Analistas señalan que, pese a haber recortado su proyección original, el campo no es el culpable de la falta de dólares. Y apuntan a la importación de gas
En Argentina cambian los gobiernos pero ciertas cosas parecen mantenerse inalteradas. Como, por ejemplo, mirar con gesto acusatorio a los productores agrícolas cada vez que se produce una turbulencia en el mercado del dólar.
Fue algo que ocurrió varias veces en las gestiones de Cristina Kirchner y también en la de Alberto Fernández. Ante la volatilidad del dólar paralelo siempre se buscaba la explicación por el lado de que los productores sojeros demoraban la liquidación y guardaban su stock en los silobolsas, especulando con una posible devaluación. Cristina intentó que vendieran “por las malas” con la amenaza de la ley de abastecimiento, mientras que Sergio Massa lo hizo “por las buenas” con la implementación de regímenes cambiarios preferentes para la exportación.
Dólares del Banco Central: ¿cómo influye el campo en la acumulación de reservas?
Hoy, cuando en la Casa Rosada no hay peronistas sino libertarios, otra vez los productores sojeros aparecen en el primer lugar de los sospechosos por la volatilidad que se está produciendo en el plano cambiario, con la nueva escapada del blue. Sobre todo, preocupa el hecho de que el Banco Central, que en esta época del año es cuando suele reforzar sus reservas con la compra de los dólares que deja la exportación agrícola, tuvo que volver a vender en los últimos días.
En todos los análisis de las consultoras figura, como uno de los principales motivos, cierta ralentización en la liquidación del campo, que tiene un ritmo menor al proyectado. Se argumenta al respecto el escaso atractivo de los precios internacionales -la soja se ubica un 25% por debajo de la cotización de hace un año- y, sobre todo, al atraso cambiario, que genera otra vez rumores de devaluación.
Tanto es así que el propio Toto Caputo tuvo que salir varias veces a aclarar que no piensa devaluar y que se mantendrá vigente el esquema “blend” -que le permite al exportador liquidar un 20% de su venta en el mercado “contado con liquidación”-. Es sobre este punto que se generó la controversia, porque el Fondo Monetario Internacional considera que se trata de una política distorsiva, y presiona para que quede sin efecto ya en el segundo semestre del año, algo sobre lo que el equipo de Toto Caputo sostiene que no está dispuesto a ceder.
Toto Caputo advirtió que no modificará el esquema “blend” que les permite a los exportadores liquidar un 20% en el mercado “contado con liqui”.
En todo caso, lo que queda en evidencia es la preocupación del gobierno por que los productores sojeros reactiven sus ventas y no retengan el producto en los silobolsas a la espera de un tipo de cambio más alto.
Y, sin embargo, hay quienes alertan que, pese a todo, no es el agro el principal responsable de la agitación que se vive en el mercado del dólar paralelo.
La soja y un año no tan malo
Es cierto que, en la comparación con el año pasado, la liquidación de la exportación agrícola fue baja para el mes de mayo. Hablando en números, los de u$s2.612 millones reflejan una caída de 38%, según la estadística de la Ciara (Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina) y CEC (Centro Exportador de Cereales). Pero no se debe perder de vista que el 2023 resulta un año algo engañoso para el análisis, porque estuvo signado por los programas del entonces ministro y candidato presidencial Sergio Massa. Esto hacía que hubiera variaciones fuertes en los períodos con y sin “dólar soja”.
Pero cuando se hace la comparación contra el promedio histórico de liquidación, los números de este año no lucen tan malos, considerando que también en esta cosecha hubo complicaciones climatológicas que obligaron a revisar a la baja las proyecciones originales. Según la serie elaborada por Gabriel Caamaño, director de la consultora Outlier, la liquidación promedio diaria de mayo fue un 13% inferior al promedio de la última década. Y la diferencia se hace aun menor en junio, cuando la liquidación aceleró, y se ubicó sólo un 6% debajo del promedio histórico.
De hecho, los últimos números de la balanza comercial reflejan que la exportación de productos primarios fue en mayo un 52% más alta que la de un año atrás, mientras que las manufacturas de origen agropecuario también subieron, en un 7,4%.
Y las proyecciones de los economistas que participan en la encuesta REM apuntan a que, en todo el año, las exportaciones serán de u$s77.904 millones, lo que implica una suba de 16% respecto del año pasado. De continuar la tendencia observada hasta ahora, hasta se podría superar la expectativa de un saldo comercial con un superávit anual de u$s16.300 millones.
