Misiones Para Todos

Con los repartidores en la cabeza

Que el “Libragate” haya sido solo un mal trago porque es complejo, no significa que la película terminó acá.

Cuando un tema no afecta la vida cotidiana de la mayoría, suele pasar de largo en la consideración de la opinión pública, ergo en los comportamientos electorales. Por eso el “Libragate” no caló. Es un tema de cierta complejidad (¿bitcoin, memecoin o shitcoin?) y además cayó en la época del año “modo verano”. Ambos factores amortiguan la consideración pública. Más allá de eso, el entorno presidencial hizo casi todo mal en la comunicación de crisis. Salió tarde y mal, y delató lo que la gran mayoría imagina: que Milei no se somete al libre escrutinio periodístico. Pese a todo eso, no hay por ahora mayor efecto en el mundo financiero y menos aún en la economía real.

Que el “Libragate” haya sido un solo un mal trago, no significa que la película terminó acá. Ahora hay un camino judicial local e internacional que puede traer malas noticias (aunque más no sea porque el fiscal de la causa se quiera vanagloriar de ser independiente de la jueza famosa, que se sacó el tema de encima por ahora). No necesariamente malas nuevas que involucren al Presidente, sino que puede disparar el popular “dime con quién andas y te diré quién eres”. Es decir, si los socios son impresentables, el león deberá estar con la guardia alta por un tiempo. No nos olvidemos que el caso Fabiola se destapó investigando comunicaciones por la causa de los seguros. El mundo fintech tiene severas sospechas sobre los personajes que circularon alrededor del Presidente “liberal libertario”.

Más allá del hecho en sí, es importante considerar dos cuestiones: 1) a diferencia del debate sobre el presupuesto universitario o los dichos en Davos, en este caso hubo una acción presidencial sobre un tema que está fuera de su ámbito, lo cual le da otro cariz a la crisis; y 2) lo sucedido da para un largo análisis sobre cuánto de este suceso permite caracterizar a la política contemporánea a nivel global. Es decir, la anécdota alumbra una estructura.

Respecto a este segundo punto, nos habla de al menos cinco atributos que está experimentando la política actual en el mundo: 1) se mueve con una dinámica exponencial; 2) es compulsiva; 3) cortoplacista; 4) tiene una lógica mercantilista; y 5) se premia a la figura del “dirigente influencer”.

¿Es grave lo que pasó? Lo dirá la Justicia o no. Mientras no haya más novedades, la cuestión puede pasar a una larga siesta. Al menos, la billetera libertaria sigue logrando encolumnar los votos necesarios en cada ocasión, como el que evitó una comisión investigadora sobre el tech-suceso en el Senado. Pero si vamos a la realpolitik, lo más relevante pasó por el Congreso. Finalmente se suspendieron las PASO, tanto a nivel nacional como en CABA. Es de esperar que ahora también se caigan en la PBA. El sistema jugó a condicionar al Poder Ejecutivo a tener que negociar todo de vuelta en uno o dos años. Cada negociación tiene un costo (y una ganancia), pero es mejor reformar algo a no cambiar nunca nada.

Aunque para la opinión pública las Primarias eran un gran fastidio, y para Milei además un gastadero de plata, su eliminación puede tener importantes efectos políticos, sobre todo en una Argentina que aún está saliendo de la crisis. La consecuencia más importante es que en esta discusión ganó “el partido del Estado”, sea quién sea en cada nivel institucional. Como indica el dicho popular, “el que parte y reparte, se queda con la mejor parte”. Los oficialismos no solo van a ordenarse, sino que además van a ordenar a la oposición, fragmentándola. Si además las diversas oposiciones están shockeadas y desorientadas, el juego se facilita. Ya lo vimos con el peronismo santafesino, y lo vamos a seguir observando en otras comarcas. En una situación de escasez de recursos para la política, esta tendencia puede verse agravada. Por ejemplo, los sindicatos, históricos dadores de sangre, están un poco anémicos desde que asumió Milei (aunque los fondos a las obras sociales fluyen con regularidad, lo cual amortigua la conflictividad laboral).

La vida es una de cal y una de arena. Así como se suspendieron las PASO, el Gobierno no pudo hacer aprobar a Lijo, porque al pobre García Mansilla no se le da mucha bola, pese a sus antecedentes académicos. Muchos no se explican porqué el referente de Comodoro Py aceptaría ser nombrado en comisión por decreto, teniendo en cuenta que eso le quita su maravillosa capacidad de chantaje al sistema: el freezer eterno de las causas que caen milagrosamente en su despacho. Fuentes habitualmente bien informadas dicen que Lorenzetti lo convenció de aceptar la modalidad provisoria, mientras el Gobierno gana tiempo para seguir negociando con Cristina (quien debe aprovechar este año, que tendrá más poder que desde diciembre, cuando se produzca el cambio en función del resultado electoral).

La semana cerró con dos detalles económicos. Por un lado, la inflación de febrero empezó tranquilo y se está acelerando un poco, lo cual podría hacer que no se quiebre el piso de enero. Por el otro, el magro superávit comercial del primer mes del año (¿puede haber déficit en febrero?), genera interrogantes sobre la no acumulación de reservas y lo que el Gobierno se gasta en mantener el actual crawling peg. Mientras, llevamos varios meses de déficit de cuenta corriente.

Dejando de lado la política, el hecho más interesante de la semana fue la recuperación de dos motos robadas a repartidores de una famosa aplicación. Reaccionaron frente a la inacción policial-estatal, se coordinaron sin necesidad del Estado, decidieron correr un riesgo al meterse en territorios hostiles y lograron su cometido. Es decir, decidieron no depender del Estado, emprendieron una acción y el resultado final les dio la razón. Si esto es así, ¿sirve pagar impuestos? ¿Para mantener a quién? Como dijo el exintendente de Avellaneda, Santa Fe, Scarpín, “¿El Estado no puede cortar el pasto en la Ruta 11 y quiere manejar Vicentin?”. No hace falta explicar mucho porqué la gestión presidencial tiene más aprobación que desaprobación, pese al bluff del “Libragate”.

Por Carlos Fara