Desde el inicio de la guerra, el 24 de febrero de 2022, ni Rusia ha conseguido que Ucrania ceda definitivamente la región del Donbás, ni Ucrania la recuperó de Rusia. EEUU y la UE lidian con problemas internos para renovar la ayuda a Kiev, mientras Putin -apoyado en China e India- superó un bloqueo económico pero aumenta el riesgo político interno. En medio, miles de civiles y soldados muertos.
La guerra en Ucrania, iniciada con la invasión de Rusia de los territorios del Donbás que reivindica suyos y que ya dominaban separatistas pro rusos desde 2014, entró en su tercer año sin un ganador ni perspectivas de algún acuerdo y metió al mundo en una etapa de conflictos armados que se continúa en la Franja de Gaza.
Según la ONU, 7 mil civiles murieron y 12 mil fueron heridos desde el 24 de febrero de 2022, cuando tropas rusas estacionadas en la región desde la ocupación de 2014 de Crimea y Sebastopol avanzaron más allá hacia el este de Ucrania, por aire, mar y tierra, con ataques misilísticos que incluyeron a la capital Kiev.
Sobre las bajas militares, difíciles de precisar como en toda guerra, el gobierno del presidente Volodimir Zelensky estimó en diciembre que entre 13.000 y 10.000 de sus soldados habían muerto en combate, contra 140.000 rusos. El frente de combate se extiende a lo largo de mil kilómetros.
El conflicto se olía ya a finales de 2021, cuando Biden mantuvo una reunión virtual con Putin, le expresó su preocupación por la escalada militar rusa cerca de Ucrania y le advirtió que Moscú pagaría un alto precio en caso de invasión.
Rusia presentó después sus demandas de seguridad para evitar una crisis, incluida la prohibición de que Ucrania entrara en la OTAN como parte de una expansión de la alianza occidental que Washington había prometido evitar tras la Guerra Fría.
Pero Estados Unidos y la OTAN reafirmaron el compromiso de la OTAN con la política de “puertas abiertas”, sin descartar áreas de acuerdo como el control de armamentos y los ejercicios militares en las fronteras.
Una semana antes de la invasión, Biden ya se declaraba públicamente “convencido” de que Putin había decidido invadir Ucrania. Efectivamente, en las horas previas al ataque, Putin declaró a Ucrania parte integrante de la historia rusa, reconoció a las repúblicas de Donetsk y Luhansk, en el Donbás, como independientes y aseguró que le pidieron ayuda militar a Moscú frente a eventuales agresiones de Kiev.
El Kremlin afirma que los líderes separatistas apoyados por Rusia en el este de Ucrania han pedido ayuda a Rusia contra la agresión de las fuerzas armadas ucranianas. Las autoridades rusas cierran el espacio aéreo nacional en torno a la frontera con Ucrania a los vuelos comerciales.
Desde la invasión, la OTAN declaró a Rusia una amenaza directa -antes aliado estratégico- e incorporó a Finlandia (2023). Georgia, Bosnia Herzegovina, Suecia y la propia Ucrania están en proceso avanzado de adhesión.
El gasto mundial en defensa aumentó un 9%, hasta los 2,2 billones de dólares, el año pasado, según el estudio anual del Instituto de Estudios Estratégicos (SSI). Quitando a EEUU, los países de la OTAN aumentado su gasto militar 32% desde 2014. Diez miembros europeos alcanzaron el objetivo de la alianza de gastar el 2% del PIB en defensa, frente a los apenas dos que eran en 2014.
En febrero, Zelensky expuso ante la Conferencia de Seguridad de Berlín 2024 que los dos años de conflicto habían desmentido varios antiguos “mitos”, entre ellos que el armamento ruso era superior al occidental y que la Europa que se encolumnó detrás de Kiev y se cerró en torno de una alianza de la OTAN ampliada era débil.
,“No pregunten a Ucrania cuándo terminará la guerra; pregunten por qué Rusia es capaz de continuarla”, desafió Zelenksy.
El analista Mark Leonard se preguntó entonces si esto era parte de una nueva estrategia: dejar de lado una lectura simple de conquista-pérdida de territorios y poner acento en la libertad de Europa, la democracia y la pertenencia de Ucrania a Occidente, frente al modelo autoritario representado por Vladimir Putin.
Días antes, Putin hizo su propia evaluación: Occidente nunca conseguirá infligir una “derrota estratégica” a Rusia en Ucrania, aseguró, y tras descartar intenciones de invadir Polonia u otros países de la OTAN, resumió: “Deberían decir a los actuales dirigentes ucranianos que se detengan y acudan a una mesa de negociaciones”.
Ucrania, firme pero exhausta
En el mapa bélico, tras la ofensiva inicial rusa de 2022 y la fallida contraofensiva ucraniana de 2023 –reconquistó Kherson y Kharkov pero perdió Bakhmut– este 2024 exhibe un ejército de Kiev exhausto y a la defensiva: 70.000 muertos y hasta 120.000 heridos, según Estados Unidos.