Es decir, a pesar de no ser un año brillante para el campo y con precios internacionales que están lejos de los momentos récord -como en 2022, cuando se superaron los u$s600 por tonelada- no se está registrando un mal año desde el punto de vista de la exportación agrícola.
Sin embargo, el Banco Central ha vuelto a sus días de vacas flacas, y lejos de aquellos tiempos no tan lejanos en que las compras de divisas se acercaban a un promedio diario de u$s200 millones, ahora ya se hizo costumbre que tenga que vender. Ya en los últimos días de junio, el saldo neto del BCRA es inferior a los u$s100 millones para el mes.
En otras palabras, el BCRA tiene dificultad para acumular reservas aun con la vigencia del cepo cambiario y en uno de los meses en los que, de acuerdo a los manuales, debería estar ingresando dólares en forma masiva para hacer frente a un segundo semestre más escaso en divisas.
Pese al recorte de las proyecciones originales, la liquidación del agro no tuvo una reducción sustancial respecto del promedio histórico para esta época del año
La lupa en la importación de energía
¿De quién es la culpa, entonces, por este momento de debilidad del BCRA que se refleja en la volatilidad del dólar paralelo? Hay indicios que apuntan a otro “villano” menos visible que los silobolsas pero con alto potencial de daño: el sector energético.
A primera vista es difícil de percibir, dado que en el último reporte del Indec, la balanza del rubro energía dejó un saldo positivo de u$s500 millones. Pero la situación da señales de deterioro: ese superávit había sido u$s200 millones más alto un mes antes, y todo apunta a que se seguirá achicando en la medida en que las bajas temperaturas obligan a una mayor importación de gas licuado.
“Se habría canalizado pago de importaciones de energía, las cuales tienen acceso inmediato al MULC en vez de posdatado”, observó un reporte de Portfolio Personal Inversiones.
En mayo las importaciones energéticas representaron un 7,9% del total, lo cual es un nivel bajo si se considera que hace dos años ese rubro significó el 20% de las compras, pero marca una tendencia de franco ascenso. De hecho, las compras para el rubro energía en mayo tuvieron un salto de 62% respecto del mes anterior. Y los expertos ya están recalculando sus proyecciones a la baja.
¿Qué tan grave puede ser la situación? Un informe del economista Amílcar Collante afirma que, si se toma en cuenta también la importación de energía eléctrica, ya se supera la marca de u$s500 millones mensuales y que, de acuerdo con la tendencia histórica, en el pico invernal se podría llegar a u$s800 millones.
También Caamaño apunta a que es este tema -y no la merma en la venta del agro- lo que explica la menor entrada de dólares al Banco Central: “Nuestra presunción es que tiene que ver con las exportaciones e importaciones de energía producto de la mayor demanda estacional local durante los meses más fríos y que desde fines de mayo ya se sumaron las cuatro cuotas de las importaciones”.
Vuelve el fantasma de la cuenta de gas
En realidad, se trata una situación imprevista, porque las proyecciones de comienzos de año denotaban optimismo sobre un robusto superávit de u$s4.000 millones en la balanza energética, rompiendo una saga de años con déficit.
Para varios analistas, la importación de gas licuado puede ser la explicación de las dificultades del BCRA para comprar divisas en las últimas semanas.
Sin embargo, una imprevista ola de frío en mayo hizo que incrementara la demanda de gas, lo cual derivó en problemas de abastecimiento, ante el retraso en las obras de plantas regasificadoras que permitieran inyectar un mayor volumen en la red de gasoductos. Tras las últimas licitaciones para barcos de gas licuado, las nuevas importaciones serán por 200.000 toneladas de fuel oil y 350.000 metros cúbicos de gasoil.
Es cierto que se trata de una situación mucho menos grave que la registrada hace dos años, cuando se dio otro mix letal: bajas temperaturas, problemas de abastecimiento en la red local y suba explosiva de los precios por la guerra de Ucrania. La factura por compra de combustible en agosto de 2022 llegó a la friolera de u$s2.400 millones para un solo mes y explicó, en buena medida, la crisis cambiaria de ese año.
Ahora, aun en una situación más favorable -el país sigue siendo un exportador neto de energía- aquel viejo fantasma vuelve a agitarse como una de las principales amenazas para el objetivo mileista de sanear las cuentas del Banco Central. Y el invierno recién empezó.
Por Fernando Gutiérrez-IP