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Bombardeos a la Plaza de Mayo, historias del horror: de la mujer de la foto estremecedora al aviador que "soñó" un Pearl Harbor

Con el objetivo principal de matar a Juan Domingo Perón, los bombardeos a la Casa Rosada y los alrededores, el 16 de junio de 1955, provocaron al menos 309 muertes. Los protagonistas de un jornada bañada de sangre y terror.

El objetivo puntual era matar a Juan Domingo Perón para tomar el poder. Pero fue un hecho inaudito que también buscó sembrar todo el terror posible entre la población.

El 16 de junio de 1955, aviones de la Marina con apoyos en la Fuerza Aérea y de sectores civiles de la política bombardearon la Plaza de Mayo, los alrededores, y otros sitios de la Ciudad de Buenos Aires, como la residencia presidencial que existía donde hoy se levanta la Biblioteca Nacional.

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Las terrible escenas de los bombardeos del 16 de junio de 1955

Las consecuencias fueron atroces. Hubo 309 muertos comprobados, aunque se supone que fueron muchos más, y cerca de 800 heridos. Casi todos eran trabajadores que viajaban en el transporte público o caminaban por la calle. Además de la bombas lanzadas por los aviones hubo ametrallamientos, algunos protagonizados por comandos civiles.

Por la dimensión de la catástrofe, los hechos tuvieron una multitud de protagonistas, pero algunos nombres sobresalieron en los relatos a lo largo de los años.

Juan Domingo Perón, el blanco principal

El presidente de la Nación era el blanco principal de la sublevación: querían matarlo bombardeando la Casa Rosada.

Pero ese objetivo no se cumplió porque, avisado, Perón se movió al Edificio Libertador, donde estuvo durante los bombardeos.

Juan Domingo Perón
El presidente Juan Domingo Perón

Aunque todavía faltaba el último vuelo rasante desde el que ametrallaron a la multitud, a las 17.15 de aquel 16 de junio Perón emitió un discurso radial para llamar a la tranquilidad.

La situación está totalmente dominada. El Ministerio de Marina, donde estaba el comando revolucionario, se ha entregado y está ocupado, y los culpables, detenidos (…) Nosotros, como pueblo civilizado, no podemos tomar medidas que sean aconsejadas por la pasión, sino por la reflexión", afirmó,

Franklin Lucero, el general que salvó a Perón

Ministro de Ejército del gobierno, Franklin Lucero subestimó en los días previos las informaciones sobre una posible rebelión. Pero ante la inminencia del ataque, a las 8 de la mañan del 16 de junio le recomendó al presidente que dejara la Casa Rosada. De esa forma protegió su vida.

Franklin Lucero
Franklin Lucero

Ya producidos los bombardeos, Lucero fue autorizado a reprimir con toda la fuerza. Frenó a los sectores de la CGT que le pedían al gobierno organizar milicias populares para combatir en la calle contra los insurrectos y defender al líder.

Estuvo preso en distintas cárceles durante la autodenominada “Revolución Libertadora”. Recién salió en 1959. Autor de un libro titulado El Precio de la Lealtad, con la vuelta del peronismo en 1973, le devolvieron el grado miltar. Murió en 1976.

Samuel Toranzo Calderón y Néstor Noriega, jefes de la masacre

Samuel Toranzo Calderón

Los bombardeos fueron coordinados por el almirante Samuel Toranzo Calderón y comandados por el capitán de navío Enrique Noriega.

Militar que llegó al grado de vicealmirante de la Marina, a principios de 1955 Toranzo Calderón se puso el frente del grupo conspirador contra el gobierno peronista. Su plan era forzar la renuncia del presidente sacando los aviones y amenazando con bombardear la Casa Rosada.

Finalmente, organizó el bombardeo a la casa de Gobierno y la Plaza de Mayo. En septiembre participó del golpe de Estado contra Perón. El régimen que asumió el poder lo premió designándolo como embajador en España.

Néstor Noriega fue el capitán de fragata que desde un avión NorthAmerican AT6 inició el bombardeo. Según las reseñas, la primera de las bombas que arrojó impactó en la Casa Rosada y mató a dos ayudantes de cocina, en el primer piso. Otra de las bombas cayó sobre un trolebús, en Yrigoyen y Paseo Colón, en el que murieron más de 60 personas.

Bombardeo La Razón
Diario La Razón
Miguel Zavala Ortiz, rostro político de la sublevación

El dirigente radical, que había sido diputado nacional entre 1948 y 1951, fue uno de los principales rostros políticos en la trágica jornada de los bombardeos en la Plaza de Mayo.

Estuvo al frente de uno de los comandos civiles armados que tuvieron la misión de tomar una radio civil para difundir la proclama del asesinato del Presidente, el principal objetivo de los golpistas.

Zavala Ortiz
Miguel Zavala Ortiz

Si tenían éxito, se conformaría una junta de gobierno, formada por dos miembros del Ejército, uno de la Fuerza Aérea y el dirigente socialista Américo Ghioldi, el conservador Adolfo Vicchi, y el propio Zavala Ortiz.

Durante el gobierno de facto de Pedro Eugenio Aramburu fue miembro de la Junta Consultiva formada por varios partidos políticos y funcionaba físicamente en el edificio del Congreso.

