Al momento de la detención poseía una FM de programación religiosa
Pedro Fernández fue sentenciado en 2013 a 17 años de cárcel por el Tribunal Penal de Oberá. En prisión conoció a su nueva pareja, a quien visita 24 horas cada 15 días.
En algún cajón del depósito de evidencias del Tribunal Penal Uno de Oberá pasa desapercibido un sobre de papel madera con un pendrive que porta un video titulado “VIVI 22”. Pocas veces, según quienes juzgaron el caso, hubo una prueba tan contundente y aberrante contra un imputado por un delito de índole sexual.
Se trata de la grabación que sustentó la acusación contra Pedro Fernández -hoy de 51 años-, quien en agosto de 2013 fue condenado a 17 años de prisión por el delito de “abuso sexual con acceso carnal reiterado agravado por el vínculo” en perjuicio de su propia hija.
En las imágenes se observaba al hombre ingresar a una habitación, acomodar la cámara de la computadora y salir. A los pocos segundos vuelve a entrar y su hija con él. “Es la primera vez que observo que filman un abuso. Es el acto más bajo que puede cometer una persona”, subrayó entonces la fiscal Estela Salguero.
Tras el hecho, como se observa en el video, la chica se viste y sale de la habitación casi corriendo, mientras su padre se higieniza con total tranquilidad. La víctima padeció la misma escena, incontables veces, desde los 13 años. Recién cuando tenía 20 los hechos salieron a la luz porque su madre halló el video de casualidad.
Actualmente, Fernández cumple condena en la Unidad Penal II de Oberá, aunque por el tiempo transcurrido tras las rejas ya goza de salidas transitorias, cada 15 días y por el lapso de 24 horas. Para obtener dicho beneficio fue clave la figura de su nueva concubina, en cuyo domicilio se aloja cada vez que sale, según el informe socio ambiental que requiere el trámite.
Prueba irrefutable
La detención y grave acusación contra Fernández en enero de 2013 cobró relevancia por las siniestras características del hecho y por su condición de propietario de una radio y difusor de programas de contenido del culto evangélico.
Vivía con su esposa y sus dos hijos (la chica abusada y un varón) en el barrio Schuster de Oberá. En la misma propiedad estaba ubicada su FM.
Luego de la denuncia en su contra permaneció alojado en la Seccional Tercera y después fue trasladado a la cárcel de Oberá. Con el video como prueba irrefutable de su delito, la causa fue elevada a debate oral y en agosto del mismo año fue juzgado y condenado.
Fuentes del caso precisaron que quien era su esposa solicitó y obtuvo el divorcio, pero apenas transcurrió un par de años el recluso formalizó con una mujer que lo visitaba en el presidio.
Con el tiempo la relación se fue afianzando y solicitaron “visitas higiénicas”, denominación carcelaria para las relaciones sexuales autorizadas, para lo cual debieron cumplir con una serie de requisitos.
Si bien aún no se casaron, al menos para los fines administrativos del sistema carcelario la citada se convirtió en la concubina de Fernández y llegado el momento ofreció su casa como domicilio legal para las salidas transitorias.
Hasta el momento el condenado observó todos los requisitos que exige el Tribunal para mantener el beneficio, como no acercarse a la víctima, es decir su propia hija; no consumir alcohol y regresar en tiempo y forma al penal. “Se trata de un preso de buena conducta, sin sanciones internas y que cumple con las fases del tratamiento penal, por eso está en fase de confianza con salidas de 24 horas cada 15 días”, precisaron.
Sin arrepentimiento
El concepto carcelario del que goza el exdifusor de programas religiosos contrasta con las características aberrantes del delito por el cual fue condenado a 17 años de prisión.
Incluso, cuando se dirigió al Tribunal en el juicio no mostró arrepentimiento, más bien intentó justificarse: “Nosotros nos amábamos, teníamos una relación de noviazgo con R. (su hija). Ella estaba enamorada de mí”. De esta forma, Pedro Fernández terminó reconociendo la perversidad de sus actos, que incluían golpes y amenazas.
