Desde el fin de semana pasado y hasta el domingo, por 24ª edición consecutiva, Buenos Aires es escenario del torneo de tenis más emblemático de la región, el Argentina Open. Disputado sobre el polvo de ladrillo del Lawn Tennis Club, es una de las cuatro estaciones de la Gira Dorada, como se bautizó a esta etapa del ATP Tour en Sudamérica.
El español Carlos Alcaraz, el niño maravilla, número 2 del mundo, es la mayor atracción de un cuadro que presentó a las mejores raquetas nacionales (Francisco Cerúndolo, Sebastián Báez, Tomás Etcheverry) y a destacados extranjeros como Stan Wawrinka (Suiza), Marin Cilic (Croacia), Nicolás Jarry (Chile) y Arthur Fils (Francia). El rectángulo naranja, desafío tras desafío, reúne la atención de todos. Claro que no solo los jugadores son protagonistas. El juego es lo principal, naturalmente, pero existen historias mínimas que ilustran la periferia del espectáculo. LA NACION se involucró en la intimidad del ATP porteño para conocer cuatro capítulos distintos de una misma película: cómo es la rutina artesanal de los cancheros, cómo es la labor de los ball boys, qué alimentos se sirven en el comedor de los deportistas y cómo se preparan las raquetas en la sala de encordadores. El latido del torneo, pero desde otra perspectiva.
Para que las raquetas suenen de la mejor manera están los encordadores, como Luis Pianelli y Pablo Maciel, que por estos días están abocados al torneo que se juega en Palermo. Son fundamentales para los jugadores, a tal punto que las tensiones de las cuerdas –sintéticas en la mayoría, aunque algunos aún prefieren las de tripa, que se hacen con el intestino de vaca- pueden variar en función de distintas variables, como la temperatura. Detalles que pueden parecer mínimos para los espectadores, pero para los tenistas son decisivos. Las raquetas son el bien más preciado y algunas fueron personalizadas al máximo, como las de Stan Wawrinka, con íconos distintivos de los tres Grand Slams que ganó (un canguro, la Torre Eiffel y la Estatua de la Libertad por el Abierto de Australia, Roland Garros y el US Open). Pianelli explica que hay jugadores que reemplazan la raqueta cada vez que hay un cambio de pelota. “Los encordados se van aflojando con el uso y se va perdiendo la precisión en el golpe”, describe con una raqueta de Alcaraz en su mano.
Otros suelen estar tan a la vista como los jugadores. Los ball boys y girls son voluntarios que ya han participado en otros torneos y son rigurosamente seleccionados. “Es una semana que se espera todo el año, es muy emocionante”, dice Melina, de 16 años, que en un torneo anterior recibió un pelotazo en la panza y fue asistida por una estrella del tenis. Con ellos hay un especial cuidado por la exposición a las altas temperaturas. Muchos son jóvenes tenistas, como alguna vez lo fue Camilo Ugo Carabelli, el primer alcanzapelotas del torneo que se metió en el cuadro principal, y que se dio el gusto de enfrentarse en el court central contra Alcaraz.
El terreno, ese polvo de ladrillo que desde hace casi un siglo ha recibido las pisadas y el sudor de decenas de leyendas, demanda una dedicación especial. Los cancheros hacen un trabajo artesanal para cuidar cada rincón, cada fleje de la cacha que lleva el nombre de Guillermo Vilas, con el viento como principal enemigo, y con el rolo y la rastra como herramientas indispensables para un oficio que requiere pasión. “Estamos comunicados con los jueces continuamente, ellos nos miran y nosostros salimos”, cuenta Alfonso Sixto, que conoce los gustos de las estrellas del polvo de ladrillo. La convivencia con los jugadores es lo que más disfruta de su trabajo como canchero.
El chef de las estrellas
David Poli está a cargo de las dietas de los jugadores que se lucen en el torneo
Hay más, claro, como los cocineros, atentos en la sala de jugadores a las dietas de las estrellas de las raquetas. No suele haber pedidos fuera de lo habitual, y la mayoría se enfocan en los hidratos de carbono y las pastas -sin gluten, en el caso de Alcaraz- de rápida digestión. Muchas veces, la alimentación del deportista se adapta a los entrenamientos, los horarios de cada partido y, lo que no es menor, la extensión del juego. Lo sabe David Poli, que por estos días está a cargo de los platos de las figuras del gran show del tenis argentino. “Hay jugadores vegetarianos y veganos, para ellos tenemos tofu y hongos”, comenta.