Cronología de la tensión interperonista que marcará el 2025. La nueva convivencia entre CFK y el gobernador, y los argumentos enfrentados sobre el desdoblamiento electoral en la provincia.
Axel Kicillof no acepta que le digan que se peleó con Cristina Kirchner. Prefiere, con una gambeta semántica, decir que fue ella quien se peleó con él. El pronombre de la pelea interperonista es, a esta altura, accesorio frente al dilema principal: si las elecciones del 2025 serán el ring en el que la expresidenta, ya como jefa del PJ nacional, y el gobernador pondrán en escena una nueva convivencia.
En el micromundo Kicillof plantean que los términos del vínculo con CFK cambiaron y que los ruidos de estos tiempos no suponen un punto de no retorno. “Sergio (Massa) dijo que iba a meter presos a los pibes de La Cámpora y ahora son socios con Máximo”, rememoran para sostener que la crisis en curso no debe entenderse como un impedimento para reconstruir la relación. La diferencia, dicen cerca de CFK, es que Massa no era, como Kicillof, un “hijo político” de Cristina.
La nueva normalidad Axel-CFK ofrece una gama de colores. En los extremos, va desde una confrontación electoral a cielo abierto, como remake de otras elecciones generales en las que el peronismo resolvió su interna -1985 y 2005, las más potentes–, o un pacto para, primero, enfrentar con el mayor éxito posible a Javier Milei y luego encarar un proceso más largo e incierto de regreso al poder.
Una cadena de episodios ocurridos entre mediados del 2023 y a lo largo del 2024 rompieron el cristal de la simbiosis política entre CFK y Kicillof. Lo que comenzó como una disputa entre el gobernador y Máximo Kirchner dejó en evidencia, con los meses, que era una pulseada más de fondo y estructural. El kilómetro 0 fue la sugerencia del diputado de que Axel sea candidato a presidente. Al gobernador le llevó varios encuentros mano a mano con Cristina sostener su posición de repetir en la provincia.
Cadena de conflictos
Aparecen, en el registro de la expresidenta, sucesivos hechos que marcaron la crisis. Uno ocurrió a principios de año: Jorge Ferraresi “rompió” el bloque de concejales de Lanús y Cristina llamó a Kicillof para pedirle que intervenga, conduzca al intendente de Avellaneda y resuelva el intríngulis. “Yo no lo conduzco”, le dijo el gobernador y deslizó un reproche que tenía como destinatario final a Máximo: “¿Me dicen que yo solo debo ser gobernador, sin conducir política pero ahora me pidan que conduzca?”.
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Meses después, Ferraresi armó un acto en homenaje a Néstor Kirchner el 27 de abril. Cristina lo tomó como una provocación y mandó a montar, en paralelo, uno en Quilmes, dominio de Mayra Mendoza. De fondo, la expresidenta pretendía que den de baja el encuentro de Avellaneda. No ocurrió: Kicillof fue al acto con Ferraresi y luego al de Quilmes donde, dato no menor, lo sentaron abajo sin acceso al escenario.
Para el gobernador, el principio de revelación fue el acto encabezado por Máximo Kirchner en el club Atenas de La Plata. A solo seis cuadras de la Casa de Gobierno y sin invitar a Kicillof, el evento incluyó críticas directas hacia el mandatario bonaerense, entre ellas un cántico de La Cámpora contra las “nuevas canciones” que Axel propuso en 2023. Esta propuesta había sugerido una renovación en las agendas y los modos del kirchnerismo, justo al cumplirse dos décadas de su llegada al poder.
Kicillof entendió que el acto que encabezó Máximo fue un desafío consentido por Cristina. Si hasta entonces podía diferenciarse lo que hacía el jefe de La Cámpora de lo que decía/hacía CFK, aquel episodio determinó, en la lógica de Axel, que eran lo mismo y que la acción de Máximo era apañada, sostenida o promovida por la exmandataria. “Cristina no puede fingir demencia de lo que pasó en Atenas”, dijeron, conmocionados, en la gobernación. En el Instituto Patria, a sabiendas del impacto que tuvo aquel despliegue, hicieron una salvedad: dijeron que CFK estaba al tanto del acto, del tono del discurso pero no sabía lo de la canción que, paradójicamente, terminó siendo lo que más rebotó del acto camporista.
