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Catalina Smulovitz: “Hay que desandar la idea de que la solución está fuera de la política”

Según la politóloga cualquiera de los candidatos que triunfe en los comicios enfrentará una situación “muy complicada” de la que se podrá salir, evaluó, sobre la base de una negociación entre fuerzas políticas.

La utilización del termino “casta” por parte del candidato presidencial de La Libertad Avanza (LLA), Javier Milei, para referirse a la dirigencia política argentina supone que las decisiones sobre la gestión del país “las pueden tomar diletantes y amateurs que no requieren de conocimientos específicos”, una consideración que forma parte más de “cosmovisiones ingenuas” que de la realidad, opinó hoy la politóloga Catalina Smulovitz.

En declaraciones a Télam, la profesora e investigadora plenaria de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT) y doctora en Ciencia Política por la Universidad del Estado de Pennsylvania evaluó la escena electoral en el país a dos semanas de concurrir a las urnas y afirmó que cualquiera de los candidatos que triunfe en los comicios enfrentará una situación “muy complicada” de la que se podrá salir, evaluó, sobre la base de una negociación entre fuerzas políticas.

“Hay que desandar la idea de que la solución está fuera de la política”, afirmó Smulovitz.

– Télam: ¿Cómo analiza el escenario político a dos semanas de las elecciones nacionales?

– Catalina Smulovitz: La principal novedad que dejaron las PASO es que, por primera vez en mucho tiempo, vamos a enfrentar una elección presidencial con tres candidatos competitivos y muy parejos, más allá de que uno esté mejor parado que otro en términos de porcentaje de votos. En el pasado los escenarios electorales tendían a estar divididos en dos grandes fuerzas. Otra novedad es que uno de esos tercios está representado por una fuerza outsider del sistema político. No tanto porque los dirigentes que acompañan a Javier Milei sean outsiders porque, en realidad, son personas con pasado, que no salen de un repollo. Milei es un outsider porque no tiene una estructura institucional para gobernar. Eventualmente en el caso de ganar, no va a tener gobernaciones y tampoco una gran cantidad de legisladores. Eso abrirá muchas cuestiones respecto a cómo va a gobernar más allá de que pueda, una vez que triunfe, atraer el transfuguismo de muchos dirigentes que así como en un momento de auge pueden ir hacia ese lado, en otro de mayores dificultades tampoco tendrían problemas en desertar.

– T: ¿La presencia electoral de Milei y varias de sus propuestas representan un desafío para el sistema democrático argentino tal como lo conocimos hasta ahora?

– CS: De eso no hay ninguna duda. Igualmente, vamos a ponerlo de esta forma: todavía no ganó la elección. Estamos en una campaña muy competitiva, lo cual es bueno para las democracias en el sentido de que hay opciones y los votantes pueden decidir qué hacer. Sí se puede suponer que hay dos candidatos, independientemente de lo que cada uno piense sobre Sergio Massa y Patricia Bullrich, que en el caso de triunfar tendrán mayores o menores dificultades para gobernar, como cualquier gobernante, pero cuentan con instrumentos y poder de apoyo para intentar avanzar con sus propuestas. Si triunfa Milei es muy poco claro el tipo de apoyos institucionales con los que contará. Entonces nos volvemos a preguntar qué se puede esperar en tiempos de convulsión política y social. Sin embargo, Milei es un candidato muy habilidoso que ha tenido la capacidad de llegar a sectores sociales que, por alguna razón, no se sentían interpelados por otras fuerzas y a los que se les ha prometido muchas cosas. Esos sectores van a requerir un tipo de satisfacción porque, de lo contrario, no sabemos muy bien qué puede suceder. Cuando uno ve frustradas sus aspiraciones después de promesas muy importantes no está claro cuáles son las reacciones que se pueden generar. En ese sentido, es problemático porque Milei es un candidato que frente a preguntas muy específicas con respecto de sus convicciones sobre ciertos temas se ha mostrado ambiguo. Le preguntaron en un programa de televisión si creía en la democracia y su respuesta fue: “¿Usted conoce el teorema de la imposibilidad de Arrow?”. La mayor parte de la gente no tiene por qué saber de qué se trata el teorema, pero es una respuesta incorrecta en términos teóricos porque lo que demostraba Arrow era que para cierto tipo de decisiones muy individuales, no colectivas como las democráticas, la única decisión que se puede tomar adecuadamente es la de un dictador, por así decirlo. Él nunca dice eso, pero es lo que podría llegar a inferirse. Sus posiciones ambiguas sobre cierto tipo de temas son inquietantes.

