La caída de Edgardo Kueider empuja al Gobierno al lado oscuro del legado de Carlos Menem. La kriptonita de Ficha Limpia y el lance de los gobernadores.
La destitución del senador peronista Edgardo Kueider confirmó la baja de un aliado de Javier Milei en la cámara alta y, a la vez, proyecta sobre el Gobierno la sombra menos deseada del menemismo que el Presidente tanto admira: la corrupción. La derivación no es moral: puede ser electoral.
La caída del dirigente entrerriano con plata negra en la frontera más barrani del cono sur se encadena con el paso en falso del oficialismo en Diputados, cuando desairó la porfía macrista de sancionar la ley de Ficha Limpia. En ambas contiendas, el Gobierno quedó del lado de lo que identifica como la casta. Todo al revés de lo que predica el estratega Santiago Caputo.
Las encuestas confirmaron luego que la mayoría de la ciudadanía está a favor del proyecto que impide ser candidatas a las personas condenadas en segunda instancia. Algunos gobernadores tomaron nota.
Ficha Limpia para todos
Como anticipó en exclusiva este medio, Martín Llaryora quiere sancionar la norma en Córdoba para morderle votos macristas a Milei en el bastión anti-K. El santafesino Maximiliano Pullaro hizo saber que quiere incluir la medida en la nueva Constitución de su provincia. El martes que viene, la Legislatura rionegrina tratará la misma iniciativa, impulsada por el gobernador Alberto Weretilneck.
Sin entrar en negociaciones parlamentarias ni redactar proyecto alguno, el neuquino Rolando Figueroa también detectó que la mufa social contra la política sigue bien alta. Sus espadas en la Legislatura no evitaron la suspensión de la vicegobernadora Gloria Ruiz, acusada de hechos de corrupción, y ahora, por una denuncia que deriva de esa investigación, las miradas apuntan a la diputada Nadia Márquez, la pastora que encabeza La Libertad Avanza en Neuquén.
En las elecciones de 2025, los gobernadores deberán lidiar en sus terruños con la fuerza de un presidente outsider que maldice a la política y al que encumbran la economía y las encuestas. Como si fuera una paradoja, los jefes provinciales parecen ahora haber encontrado un resquicio para intentar rayarle el auto con el viejo sonsonete de la corrupción, ese hábito de la clase dirigente sin distinción de camisetas. La pelota está en el aire.
Recuerdos de Carlos Menem
El Swiftgate, la leche en mal estado de Miguel Vicco, el caso IBM y Banco Nación son algunos de los hits del choreo de la era menemista en medio de los negociados cocinados en el proceso de privatizaciones de los 90, donde el mayor acto de corrupción fue la entrega del patrimonio público.
Tras diez años en el poder, Carlos Menem enfrentó cinco juicios orales: fue condenado por la venta a precio vil del predio de Palermo de la Sociedad Rural, por la venta ilegal de armas a Ecuador y Croacia y por el pago de sobresueldos. Esa última causa es la única en la que la sentencia quedó firme. Por tráfico de armamento llegó a cumplir prisión domiciliaria.
Por fuera del prontuario judicial, las denuncias de corrupción fueron una gota que fue horadando su figura a lo largo del tiempo. No siempre con efectos electorales, hay que recordar.
El caso Kueider reflota ahora aquellas melodías negras sobre un gobierno que reivindica la gestión del riojano y en el que reluce la presencia de varios Menem en puestos clave. Parece que el combo viene completo y la historia, parafraseando a Enrique Cadícamo, puede volver a repetirse.
Así lo entendió Cristina Fernández de Kirchner cuando Milei intentó despegarse de Kueider tildándolo de kirchnerista. “Te gusta el durazno, pero no te bancás la pelusa”, dijo la villana favorita designada del mileísmo.
Por Adrián D’Amore-Letra P