Misiones Para Todos

Dyhzy: “La terapia me salvó la vida y mi familia drag se convirtió en mi lugar en el mundo”

La DJ y artista drag habla sobre la aceptación de su familia, su primera “montada”, si desea tener un hijo, la falta de ESI en las escuelas, la primera vez que sufrió un acto homofóbico, el proyecto “en el que invertí todos mis ahorros” y las amenazas de muerte que recibió todos los días, durante más de un año.

Permití que se use mi nombre e imagen y que digan una cantidad de cosas sobre mí personas nefastas únicamente para dejar en claro que mi individualidad es un problema mío, y de nadie más”, se planta Dyhzy (28; nacida el 16 de diciembre de 1994): DJ, dragqueen y protagonista de portada de GENTE. Vestida con un outfit completamente handmade (que le llevó tres días de confección) y en clave “fantasía alien” (aunque muchos le dijeron que era “como un Ariel stripper”), fue quien más revuelo causó en +GENTE, la fiesta en la que celebramos el Orgullo. 

Es que, como sabemos, a Tani (como figura en su DNI) no le gusta dar notas, sobre todo, porque muchas veces “se refieren mal a mi pronombre e insisten con cosas que no van”, algo que define, la dejó “traumada”. Tanto es así, que después de aceptar nuestra invitación y divertirse en la fiesta nos compartió: “Me sentí muy cuidada, porque pusieron mi nombre y me respetaron eso, algo que me quita de un lugar un poco frívolo, y humaniza bastante“.

La entrevista de tapa (la primera que brinda, de hecho) se dio en el estudio montado en Artlab (sede de la fiesta) y otro poco en la vereda del venue (cigarrillo en mano). Pero hubo una segunda parte. El sábado, durante una hora y media y poco antes de su performance montada como Black Swan en Club 69, donde es bailarina del elenco estable, habló de todo. 

Ahí fue que contó cómo en el drag “encontré mi lugar en el mundo”, habló sobre la aceptación de su familia, su primera “montada”, el sostén fundamental que significa hacer terapia (“me salvó la vida”), si siente o no deseos de tener un hijo, la falta de ESI en las escuelas, la primera vez que sufrió un acto homofóbico, el proyecto “en el que invertí todos mis ahorros de emergencia” y las amenazas de muerte que recibió todos los días, durante más de un año.

Dyhzy
Dyhzy, protagonista de portada de GENTE.

Dyhzy, íntima

“El Orgullo es para celebrar nuestra comunidad, y al mismo tiempo celebrar nuestra individualidad”, explica, y apunta: “Hay algo muy común es que otra gente se siente válida para decirnos cómo nos tenemos que sentir con nuestra sexualidad y nuestro género”. También señala que los espectros son tan amplios, que no está bueno creer que hay una sola forma de vivirlo: “Para eso existe el Orgullo, para recordarnos que la forma en que nos sentimos es válida y que nadie nos tiene que venir a decir cómo tenemos que sentirnos”. 

–¿Qué le dirías a tu yo del pasado? 

–Que aguante, que nada va a ser tan grave como piensa que va a ser. Que podría haber salido del closet mucho antes, pero que va a salir todo bien. Y decirle que la amo, ¿por qué no la amaría?: yo soy gracias a ella

–¿Y qué le recomendarías a quienes quieren salir del closet y aún no se animan?

Les diría que aguanten, porque hay un futuro que es mejor para todos. Lo importante es que se sientan seguros cuando lo quieran decir. Eso es lo que más importa, que lo puedan contar con seguridad, porque hay gente que la echan de la casa, que no está en ambientes laborales, de estudio o familiares seguros. Creo que lo mejor que pueden hacer es esperar hasta sentirse cómodos. Y si esto significa esperar a crecer y tener que mudarse de casa, es así. 

–¿Cómo fue para vos?

–Tenía mucho miedo, y por suerte me abrazaron. Pero no es la realidad de todo el mundo. Fue tranqui y con total naturalidad. Yo por suerte puedo decir que soy el producto de una familia que me trajo al mundo con mucho amor, y creo que también se reflejó en eso. Obvio que siempre es una preocupación para los padres, pero tuve la suerte de que ellos me respondieran con el mismo amor con el que yo les pude contar cosas sobre mi vida. Tengo unos padres (Marcela Luchetti y el presidente de la Nación, Alberto Fernández) que me amaron y me buscaron mucho. Me tuvieron a los 34 años, y estuvieron casados desde los 26. Y cuando mis viejos se separaron, no dejé de recibir amor de ambos. 

