo de producción de baterías de litio en Bolivia con la empresa rusa Uranium One Group para construir una planta piloto en el Salar de Uyuni, y proyecta tratos similares con otros países miembros del BRICS.
Para Evo, “hay que alejar del equipo económico a los ortodoxos conservadores que so pretexto de bajar la inflación o evitar la inflación, solo se someten a la disciplina fiscal del FMI cuidando la macroeconomía para castigar a los pequeños productores y a la gente pobre, eso es lo que estamos viviendo”.
Su gestión, con Linera de vice y el propio Arce de ministro de Economía, se corresponde con una época de bonanza de exportaciones de materias primas en América Latina, alimentadas por la demanda de China y una fase expansiva de la globalización. Con todo, sus logros son inobjetables: el PIB de Bolivia pasó de USD 9.000 millones a 40.000 millones y la pobreza extrema de 38% a 15%.
El FMI proyecta un crecimiento económico de 1,6% para Bolivia en la gestión 2024, muy por debajo de lo que estima el gobierno de Arce (3,71%), que asegura que la realidad “defraudará” a los organismos internacionales y se ufana, por ejemplo de la inflación más baja de la región (0,74% en el primer trimestre del año).