Rusia acaba de recuperar Avdiivka, un bastión de 30 mil habitantes (hoy apenas un millar) que Ucrania controlaba desde 2014 como parte del muro defensivo que trazó -sin entrar todavía en guerra- cuando perdió el control del Donbás (20% del país), la región fronteriza rusófona oriental motivo de la guerra.
La situación decidió a Zelensky a reemplazar al muy popular comandante en jefe de sus Fuerzas Armadas, Valeri Zaluzhni, quien insistió sin éxito en convocar a medio millón más de ucranianos a las filas. El presidente lo reemplazó por el general Oleksander Sirski, a quien le encargó “un plan de acción realista y detallado” que tiene pocas opciones de refuerzo salvo incorporar voluntarios jóvenes.
El nuevo líder militar dispondrá sí de aviones de combate F-16 esperados largo tiempo, ya entregados por los aliados occidentales y con los que espera compensar la falta de artillería. “En 2024, la prioridad es expulsar a Rusia del cielo. Quien controle el cielo determinará cuándo y cómo va a acabar la guerra”, dijo Zelensky.
La buena noticia de los últimos meses fue el repliegue de la flota rusa en el Mar Negro, con ayuda de misiles y drones marítimos provistos por Estados Unidos y Europa, que permite exportar cereales, fuente clave de ingresos para Ucrania.
Mientras tanto, Kiev se aseguró nuevas ayudas por 54 mil millones de dólares de parte de la UE, pero otras 60 mil millones que prometió Joe Biden continúan trabados por una resistencia de la oposición republicana en el Congreso -en plena campaña electoral- que puede marcar un antes y un después en la guerra y forzar a Ucrania a negociar un acuerdo de paz que incluiría dolorosas cesiones de territorio.
La reconstrucción de la economía ucraniana costará 486 mil millones de dólares, 2,8 veces la producción económica prevista para 2023, según el Banco Mundial, en una estimación de daños materiales directos a edificios y otras infraestructuras, del impacto en la vida y los medios de subsistencia de los ucranianos.
Rusia y dos frentes
Durante una década, desde la ocupación de sus territorios en 2014, Putin ha hecho del Donbás una bandera central del ejercicio del poder, pero tras dos años de guerra que lo obligaron a reperfilar también la economía del país -con mejores resultados de lo esperado por Occidente- otro frente, el interno, le empieza a consumir energía.
Lo prueba la reciente muerte de Alexei Navanly en una lejana prisión del Ártico. Navalny se había convertido hace años en el principal referente de la oposición por liderar denuncias de corrupción. Fue envenenado, se exilió en Alemania, regresó para desafiar a Putin, fue arrestado, condenado y encarcelado hasta su trágico final, descripto como un “colapso” y sospechado mundialmente como un asesinato.
El mundo se pregunta si la desaparición de Navalny forma parte de la eliminación total y absoluta de rivales -libres o presos- de Putin en su carrera para ser reelegido presidente en las elecciones de marzo próximo forma parte de una maniobra calculada o si es un episodios que puede marcar el inicio de un resquebrajamiento de su régimen que influya también en el devenir de la guerra con Ucrania.
Occidente apostó a que sus sanciones económicas pondrían a Rusia en serios aprietos, pero Putin terminó compensando su comercio y exportaciones de crudo a China e India (95% del total), en operaciones que además evitan el uso del dólar Europa, destino de casi la mitad del petróleo ruso antes de la guerra, recibe 5%.
Mientras tanto, el gasto total en defensa de Rusia aumentó hasta el 7,5% del PIB, sus cadenas de suministro se han rediseñado para asegurar muchos insumos clave y eludir las sanciones, y las fábricas de municiones, vehículos y equipos funcionan las 24 horas del día, reportó The Guardian.
El complejo militar ruso, de unas 6 mil empresas, incorporó a 500 mil trabajadores y emplea ya a 3,5 millones de personas (2,5% de la población). Un tercio del presupuesto nacional se destina a la producción militar y a la guerra en Ucrania.
Richard Connolly, analista especializado en Rusia del Royal United Services Institute de Londres, describe una “economía Kalashnikov”, “poco sofisticada pero duradera, construida para su uso a gran escala y en conflictos”, en la que Putin lleva años invirtiendo dinero que ahora le reditúa para la guerra.
Moscú planea llevar el gasto en defensa hasta los 120 mil millones de dólares, un aumento de 70% que superaría el gasto social por primera vez desde la Unión Soviética. Putin intenta financiar la guerra, mantener el gasto social y evitar una inflación galopante, todo a la vez, pero será un “trilema imposible”, según Alexandra Prokopenko, académica de la Fundación Carnegie.
En mayo, las fuerzas rusas tomaron Bajmut, tras meses de brutales combates urbanos y miles de bajas en ambos bandos, en lo que se consideró el mayor triunfo desde el inició de la invasión y un revés simbólico para la resistencia ucraniana, que sólo descarta por ahora un avance directo a Kiev.
Pero la situación provocó el motín de la compañía militar privada Wagner, al servicio de Rusia, que desembocó en una efímera marcha de algunas fuerzas blindadas sobre Moscú y, más tarde, en la muerte del líder del grupo, Yevgeny Prigozhin, en un accidente tan sospechado como en final de Navalny.