“Mis padres son personas católicas que nunca se metieron con quién me quiero acostar ni cómo me quiero presentar ante el mundo, pero sí se preocuparon por cómo me podía afectar la repercusión porque, básicamente, vivimos en un mundo de mierda”, revela Dyhzy.

–¿Cómo creés que hoy la sociedad responde respecto al tema de la inclusión, hay más aceptación o a veces hay algo de careteada?

–Y… un poco de las dos. Siento que hay oportunismo y gente que se aprovecha del momento, y también que, últimamente, hay una regresión de ciertos sectores, como en los medios y en los políticos, que tienden a esta idea de que todo lo que se está proponiendo es todo una joda. Pero si le pasa a alguien, existe. Me parece que está todo un poco más avanzado y que muchos juegan con lo políticamente correcto, y por ende, aceptan, pero puertas para adentro son un poco “nazis”. La realidad es que si eso no lo hacen público, a mí qué me importa. Mientras no maltraten a nadie de mi comunidad, está todo bien. Si después ellos quieren pensar lo que sea, que lo piensen, pero el tema es que no se manifieste después en un acto de homofobia o transfobia. Yo soy del género no binario, y hasta el día de hoy, insisten en llamarme con mi nombre anterior aunque he pedido que desistan de hacerlo. GENTE lo ha hecho también, vamos a decir todo, y no es una crítica ni nada, pero yo lo traigo porque es una problemática que existe. Yo cambié mi nombre, porque mi nombre anterior no iba con mi identidad ni con mi género, e insistentemente me siguen llamando de esa forma, inclusive hasta teniendo el DNI cambiado. Espero que lo escuchen y digan, ‘bueno, pide que la llamemos la Dhyzy, vamos a llamarla la Dhyzy’

–Volviendo a lo que decías respecto a la regresión, hay mucha insistencia de parte de ciertos exponentes de la política bastante nefastos que proponen que se vuelva atrás con los derechos conquistados…

– Sí, no me gusta la palabra nefastos porque no me gusta calificar de nefasta a la gente porque opina distinto, pero sí me parecen pensamientos retrógrados. Atrasan en un montón de cosas, y en cosas que nos los afectan, de alguna forma. No me entra en la cabeza cómo afectan a una persona que es cisgénero, que es heterosexual, el matrimonio igualitario, la identidad de género y demás leyes. No entiendo cuál es el motivo. Entiendo que hay toda una movida que tiene que ver con la religión, que está metida en un montón de cosas. Yo fui bautizada pero quiero hacer el trámite para que me desbauticen, porque no me considero católica. Y es algo simbólico que quiero hacer. Yo cuando cambié mi DNI, tener un plástico que diga quién soy no invalida lo que yo siento y quién soy, pero si tengo la posibilidad de hacerlo, lo voy a hacer. Y esto es lo mismo. Y en materia de derechos sí importa hacerlo, porque tiene peso. 

–¿Cómo estás en la foto de tu DNI?

–Diosa, estaba en un buen momento ahí. Cuando no estoy montada, estoy de jogging y chanclas, así que en la foto de mi DNI salí así. Y divina de cara, porque tengo una cara bella, por suerte (Risas). Normal, como cualquier foto de DNI, lo único que le pedí es que le pongan flash y le pusieron. Entre más luz, siempre mejor: prefiero estar ciega. 

–¿De qué trabajabas antes de ser DJ y como artista drag?

–Laburaba en una marca de ropa de la que no voy a decir el nombre. Yo estudié diseño gráfico, así que ahí trabajaba diseñando estampas y las propias prendas. Y al mismo tiempo me metía un poco en producción, íbamos a los talleres a ver que estuviera todo bien y probábamos la ropa. Teníamos una curva de talles que iba desde el 1 al 9. Pero no tengo la más puta idea sobre el tema de moda, no es un tema que me interese; me gusta mucho el vestuario. Yo mucho tiempo hice cosplay, y a partir de ahí me di cuenta de que podía crear y hacer cosas que no existan

–¿En qué año fue ese proyecto?

