La casta maléfica vacila en picarle, en efecto, el boleto. Por Jorge Asís
Encara “el ajuste más grande de la historia de la humanidad”. Se compara con Moisés.
Plantea ser “el máximo defensor mundial de las ideas de la libertad”.
“Es el topo que destruye al Estado por dentro”.
O “el jugador de las grandes ligas, envidiado por los liliputienses (enanos) locales”.
Dos mil ingeniosidades por el estilo solventan las preguntas insensatas.
¿Por qué tomarlo en serio?
¿Cómo no tomarlo en joda?
¿O por qué no picarle, en efecto, el boleto?
La herramienta
Pasa un octavo de la gestión.
A seis meses de la asunción comienza a disiparse el encandilamiento de la sociedad con el presidente Javier Milei, El Psiquiátrico.
La contabilidad de los consultores recauda aún la adhesión positiva del 45%.
Mientras tanto comienza a disiparse también la fábula del padecimiento con ilusión.
El convencimiento imaginario de la próxima salvación de los afectados que toleran el infortunio de la actualidad.
A las nutridas ratas del nido del conglomerado opositor les cuesta facilitar las herramientas que necesita el estadista astuto que conquistó el poder con la prepotencia de las promesas destructoras.
Sin embargo, es probable que relativamente pronto se le apruebe la “herramienta” prioritaria, correctamente despedazada.
La Ley Bases que inspiró el narrador Federico Sturzenegger, El Bailarín Compadrito.
Herramienta por la que tanto aún transpira, y trajina, el flamante Premier Guillermo Francos, El Gentleman.
A los 74 años, Francos alcanza a pisar el peldaño más elevado de su noble peripecia política.
Fue iniciada en los ‘70 con el merodeo de Francisco Manrique, El Paco.
Continuada en los ‘90 con el merodeo de Domingo Cavallo, Espelucín.
O más tarde con Daniel Scioli, Líder de la Línea Aire y Sol. O Gustavo Beliz, Zapatitos Blancos.
Después de suceder a Nicolás Posse, El Premier Lacónico, se consagra a Francos como el rostro y la espalda exclusivamente presentable de la banda libertaria de Los Milei.
El Fenómeno Javier y la señora Karina, Fraternal Pastelera del Tarot.
Sin motivos todavía claros, Los Milei masacraron oportunamente al Lacónico jefe de la administración.
Sin proporcionar explicaciones sólidas, tampoco líquidas.
Basta con sospechar que lo rajaron a Posse por la posible indiscreción del espionaje interno.
O por cualquier manera inexperta de la torpeza infinita.
Panelista de Intratables
Aquí se indicó que Milei, como Fenómeno, es una maravilla imbatible.
Un producto penetrante de contagiosa repercusión internacional.
Para consumir sin moderación como Celebridad. De calidad superior al modelo del afectado principal.
Mauricio, El Ángel Exterminador.
Pero se indicó también que como presidente Milei resultó un espanto prematuro. Un desastre. O peor: un retroceso.
El amateur supo aprovechar como ningún otro postulante el feroz resentimiento de la sociedad con la política.
Al extremo de alcanzar la botonera del poder por la fuerte ventaja de no ser, precisamente, un político del montón.
El panelista de Intratables supo traficar con la provocación irresponsable del outsider.Portador de complejas lecturas, amparado en la audacia arrolladora que le facilitó la algarabía de colarse entre el vacío inagotable.
Para instalar ideas sensatamente alocadas, ejes temáticos demenciales para animar la campaña que ni siquiera existía.
Porque nadie tenía en el fondo nada original para decir.
El plantel oficialista se desgastaba intensamente con la ociosidad de Alberto, El Poeta Impopular.
Y los opositores que preparaban los cubiertos brillantes para sucederlo solo podían esmerarse en el mamarracho insuficiente para incentivar culpas.
Los próceres telúricos de Juntos por el Cambio se desperdiciaban entre ellos.
Entre los lamentos enternecedores de los radicales divididos. O entre los pesares en banda de los coalicionistas cívicos rigurosamente estancados, mientras los frágiles sin pudores exterminaban a la Mutual PRO.
Mauricio se reducía sólo. Desde el arrugue de barrera del renunciamiento.
Pero persistía en la instrumentación grosera de la señora Patricia, la Montonera del Bien, por la ambición excesiva de exterminar a Horacio Rodríguez Larreta, Geniol, el soñador incauto que deliraba con el destino natural de la presidencia.
Con los alaridos psiquiátricos y los ademanes temperamentales, el outsider logró instalar la maldición moral de la casta.
Como la planta verbal de la dolarización, o la pulverización del Banco Central.
Se colocó forzadamente en la extrema derecha del arco para edificar la demonización de los “zurdos”. Para sobreestimar la importancia del desmoronado socialismo. Y para anunciar, en simultáneo, el combate frontal contra la asociación ilícita y criminal del Estado.
Desde la antigüedad ontológica del ultraliberalismo de la escuela austriaca. Desde la utópica concepción de la anarquía.
Con el poster de la motosierra y la imagen de la licuadora como implacable elemento de destrucción.
Tres tercios
En cuanto La Doctora plantó la teoría acertada de los tres tercios, la suerte de Juntos por el Cambio fue signada por el fracaso.
Iban a quedarse con Patricia afuera. Los tercios para el ballotage debían reducirse a dos.
El peronismo con el inoxidable Sergio Massa, El Profesional, contra la invención de Milei, la Libertad Avanza.
Es exactamente aquí donde sorprende el pícaro del emblemático Siglo de Oro Español (cliquear).
Porque Milei fue creado, estimulado y financiado por los pecadores estratégicos del peronismo.
Con las estructuras precipitadas que pudieron cerrarse gracias a la capacidad de mojar la medialuna de los apostadores perversos del peronismo que no alcanzaban a imaginar que el gran pícaro, después de dejar afuera al adversario, iba a saltar la frontera de inmediato.
Para correr a asociarse desesperadamente con Mauricio y generar el mítico Pacto de Acassuso. En contra, en definitiva, del peronismo.
Fue una «parábola espectacularmente perfecta».
La cuestión es que el presidente hoy es Javier. Firma decretos y se consagra como Celebridad mundial, entre la canallada inquietante de la extrema derecha. Mientras su gobierno, sin embargo, no arranca. Pero porque no puede arrancar.
Para colmo se encuentra enredado en el laberinto de la invención ilusoria. El Capital Humano.
Es el tormento inabordable de la señora Sandra Pettovello, Laura Hidalgo.
La ministra amiga, la confidente que le depara la atmósfera más ingrata, altamente nociva. El tufillo de corrupción.
Al cierre del despacho, Milei se empeña en capturar la herramienta descuartizada.
Mientras tanto se disipa el encandilamiento. Y la casta maléfica vacila en picarle, en efecto, el boleto.