– T: ¿Por qué estamos discutiendo la eficacia del sistema democrático a 40 años de su recuperación?

– CS: La democracia argentina ha sido sumamente exitosa en mostrarse estable en estos últimos 40 años. Estable quiere decir que hemos tenido elecciones periódicas y que aun en momentos en los cuales hubo una alta volatilidad política, el procedimiento de resolución fue institucional. También fue exitosa porque pudo resolver un problema como el de la autonomía militar, al punto que consiguió subordinar, efectivamente, a las Fuerzas Armadas, y porque no hay restricciones a la libertad de expresión. Uno podría decir que, en términos de los derechos civiles y políticos que las democracias prometen, ha sido exitosa. No lo fue, sin embargo, en términos de distribución de la riqueza. Es cierto que las democracias no prometen distribución, sino que no vamos a matarnos. Pero, en general, terminan produciendo una distribución porque el peso del voto hace que las políticas sean más progresivas en ese término. Un candidato como Milei surge, en parte, por esa insatisfacción en la reducción de la pobreza y en la distribución de bienes públicos adecuados. Porque los bienes públicos que producen en la Argentina -educación, salud y justicia- son de baja calidad.

Sería necio de mi parte decir que no hay ningún problema de esa naturaleza, pero no es que la democracia argentina haya abandonado totalmente la provisión de todo tipo de bien público. Tenemos un problema de calidad, de la forma de provisión de esos bienes y eso provoca muchísima desazón política, mucho enojo y poca perspectiva del futuro. Pensar que no hay un mañana es un problema para los sistemas políticos porque desaparece la aspiración de por qué vamos a seguir juntos. Si al final no vamos a ganar el campeonato por qué seguimos jugando juntos.

– T: ¿Cómo analiza esa expresión vinculada a quienes respaldan a Milei que están a favor de “que se rompa todo” el sistema como funciona hasta ahora?

– CS: Yo creo que las personas que dicen eso no tienen en cuenta el costo que implica romper todo. La transición entre que se rompa todo y se cree un futuro es difícil. Las posguerras son difíciles. La segunda cosa, quizás aún más complicada, es que tampoco es claro qué viene después. Esta idea de que efectivamente después seremos felices. ¿Qué nos garantiza que vamos a poder resolver el problema de una forma distinta?

– T: El discurso de la casta política que planteó Milei en los últimos años se instaló a nivel social. ¿De qué modo considera que debería accionar esa “casta” para encontrar, con legitimidad, un rumbo de salida a la crisis?

– CS: A pesar de todo lo que dije anteriormente tiene que quedar claro que Milei ha sido un candidato excepcional. Consiguió imponer un lenguaje sobre cómo hablar de política. En cierta forma yo me resisto a hablar sobre la casta porque es colaborar con su interpretación del mundo en varios sentidos. Es suponer que las decisiones sobre la política las pueden tomar diletantes y amateurs, que que no se requieren conocimientos específicos sobre cómo se negocia o que cualquier forma de negociación en sí misma es criticable. Tenemos que dejar de darle legitimidad a esa forma de interpretación del problema. Cualquiera de los candidatos que gane la elección va a tener que afrontar una situación muy complicada. El lugar de donde van a estar partiendo será muy complicado. Argentina viene desde hace más de una década con un descenso del salario real, una distorsión de los precios relativos, una incapacidad para acceder al crédito externo, un sector de la población totalmente fuera del mercado laboral formal, con niveles de pobreza e inflación altísimos. No hay una solución inmediata a los problemas que existen. Pero sí creo que es importante empezar a desandar esta idea que la solución pasa por afuera de la política. La negociación es inevitable en la vida democrática porque, de lo contrario, tenemos que matarnos. Si solamente puede ganar uno, implica que hay otro que desaparece. Entonces, negociar es parte de lo que tienen que saber hacer los políticos. Negar la negociación política forma parte de cosmovisiones relativamente ingenuas que prenden bien si uno vive en un mundo fantasioso, pero no es la forma en la cual alguien puede llevar adelante cualquier proyecto.

Por Gabriel Tuñez-Télam