–En 2021, cuando se empezó a liberar un poco todo en la pandemia. Teníamos showroom y oficina, pero yo no estaba en el holding, era una simple empleada. Dejé ese proyecto por diferencias con los modos. Les mandamos un beso, estén donde estén, y que les vaya bien igual.

–Además de las referencias, imagino que para crear tu arte debés estar muy al tanto con lo que está pasando…

–Tampoco tanto, eh. Estoy muy preocupada por mis problemas: pude terminar de pagar la tarjeta y vamos por más (tarjetas de crédito). 

–No te excedas con los gastos, te pido por favor. 

–No, ya es tarde. Pero estamos bien. Tuve una deuda porque se me atrasaron unos pagos pero ya lo he logrado. Desconozco lo que es pedir dinero y me banco ciento por ciento con mi trabajo de DJ y como drag. Una sola vez le pedí a mi vieja que me preste la tarjeta para comprarme una cama y se la devolví en cuotas. Trabajo desde los 18 años y nunca dejé de hacerlo. A los 22 ya me fui a vivir sola, porque quería hacer lo que quería con el fruto de mi esfuerzo. Para mí, poder vivir del drag es un triunfo, aunque a veces sólo me alcance para el alquiler y mantenerme

“Yo no quiero ser madre ni padre: antes me mato”, sentencia Dyhzy cuando sale el tema de si desea tener hijos. “Me agarra mucha ansiedad. Por ahí estoy con mi hermano (Francisco), que ya tiene un año, y me muero de miedo de que se me caiga o patalee. Sería mucha responsabilidad cuidar de un niño”, asegura.

Su presentación al mundo como Dyhzy nació en 2015, cuando arrancó su movida cosplay, hasta que mutó al drag, universo en el que ya cumplió ocho años. Comenzó a vivir gracias a su arte hace un año y medio, cuando consiguió sumarse al elenco de Club 69. “Iba a ayudar a Fabri Watson, que es mi amiga, y está casada con mi hija drag, Luchi Horas. Lo hice sin que se me cayera ningún anillo. Lady Nada fue la principal persona que ha creído en mí y es la que me levanta cuando me creo menos o pienso que no puedo. Es de las que me dice: ‘Cortala’. Ahí fue cuando me vieron y me sumé al Club, que es mi familia”, señala Dyhzy, que estudió canto, dibuja, pinta y tatuó hasta enero pasado.

Lleva en su piel tinta por todos lados: tiene dos Obeliscos, hechos por ella misma, y además lleva grabadas en su entrenado cuerpo su cara, un retrato de Ariana Grande y a Blink 182, “una banda que me marcó en mi adolescencia, cuando estaba en el colegio”. Esta semana, les anticipó a sus amigas, “me voy a tatuar a Evita”.

“He activado y tengo una visión política sobre lo que pasa y todo lo que hago es para que no quedemos invisibles, pero no me considero una referente de la comunidad”, plantea. Además, asegura, vivió “años muy duros”. Algo que resignifica así: “Si todo eso sirvió para que una persona pueda salir del closet y la familia lo acepte, ya sirvió de algo todo lo que sufrí. Hice e hago drag para vivir mi vida con total libertad”. A pesar de las críticas y los hostigamientos que recibió y recibe en redes (también en el posteo de la tapa en el Instagram de Gente, de lo que hablará más adelante), asegura que jamás fue opción esconderse. “No hice nunca nada malo y soy el producto, incluso, de la discriminación que sufrí”, subraya. Claro que “vivir la fantasía que quiero vivir” no ha sido fácil. 

–¿Cómo viviste el momento en el que saliste a la luz en los medios?

–Cuando me volví conocida comprendo también que a la gente no le guste lo que hago o que no tenga las referencias para entender. Pero eso es algo que no se tiene que confundir con agresión. ¿No te gusta lo que hago?, perfecto, no me veas, no me sigas, no me hables. Es como que la gente intenta quitarte dignidad. Yo tengo una teoría, que es que la indiferencia es siempre peor que el odio. El problema cuando atacan es que te rebajan con un sustantivo o un adjetivo. También ha pasado con gente del medio, que insiste en llamarme de cualquier manera, excepto con mi nombre propio.  