Por su formación, tal vez el contexto religioso en que se crió y el trauma por los padecimientos, la chica nunca se animó a pedir auxilio. Pero afortunadamente su madre encontró un video en la computadora de su marido y develó el calvario.
Conmovida, la mujer se dirigió hasta donde estaba su hija y le contó lo que había hallado: “Desde que tengo 13 me hace eso, mami. Yo te quería contar, pero me daba vergüenza y él me amenazaba”, le confesó R. y se desahogó llorando.
Con esa prueba, ambas se dirigieron hasta la Comisaría de la Mujer para radicar la denuncia. El padre fue detenido el mismo día.
Luego se supo que la jovencita vivía prácticamente recluida y su padre no le permitía tener celular ni redes sociales. La vigilaba todo el tiempo, al extremo que la cambió de colegio cuando se enteró de que tenía un noviecito.
El informe médico confirmó los abusos de larga data y el estudio psicológico constató el sufrimiento que padeció a lo largo de siete años.
En el debate oral sólo prestaron testimonio la víctima (entonces de 20 años) y su madre. Tomadas de las manos y entre lágrimas, escucharon los alegatos de la fiscal y el defensor, un momento donde la joven revivió con detalles el infierno que padeció.
El infierno en casa
En su declaración, la joven contó que su padre abusaba de ella desde los 13 años y el martirio se extendió hasta los 20. Dijo que todo comenzó cuando vivían en el barrio Villa Barreyro: la primera vez que la violó tenía 13 años y ocurrió en vísperas de Navidad. Primero fueron manoseos.
Llorando, dio detalles del infierno que vivió durante los siguientes años. Las primeras veces no sabía nada de relaciones sexuales, pero en la escuela entendió que lo que le hacía su padre no era normal y se guardó la angustia.
Sufría y aguantaba por temor a que les pasara algo a su madre y hermano, y en ocasiones se escondía para que no la vieran llorando. “Salía del baño después de ducharme y me agarraba, o en la cocina aprovechando que mi mamá no estaba. Cuando me resistía me pegaba”, relató la víctima.
Pero un día, a mediados de enero de 2013, la madre encontró el video titulado “VIVI 22” en la computadora de su marido, que además era utilizaba para el manejo administrativo de la radio. Fue la prueba clave ya que el delito se cometía puertas adentro y sin testigos.
El Tribunal estuvo conformado por Lilia Avendaño, José Pablo Rivero y Francisco Aguirre, presidente del cuerpo. Fernández fue condenado a 17 años de prisión y se ordenó su inscripción en el Registro Único de Condenados por Delitos Sexuales de la provincia de Misiones, cuyo plazo de permanencia será igual que la pena aplicada.
En tanto, Fernández se encuentra en período de prueba con salidas transitorias y si respeta todos los requisitos legales, a fin de este año -al cumplir dos terceras parte de la pena- podría gozar de la libertad condicional.
“Video hot”
En su alegato, la fiscal Estela Salguero expresó el cúmulo de pruebas en contra de Pedro Fernández, al tiempo que no disimuló su indignación por el accionar del imputado. “Es la primera vez que observo que filman un abuso. Es el acto más bajo que puede cometer una persona. La chica hasta hoy sufre y tiene miedo de acercarse a un chico”, lamentó entonces.
“Fernández se dice evangélico y debería predicar con el ejemplo. Pero es el típico caso de haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago”, graficó Salguero ante el Tribunal.
A su turno, Javier Noguera, defensor particular del acusado, desestimó las pruebas y pidió la absolución de su cliente por el beneficio de la duda. Con absoluta liviandad dejó entrever que el hombre mantenía una relación consensuada con su hija.
“Por mal que nos pese, el incesto no es un delito penal. Y el video, tranquilamente puede ser considerado como uno de esos videos hot que se ven en internet, como el de Silvina Luna o tantos otros”, consideró el defensor sin ponerse colorado.
Por Daniel VIllamea-ET