Destinar mejor los pesos que se gastan a diario puede marcar la diferencia entre una deuda que se estanca y una que finalmente empieza a bajar
En los últimos meses, la inflación se encuentra en niveles relativamente bajos para los estándares argentinos, pero eso no significa que la vida financiera se haya vuelto más liviana. Aunque los precios suben a un ritmo más moderado, financiarse con tarjeta de crédito sigue siendo muy caro, y para muchas familias sigue siendo el puente que permite terminar el mes.
El problema es que, mientras la inflación parece bajo control, el Costo Financiero Total (CFT) de las tarjetas se mantiene muy por encima de la capacidad de actualización de los salarios, lo que hace que cada peso financiado se multiplique rápidamente si no se gestiona adecuadamente.
En este contexto, la solución no siempre pasa por ganar más dinero. Muchas veces, la diferencia entre una deuda que no baja y un resumen que empieza a ordenarse está en cómo utilizamos los pesos que ya tenemos. Reordenar la forma en que gastamos, identificar consumos innecesarios y reasignar pequeños montos que se pierden en el día a día puede ser más efectivo que cualquier aumento de ingresos.
El impacto de los gastos hormiga
Aquí entra en juego el consumo hormiga: esos gastos chicos que hacemos sin pensarlo porque "no mueven la aguja". El café al paso, el viaje en Uber para evitar la espera del colectivo, el snack improvisado o antojo de momento y el delivery del fin de semana cuando queremos descansar de la cocina, entre muchos otros.
Ninguno preocupa por sí solo, pero su repetición y falta de registro hacen que, al acumularse, representen una parte importante del gasto mensual. A modo ilustrativo, el siguiente cuadro reúne algunos de los gastos hormiga más habituales y cuánto pueden sumar con el tiempo:
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Sumados, los gastos hormiga tienen un importante impacto a fin de mes
El total anual impacta a la vista: son montos que se van sin hacernos ruido, pero que compiten directamente con obligaciones más importantes. Mientras estos gastos pasan desapercibidos, las deudas de tarjeta, que sí generan intereses reales, siguen creciendo.
Financiarse con tarjeta de crédito: ¿conviene pago parcial o pago mínimo?
Usar la tarjeta de crédito como herramienta de financiamiento permanente de los gastos corrientes puede ser un arma de doble filo. El problema está cuando aparecen inconvenientes para pagar la totalidad del resumen. De allí surgen dos alternativas: el pago parcial y el pago mínimo.
En el primero, se abona una suma mayor al mínimo pero menor a la totalidad del resumen. No elimina los intereses, pero sí reduce el capital financiado y, en consecuencia, el costo financiero del mes siguiente. En el segundo, el mínimo se encuentra definido por la Ley 25.065 y determinado por cada banco según el saldo adeudado y de las cuotas pendientes. Esta es la opción mas cara en términos financieros, porque como la mayor parte del capital sigue sin cancelarse, los intereses generados se acumulan y se trasladan al próximo resumen, prolongando la deuda y encareciendo su cancelación futura.
En cualquiera de los dos casos, la lógica es la misma: a menor proporción de deuda que se cancela, mayor es el costo financiero asociado. Por ello, incluso pequeñas mejoras en el monto del pago mensual pueden modificar la trayectoria de la deuda, acortando plazo y reduciendo intereses. Justamente allí es donde los gastos hormiga adquieren un rol estratégico.
Supongamos un caso concreto, donde una persona mantiene un saldo pendiente de $600.000 en la tarjeta y que, como a muchos les pasa, llega a fin de mes ajustada y decide pagar únicamente el importe mínimo. Si bien las tasas varían entre los distintos bancos, usamos una representativa del sistema bancario en general: una Tasa Nominal Anual cercana al 105% que, una vez sumados los impuestos y cargos, se transforma en un Costo Financiero Total (CFT) que ronda el 127% anual. Esto significa que financiarse con la tarjeta sigue siendo muy caro, incluso en un contexto de inflación más moderada.
Con una deuda de $600.000 y una tasa de este nivel, el interés del mes se ubicaría alrededor de $40.000. Por su parte, el pago mínimo suele rondar el 10% del saldo: en este ejemplo, aproximadamente $60.000. Entonces, si la persona paga solo el mínimo, de esos $60.000, unos $40.000 se destinan únicamente a intereses, por lo que la deuda real apenas disminuye en $20.000, quedando en $580.000 para el mes siguiente. Es decir, paga, pero prácticamente no avanza.
Ahora bien, pensemos que esa persona decide revisar sus consumos habituales y encuentra que, si bien no puede eliminar por completo sus gastos hormiga, sí está dispuesta a reducirlos en $90.000 por mes. Si redirige ese monto a cancelar deuda, el resultado cambia de manera notable: en lugar de pagar solo el mínimo, pagaría $150.000. Los intereses se mantienen en esos $40.000 pero el capital que efectivamente reduce, asciende a $110.000, llevando la deuda total de $600.000 a $490.000 en un solo mes. No es magia: es reasignación de recursos.
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La combinación entre financiamiento caro y consumos cotidianos que pasan desapercibidos puede convertirse en una trampa
La diferencia entre ambos escenarios es tan simple como contundente. En el primero, la persona paga mes a mes sin ver resultados. En el segundo, usando dinero que ya destinaba a consumos menores, logra bajar casi un 20% de su deuda en treinta días.
La combinación entre financiamiento caro y consumos cotidianos que pasan desapercibidos puede convertirse en una trampa que desgasta mes a mes. La buena noticia es que no siempre hace falta ganar más para mejorar la salud financiera: muchas veces alcanza con administrar distinto lo que ya tenemos.
Establecer límites para los gastos hormiga, planificar salidas, evitar compras impulsivas con la billetera digital, definir un tope semanal en efectivo o cocinar más seguido son decisiones simples que liberan recursos. Y redirigir esos montos a reducir la deuda de tarjeta permite recuperar algo fundamental: control sobre el dinero y sobre el mes a mes.
En un entorno donde financiarse sigue siendo caro, usar mejor los pesos invisibles puede marcar la diferencia entre una deuda que se estanca y una que finalmente empieza a bajar.
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Por Damián Di Pace-IPrfesional