–¿Cómo fue tu primera montada?

–Arranqué a montarme a los 20, ya pasaron 8 años. Bueno, mi primera montada, como la de cualquiera, es normal que te de miedo, mucho más si convivís con tu familia. Además, fue en una época en la que la franquicia de Rupaul, aunque llevaba la sexta temporada, no era el monstruo que es hoy. Existía la movida drag, pero acá no había llegado del todo. Viste que todo el drag argentino, en mi época y mucho más antes, se relacionaba erróneamente con la idea de la travesti y la trabajadora sexual. Y el drag siempre fue un puente para explorar la identidad. De hecho, algunos así han descubierto que son hombres y mujeres trans. 

–¿Y cómo fue compartirlo con los tuyos?

La primera vez que me monté, tenía un amigo que me dijo: “Parecés un travesti de Constitución”. Y yo le respondí: “¿Eso es malo?”. Yo encontré mi lugar en el mundo en mi comunidad porque sufrieron lo mismo que yo. Eso nos conecta. Pero imaginate que fue difícil afrontar el tema con mi familia y amigos. Mi mayor miedo era, encima que era maricón, cómo se iban a tomar que era drag. Me apoyaron. Pero sufrí mucha homofobia desde el colegio. En tercer año me cambié de un colegio católico a uno laico, y en ambos me pasó lo mismo. El primer acto de homofobia lo identifico cuando tenía tres años. 

–Lo recordás…

–Claro. Tenía tres años y fue en la fiesta de cumpleaños de un compañero. De ese cumpleaños, al que me fue a buscar mi mamá, me fui con un globo rosa. Es algo que me contó mi vieja, que es muy luchona y siempre iba al frente si hablaban mal de mí. Al día siguiente, cuando me llevó al jardín, un padre de un compañerito le dijo que debería llevarme al psicólogo porque llevé un globo rosa. Y fijate que es una pelotudez gigante. Ese fue el primer acto de homofobia que pasé. Después, como era un niño gordo, con sobrepeso, siempre era motivo de burlas. Ya cuando se notó mi forma de hablar amanerada, también se siguió. Tengo muchos amigos con hijos que a veces me cuentan sus preocupaciones, es algo que pasa. Mis padres son personas católicas que nunca se metieron con quién me quiero acostar ni cómo me quiero presentar ante el mundo, pero sí se preocuparon por cómo me podía afectar la repercusión porque, básicamente, vivimos en un mundo de mierda. 

Dyhzy
“En el colegio católico al que iba me acuerdo de que me mostraron un cuadro sinóptico que decía que ‘si eras homo eras una persona degradada de por vida en el plan sagrado de Dios’. Y fue algo que se me repitió durante tres años. A mí se me agredió mucho en nombre de la religión, por eso te comentaba que me quiero desbautizar”, planteó Dyhzy.

–¿Cómo lidiaste con el hostigamiento que recibiste? 

–Siento que se me ha juzgado con una vara distinta que al resto de la comunidad drag. He recibido comentarios muy duros. Leer “forro”, “ridículo” o “salís disfrazado”, como pasó con algunos comentarios en el posteo de la tapa de GENTE. Y sí, estoy orgulloso. Yo creo que a estas personas no les molesta no tanto la sexualidad que tengas, sino cómo elijas presentarte ante el mundo. Pasa que hay gente que piensa que puede controlar eso. Cada uno puede pensar lo que quiera y que diga lo que se le cante el culo pero que se hagan cargo de las consecuencias. Yo a veces me presento más “femenina”, otras más andrógina, y no tengo mambo. Pero si voy al chino enfrente de casa con un putishort y un top cortito me dan a decir puto. Confunden mucho ropa con elecciones. No me entra en la cabeza cómo se puede odiar a otros. Yo no odio a nadie, a lo sumo me cae alguien mal por las barbaridades que dijo al meterse conmigo de forma negativa. Y mi mayor virtud es que no careteo, lo hago saber. 