De Judas y desdoblamiento
En esa escalada, el punto crítico fue la secuencia del acto del 17 de octubre en Berisso y el comunicado que Kicillof publicó el sábado 19 de octubre, en el que defendió las aspiraciones de Ricardo Quintela a la jefatura del PJ nacional y, en una objeción medular sobre el método K, cuestionó que se consideren traidores a aquellos que tienen diferencias dentro del peronismo. Un día antes, en SMATA, CFK habló de “Judas y Pilatos” en el peronismo. El eufemismo fue demasiado obvio como para no aplicárselo a Kicillof. CFK “ardió” con el texto del gobernador.
Un dirigente invoca, ante Cenital, y respecto a la relación Kicillof con los Kirchner, un trastorno que denomina el síndrome de Santa Cruz y refiere a cómo Cristina –antes Néstor, Máximo en paralelo– se pelearon con todos los gobernadores santacruceños que ellos ayudaron a llegar, incluso con la propia Alicia Kirchner. La cuñada, que no pudo garantizar su sucesión, protagonizó una versión patagónica y peronista de Cien Años de Soledad, sobre estirpes y fracasos.
Con el diálogo alterado, las conversaciones entre Cristina y Axel tienen como médium a Massa, y se concentran en estas semanas en un menú que presenta coincidencias y disidencias. Los tres referentes de UxP en la provincia coinciden en la idea de eliminar las PASO bonaerenses, siempre que primero se concrete lo mismo a nivel nacional. El calendario previsto incluye la convocatoria a sesiones extraordinarias en febrero y, una semana después, replicar la medida en la provincia de Buenos Aires.
La disidencia, conocida, es sobre el desdoblamiento, por la cual confrontan dos lecturas tácticas pero sobre todo estratégicas. Los argumentos de Kicillof y de CFK, igual de válidos e igual de hipotéticos hasta su verificación en la práctica, son antagónicos. Axel sostiene que es mejor votar antes los cargos provinciales y municipales, porque se evita la polarización que pretende Milei y permite aprovechar que los intendentes de UxP miden mejor que la marca LLA y, en el conurbano, que el presidente.
Romper y perder
Hay imagen solapada entre local y presidencial: los alcaldes tienen mejores números que Milei, pero hay un porcentaje que ve igual de bien a los intendentes peronistas y al presidente libertario. La tesis Kicillof es que si la elección se nacionaliza y polariza, la discusión será nacional y será un mal negocio electoral para los peronismos locales. “No tienen 135 candidatos y, si no juega Milei, puede dejar pasar esa votación y concentrarse en la nacional”, explican en La Plata. Esta hipótesis plantea, además, que el desdoblamiento dificultaría la unidad entre el PRO y LLA, lo que potenciaría las chances del peronismo de tener una victoria. “Si ganamos las locales, llegamos a la nacional con viento a favor”, dice un operador a Cenital.
A Cristina la irrita la lectura localista porque, como advirtió en Moreno, si la elección se provincializa la agenda será sobre los temas bonaerenses. “Te van a poner un móvil de TN en La Matanza para mostrar un hecho de inseguridad cada día”, enunció CFK, que no dejó nada librado al azar: TN y Matanza, el territorio de Fernando Espinoza, socio de Kicillof, y enfrentado a Máximo que, incluso, puso a circular la hipótesis de impulsar como candidato a intendente al “Tano” Angelotti, el cura que visitó la expresidenta en la recorrida por el conurbano que marcó su regreso al territorio, casi en modo de campaña. La postura de CFK da a entender otra cosa, que es lo que más la incomoda: que Axel quiera discutir la gestión bonaerense como si, desliza, fuese una decisión inteligente.
Detrás está lo otro: el diseño de la oferta electoral. El desdoblamiento, sin CFK como candidata a diputada que traccione, supone que la lapicera de Máximo no será tan poderosa y eso hará que Kicillof y sus socios territoriales puedan incidir en las listas bonaerenses o, en todo caso, producir un evento más crítico: que hay dos ofertas peronistas y que, en esa disputa, se resuelva electoralmente cuál es el sector más poderoso.
¿Qué implica? Renunciar a la unidad, como en 1985 en la renovación de Antonio Cafiero contra Herminio Iglesias, para resolver la interna peronista, aunque eso implique perder contra el oficialismo. Sin presupuesto y sin permiso de endeudamiento frente a la negativa de la oposición a apoyar sus proyectos, Kicillof tiene hasta febrero para resolver si fija fecha propia para los cargos provinciales y locales, separado del calendario de cargos nacionales que tendrá, cree el gobernador, un duelo de damas: Cristina Kirchner vs Karina Milei.
Por Pablo Ibáñez-Cenital