Entre 1963 y 1966 Zavala Ortiz fue ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Arturo Umberto Illia. Murió en 1982.

José Alfredo Bassi, el que soñó un Pearl Harbor en Buenos Aires

En un viaje de instrucción en 1953, el capitán de fragata de la Aviación Naval había leído un boletín del Centro Naval que reproducía el testimonio del aviador Mitsuo Fuchida sobre el ataque de Japón a la base Pearl Harbor, en Hawai, el episodio que marcó la entrada de EE.UU. a la Segunda Guerra Mundial.

A bordo del crucero 17 de octubre, compartió con un puñado de oficiales una idea que resultó un germen: “¡Qué lindo imaginar la Casa Rosada como Pearl Harbor!

La idea coincidía con el objetivo general de los golpistas, porque si bien había fornas más fáciles de matar al presidente, que viajaba a diario desde la residencia presidencial hacia la Casa Rosada en un auto sin blindar, buscaban generar un hecho espectacular que infundiera un gran terror entre la población.

Carlos Enrique Carus, la perversidad del final

El teniente primero Carlos Enrique Carus fue el último en volar sobre la Plaza de Mayo, cuando la Marina ya se había rendido. Tiró la última bomba, pero además vació los tanques suplementarios del avión para prenderles fuego a las personas que habían llegado o seguían en la Plaza y los alrededores.

Carlos Enrique Carus

En su libro La masacre de la Plaza de Mayo, el autor Gonzalo L. Chaves escribió: “Un dirigente de la CGT, que fue testigo de estos hechos, me dijo que para él habían tirado bombas de Napalm porque muchos cuerpos estaban carbonizados. A mí me resultó llamativa su deducción, pues estaba casi seguro que todavía esas bombas no habían sido inventadas. Sin embargo hay fotos que muestran cadáveres absolutamente carbonizados. La respuesta la obtuve tiempo después. Un día casi por casualidad llegó a mis manos una revista española de aviación. En uno de sus artículos publicaba la ficha técnica de los Glosters Meteors y su capacidad de combate. Como un agregado que seguramente sus fabricantes no imaginaron aparecía el detalle de que los tanques suplementarios de combustible podían ser utilizados en un combate. Ponían como ejemplo lo que había sucedido el 16 de junio del 55 en nuestro país, cuando uno de los comandantes de esos aviones los arrojó sobre los trabajadores reunidos en la plaza para prenderlos fuego”.

Natividad López, la mujer de la foto más dura

En la masacre del 16 de junio de 1955 hubo centenares de muertos, pero la foto más estremecedora, insoportable de mirar, es la de una mujer sobre la vereda, consciente, con una mirada más de asombro que de horror por su situación. Tiene un saco, una pollera, la cara con sangre y su pierna derecha destrozada.

Natividad López sobrevivió a la brutal herida. Aunque en la foto parece una mujer mayor, tenía 26 años y había ido al centro a buscar ayuda social para sus tres hijos.

Natividad López
Natividad López

Iba en el trolebús impactado por una de las bombas. De pronto estaba en la calle. “Di tres saltos y subía la vereda. Vi un charco de sangre y que no tenía la pierna. Pero no me dolía nada”, relató en 2012, en un video producido por el Archivo Nacional de la Memoria.

Contó que la subieron a una ambulancia y quedó sobre una pila de personas. La llevaron al hospital Argerich. “Ahí había un montoncito por aquí y otro por allá, muertos", era su recuerdo de las escenas del horror.

Ernesto Jorge Adradas, el leal que derribó un avión insurrecto

Hubo muchos militares que eligieron mantenerse leales al gobierno en la jornada de la masacre. Pero el teniente Ernesto "El Muñeco" Adradas quedó como un símbolo.

En el fragor del enfrentamiento, Adradas persiguió a uno de los aviones de los golpistas y lo alcanzó con 10 disparos. El piloto naval guardiamarina Armando Román salvó su vida al tirarse con su paracaídas.

Tres meses más tarde, en el intento exitoso que derrocó a Perón, volvió a combatir, esta vez contra los buques que amenazaban con cañonear la destilería de YPF en Ensenada. De haberlo hecho, la tragedia hubiera sido descomunal.

Ernesto Adradas
Ernesto Jorge Adradas

Después del golpe de setiembre de 1955, lo metieron preso por el derribo y por "hacer proselitismo activo", aunque hasta ese momento nunca había hecho pública su adhesión al peronismo. En abril de 1956 pidió el retiro, pero las agresiones no se detuvieron: lo secuestraron en un bar, simularon fusilarlo y apareció herido y sangrando en un baldío, donde lo encontaron unos vecinos.

Adradas fue preso durante varios meses, juzgado por un tribunal militar y condenado por “haber derribado un avión y hacer proselitismo activo”. El Muñeco pidió el retiro, que le fue concedido en abril de 1956.

Se convirtió en piloto civil y ayudó a la resistencia peronista llevando correo dirigido a Juan Domingo Perón, que estaba en su exilio en Madrid. El general lo reconoció al nombrarlo como parte de la tripulación que lo trajo al país en su vuelta definitiva en 1973.




Por Leonardo Torresi-Perfil