–Muchas veces los has mandado a terapia…

–Por suerte hago terapia desde hace muchos años, que me salvó la vida. De hecho, hace tres años que estoy con la misma psicóloga, alguien a quien puedo llamar a las diez de la noche de un domingo si estoy mal. Siento que lo que hace esta gente, esta necesidad de expresar y dejar plasmada cualquier cosa les puede traer problemas a futuro. A mí, durante un año y medio un tipo me amenazó de muerte todos los días. Incluso, se contactó con una amiga y la asustó diciéndole cómo estaba vestida en la calle. Hasta me mandaban a pegarme un tiro. Yo sé que el mundo tiene problemas más importantes que si me pego un tiro. Pero el problema acá es que, si le hacen eso o le dicen algo así a alguien vulnerable, pueden hacer que se quiera pegar un tiro. 

–¿Cómo ves a la generación más joven respecto a la aceptación de ser quienes quieren ser?

–Por suerte, avanza todo en buena dirección en la comunidad LGBTIQ+. Los jóvenes ya no tienen miedo y ya se sabe que no es una mala palabra. La sociedad va entendiendo que es algo que no se “soluciona” tomando medicinas, aunque en muchos países las terapias de conversión sean legales. No es difícil que se entienda que cada uno puede vivir su sexualidad como quiere pero de modo responsable, eso sí. Yo soy partidario del uso de preservativo, porque hay que cuidarse de todo tipo de enfermedades de transmisión sexual. Es súper loco que muchos hombres heterosexuales sólo los usen para evitar embarazos. Además, fijate que creen que no se pueden contagiar, porque asumen erróneamente que el virus es propio de los hombres gay. 

–Mucha falta de ESI (Educación sexual integral) a todo nivel, ¿no?

–Totalmente. Está bien que yo tuve una ESI muy precaria, pero en el colegio católico al que iba me acuerdo de que me mostraron un cuadro sinóptico que decía que “si eras homo eras una persona degradada de por vida en el plan sagrado de Dios”. Y fue algo que se me repitió durante tres años. A mí se me agredió mucho en nombre de la religión, por eso te comentaba que me quiero desbautizar. En 2009, con la ley de matrimonio igualitario, se planteó en el colegio un debate de si estábamos de acuerdo o en contra. Me acuerdo que entre los comentarios dijeron que “los gays no podían tener hijos porque a los pibes los iban a joder en el colegio e iban a ser motivo de burla” y también, que en catequesis se nos dijo que “los homosexuales eran personas que habían sido sexualmente abusadas en algún momento de su vida”. Y por supuesto, ni se habló de consentimiento. Esa fue mi ESI. 

Dyhzy: de si tendría hijos al “proyecto en el que invertí todos mis ahorros de emergencia”

Yo no quiero ser madre ni padre: antes me mato”, sentencia cuando sale el tema de si es un deseo o no tener hijos. “Me agarra mucha ansiedad. Por ahí estoy con mi hermano (Francisco), que ya tiene un año, y me muero de miedo de que se me caiga o patalee. Sería mucha responsabilidad cuidar de un niño. La verdad que no tengo intenciones de traer una vida al mundo. Además, de ser madre o padre me preocuparía mucho que alguien que no tenga información le diga cosas respecto al tema identidad”, amplía con sinceridad.

Su próximo gran proyecto, para el que “invertí todos mis ahorros de emergencia”, es lanzar su primer disco, que planea parir el año próximo. “Hoy estoy súper metida en producir música. La verdad que lo que más me interesa es plasmar todo lo que siento“, dispara, y cuenta como primicia los nombres de algunas de sus canciones, entre las que hay baladas acústicas y electropop con tintes house.

“Uno se llama Menos no es más, que escribí motivado por esto que se habla tanto, que hoy lo afectivo está condicionado por la indiferencia por el otro. Prefieren no demostrar amor con el argumento de ‘no sofocarlo’, pero en realidad no es más que manipulación”, revela Dyhzy, quien asume que ella no vive para guardarse nada y que, por eso mismo, “no dudo en decirle ‘Te amo’ a un amigo por miedo a que flashee”.

Otra de sus canciones (en clave autobiográfica) se titula Las giladas que te dije cuando me querías y, como era de esperarse, no falta una oda al baile “y al boliche gay”. “Es mi lugar de pertenencia, donde encontré mi familia”, dice con regocijo.

Una noche con Dyhzy en Club 69

“Si bien muchas drags tienen un maquillaje característico, como su propia impronta, yo voy fluctuando en la forma que quiero verme. Y también la complico, porque soy un hinchapelotas”, cuenta Dyhzy. El sábado pasado, la temática de Club 69 (adonde nos invitó para ser testigos de su perfo) fue ballet. Y en el show, ella fue la gran protagonista del elenco, vestida como el Cisne negro. Así siguió la coreografía de Valeria Narváez, quien en camarines destacó su arte y su predisposición, aunque Dyhzy, súper perfeccionista, estuviera preocupada en si se olvidaba un paso o perdía el equilibrio arriba de una tarima. 

“A mí me pasa que, a diferencia de lo que les ocurre a otras, yo no me siento un personaje cuando estoy draggeada. No es que me quiero comer al mundo… bueno, eso es por mis inseguridades”, comparte. “Además, prefiero que reconozca mi cara y vean mis facciones. Tengo buena estructura ósea y cara chiquitita, lo que me da algunas ventajas”, reconoce. En medio de un descanso entre cuadro y cuadro, vestida con un minidress negro con tutú (“que me deja el culo al aire”) y con una botella de agua en mano (no toma alcohol y, aunque trabaje de noche, no le gusta salir), se explaya sobre “los parámetros de la montada” y cómo draggearse de modo “más masculina” no le funcionó. 

“No me gusta decir masculino, pero tengo un cuerpo más robusto, mucha espalda y piernas grandes, porque entreno mucho. Entonces, a veces puede ser chocante verme montada: tengo cara de princesa y cuerpo de gladiador. Y eso es lo divertido. Hay viejos conceptos sobre si el drag es la ‘exageración de la femineidad’, algo que es completamente misógino. Yo incluso experimenté presentarme más masculina o andrógina, y hasta de aparecer con barba, pero no me veía muy bien”, amplía sobre su imagen drag. “Lo que tiene de maravilloso este arte es que nadie tiene nada resuelto, y todo se construye”, cierra, mientras se prepara para desmontarse, bajar la persiana de la fantasía y regresar a “mi departamento de dos ambientes que tiene una mancha de humedad enorme”. 

Así se montó Dyhzy para la fiesta +GENTE: “¿Qué es más que esto?”

Para crear su outfit para la fiesta +GENTE, DJ Tiesa lo hizo en colaboración con su familia drag. La peluca rojo fuego fue de Naimad. Y todo el resto fue con la ayuda de su amiga Luchi Horas, quien creó en impresión 3D los aros (“unos Versace con B larga”) y la pesadísima corona (que le ajustaba mucho las sienes y se quitó sólo unos segundos en un descanso en los que apuró un cigarrillo), y la de Lady Nada, quien le regaló el catsuit, que Tani intervino pegándole miles de cristales. Bajó de su departamento en chancletas y, sólo antes de bajarse del auto (en el que viajó acostada) que la acercó a Artlab, se calzó unas altísimas sandalias con strass, que caminó (como era de esperarse) con gloriosa dignidad.  

Para convertirse en el ícono de la celebración (con un personaje del juego Final Fantasy que se llama Shiva, como inspiración), Dyhzy recurrió a una base de maquillaje color azul y bien cubritiva (Cryolan, una de las marcas favoritas del universo make up), con la que comenzó a tunearse a las 7AM del miércoles 28). El proceso para estar lista “para el evento de una revista, a lo Miranda Priestley” –bromeó–, decidió mostrarlo en TikTok, donde suele compartir sus GRWM (Get Ready With Me). Así fue que explicó, paso a paso, cómo se aplicó su “revoque azul” hasta sentir que “lo dí todo”. “¿Qué es más que esto?”, se preguntó, y respondió (en referencia a nuestro dresscode Más es Más): “Nada”. 

Por Karina Noriega-Revista Gente

Fotos: Chris Beliera

Retoque fotográfico y tapa: Gustavo Ramírez

Edición de entrevista: Cristian Calvani

Edición de aftermovie: Martina Cretella